jueves, 21 de noviembre del 2024

Poderoso pensamiento protohistórico

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Son poderosos, pero no muchos. Lo que puede el dinero, que cantara el Arzipreste, esta vez sin curas ni obispos. Por eso mueven a su escasa militancia, ampliada con simpatizantes, adictos y predispuestos; y, muy en especial, faltos de la información que el régimen les niega. En todo caso, voces de ultratumba recuperadas el siglo XXI por el estertor final de un capitalismo tan ciego como que, en su infinito egoísmo no le preocupa autofagocitarse mientras deje en el camino tierra calcinada, un paisaje de muerte sin necesidad de las armas que, los más exaltados desearían usar y acabar pronto. Acabar; eso es lo que no piensan, como si algún refugio pudiera salvarles hasta esfumarse el hedor y pudieran empezar de nuevo. ¿Cómo?, si el hedor sube de los refugios. ¿A quien podrían robar, entonces, si acaban con el mundo? ¿Dónde harán un “mundo nuevo”, lejos de la destrucción, de la desolación, de la sequedad de los ríos y la inundación producto del deshielo? ¿Dónde y cómo, en qué isla pondrán en marcha un nuevo “Saló”, si están solos con sus familias? ¿Prostituirán a sus hijos, o preverán llevarse servidumbre a costa de quienes poder vivir en ese futuro sólo presente en sus escuetas mentes?

El “Santiagoycierraespaña”, seguido como marionetas por PP y Ciudadanos, es troglodítica vuelta a las cavernas. Pero sin humanos en las cavernas. Sin la leche agria destilada por el filonazismo de los nuevos “salvadores de la patria”, quienes, en una U.E. que -al menos por ahora- afea los golpes de Estado, gasta en convencer de la bondad del sistema mucho más de lo que gastaría en mejorar el nivel de vida para permitir a la gente trabajar a gusto y así aportar más beneficios a quienes sólo quieren alcanzarlo ahorrando. Ahorro a costa de los demás, es evidente.

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Esto ¿qué tiene que ver con Cataluña, la nación con mayor capitalismo de la península ibérica? Mucho. Porque el empresariado catalán, es decir, la mayor parte del empresariado catalán, menos aún después de desplazar sus sedes a Madrid, no forma parte del IBEX y, menos aún, de esa auto-elegida “élite” económica agrupada en el Club de Bilderberg y la Trilateral, verdadero gobierno mundial cada vez menos en la sombra. Y porque el problema político planteado por el deseo de libertad, está en realidad creado por el interés económico. Por eso detrás de todo, empezando por la “reconstrucción del glorioso imperio español” (toma parrafada), es parte principal del mismo tinglado.

Es lícito estar a favor o en contra de cualquier idea. Por tanto, también a favor o en contra de la independencia catalana y la de cualquier nación del mundo. No es lícito el cinismo. “Traición”, manifestación contra el diálogo… esto pone a cada cual en su sitio.

Hasta prensa de derecha se ha pronunciado editorialmente por el diálogo frente a la confrontación, salida única proclamada por los ultras  reconocidos y los disfrazados de liberalismo que les siguen.

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Que los apegados al conservadurismo casposo y destructivo, negador de identidades culturales, no vuelvan a atreverse a hablar de democracia. Volverán, claro. Y volverán a demostrar quienes son, cuanto valen. No es democrático negarse al diálogo, no es democrático defender ante todo la fuerza bruta; no, defender “manu militari”, por la razón que “otorga” la fuerza. Los problemas no se arreglan a golpes, al contrario, se enquistan y eso los agranda. Todavía no son conscientes de haber despertado más independentismo que el propio movimiento independentista. Es evidente, el egoísmo, la egolatría, la adoración a una obsoleta idea de “patria”, les ciega. La ceguera es uno de los fundamentos de la ultraderecha en que se refugian PP y Cs, en mimetización con el abascalismo.

Que el presidente del gobierno, nada sospechoso de “rojerío” decida dialogar con el catalanismo, no es una traición a nadie. Es lo que otros gobiernos anteriores deberían haber hecho, en vez de enrocarse en el autoritarismo. Eso sí que puede ser calificado de traición. De traición al estado, porque es ese enroque, esa cerrazón autoritaria, lo que está destruyendo al Estado.

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Desde el diálogo se podría haber llegado a una solución federal. Los “Estados Unidos de España”, defendidos por los federalistas desde el siglo XIX. O la “Federación de pueblos ibéricos”, propuesta por los Centros Andaluces y la Junta Liberalista de Andalucía hace ya cien años. La solución federal, posible entonces, necesaria y posible hace veinte años, cada vez se aleja más. Y no la aleja el catalanismo. Ni el masacrado andalucismo, que tanto miedo provoca al imperialismo español. La aleja la intransigencia, tan característica del nacionalismo españolista, tan hipócrita, que sólo mira a la UE a ver qué saca, sin darse cuenta de cuanto le cuesta.

Disculpen los seres prehistóricos por la comparación del principio, pues debían ser mucho más tolerantes que esta plebe santiaguista.

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