sábado, 23 de noviembre del 2024

Tear down this wall! “¡Derribar ese muro!”

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Mohamed y otros seis chicos, todos subsaharianos, viven escondidos en un bosque marroquí junto a Ceuta, donde esperan el momento idóneo para saltar la valla. Viven sin agua corriente ni luz ni nada más en este mundo que lo que llevan encima. «Ahora ves lo duro que es esto: explica a todo el mundo. Hay que luchar cada día para llegar a ser un hombre… un día tras otro. Nadie podrá decir que yo no soy un hombre».

Mohamed tiene 19 años, es de Sierra Leona, y desde hace 7 meses vive en las montañas del norte de Marruecos, a menos de 1 kilómetro del enclave español de Ceuta. Atravesó media África, más de 5000 km en 6 meses (sobre todo a pie, pero no sólo), sobrevivió en el desierto y en un secuestro en Argelia: estuvo dos semanas cerrado y atado, sin comida y recibiendo golpes diariamente, y fue liberado después de que su familia pagara un rescate de 100 euros. Cuando lo recuerda aún siente rabia y dice que le costará volver a confiar en los blancos. No hace distinciones entre magrebíes y europeos: todos son blancos. Ningún blanco había llegado antes a su escondite.

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Sow Mamadou y Mohamed cruzan la N-16, en un punto entre Fnideq y Eddalya cercano a su campamento. Van por turnos y en grupos de dos o tres, a pedir limosna. Viven de la solidaridad de la gente de un país que es pobre, pero menos que el suyo. De las ONGs, no saben nada. Para volver al campamento se adentran en el bosque por lugares diferentes, así evitan que nadie los pueda estar espiando e intuyan donde tienen el escondite.

Mohamed y los otros seis chicos sobreviven a un campamento en medio del bosque. Los siete son muy jóvenes: cuatro de ellos no llegan a los 20 años. Todo el mundo respeta la jerarquía del más grande, que es de Costa de Marfil y es el único que prefiere no aparecer en el reportaje. Los otros cinco son todos de Guinea Conakry: Ibrahima, Sadou, Alpha, Mamadou y Sow Mamadou. En el campamento hay una especie de cocina al aire libre y 4 tiendas que han hecho con lonas, ramas, cuerdas y piedras (son perfectas: las carencias estimulan el ingenio). En la parte baja del campamento, un pequeño vertedero.

Este cartel da la bienvenida al campamento. Al mismo acceso, a dos palmos del suelo, hay una cuerda atravesada, de árbol a árbol. Atadas a la cuerda, dos latas vacías de bebidas energéticas. Cuando tienen dinero, las beben: les da energía para vivir en las condiciones adversas en las que lo hacen.

Fueron llegando al bosque por separado, hace entre 3 y 11 meses. Los siete han intentado saltar la valla más de una vez; sin éxito. Cuando creen que conviene, se coordinan con otros subsaharianos escondidos en el bosque y con los que malviven en ciudades del norte de Marruecos y los campamentos «oficiales» (más grandes y más accesibles para prensa y ONGs), y hacen una apuesta masiva. Entre un intento y otro, pueden pasar semanas. En cualquier momento, una batida de la Gendarmería los podría llevar a la frontera con Mali o Argelia, alejándolos mucho de su objetivo: poner los pies en Ceuta. Una vez en territorio español, sí tendrán la asistencia de ONG y de instituciones públicas. Más de 1000 personas han conseguido llegar en lo que va de año: esta cifra los anima.

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Después de cinco intentos de saltar la valla, Mohamed muestra una determinación férrea para llegar a Europa. «Nunca me arrepentiré de haber hecho el viaje hasta aquí. Cada día mantengo la esperanza. Estaremos en el bosque un año o dos más, da igual, conseguiremos llegar a Europa». Dos amigos le esperan en París, donde quiere convertirse en un hombre de negocios.

Unas semanas atrás, entre los siete (los que son musulmanes y los que son cristianos) compraron un cordero y lo sacrificaron, como ofrenda a Dios. Ahora la piel del cordero cuelga de un árbol, junto al vertedero.

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Sow Mamadou es de Guinea Conakry, tiene 24 años, y en los 4 meses que hace que vive escondido en el bosque, ha intentado saltar la valla en dos ocasiones. En Guinea hacía de camionero. Quiere vivir en “Barça”. No sólo los turistas europeos caen en esta confusión.

En el campamento, hay bolsas de pan en todas partes, en el suelo y colgando de los árboles. El pan hecho a la manera marroquí aguanta bastante tiempo en buenas condiciones. Además, está subvencionado y sale muy barato. A menudo sólo comen pan durante 4 o 5 días seguidos. De vez en cuando, se pueden permitir comer arroz con tomate y sardinas.

La tienda verde es también el área común, de ocio. Miran videos en el móvil, fuman marihuana, ríen y comen. Todos saben francés, pero entre ellos hablan pulaar. Sólo Mohamed habla un inglés fluido, y es quien hace de intérprete. De izquierda a derecha: Sadou (19, Guinea Conakry), Ibrahima (18, Guinea Conakry) y Mohamed (19, Sierra Leona); llevan al bosque 10, 3 y 7 meses, respectivamente.

Los días en el bosque son eternos: no hay casi nada que hacer aparte de sobrevivir. En la foto, están viendo una de las películas de la saga Crime to Christ (producción ghanesa inspirada en el personaje Tony Montana de Scarface). Los móviles los cargan en los pueblos de los alrededores…

Mamadou (izquierda) tiene 17 años y, en su país, trabajaba de albañil y estudiaba. Ya ha intentado saltar 9 o 10 veces, las últimas dos semanas atrás. Alpha (derecha) tiene 21, trabajaba de mecánico y también estudiaba. Ambos son de Guinea Conakry y ambos llevan 5 meses viviendo en el bosque.

Ibrahima y Mohamed atraviesan el bosque en dirección al arroyo. En caso de una batida de la Gendarmería, sólo podrían salir corriendo. Se hace difícil pensar que los pudieran pillar: después de muchos meses en el bosque, se mueven rápido y conocen cada rincón. Aunque alguna vez han oído disparos de cazadores, nunca se han cruzado ni con ellos ni con ninguna otra bestia.

Mohamed (izquierda) e Ibrahima se lavan al arroyo. Lo hacen por turnos, de dos en dos: un turno por la mañana, el otro por la tarde, por lo que cada uno de ellos va una vez cada 2 días. Entre el campamento y el río, hay 2 km de distancia y 250 metros de desnivel (primero de bajada y después de subida).

Ibrahima, lavándose en el arroyo. Tiene 18 años y es de Guinea Conakry, donde compaginaba la escuela con un trabajo de mecánico. Cuando llegue a Europa, quiere vivir Real (por Madrid). Ha intentado saltar la valla siete veces…

Sow Mamadou sufrió una herida en la muñeca provocada por la Gendarmería de Marruecos, que se encarga de vigilar el lado marroquí de la valla. El corte en el dedo de Ibrahima se lo hizo con las concertinas. No recibieron asistencia médica.

Mamadou (derecha) haciendo guardia en la primera tienda del campamento. De su gorra, ha hecho un pasamontañas sin otra finalidad que, de vez en cuando, llevarlo porque sí.

Detrás de las montañas, está la valla y Ceuta. En invierno llueve intensamente y durante el mismo se puede llegar a los 0º C. En estos bosques hay escondidos otros pocos inmigrantes subsaharianos, esperando y coordinándose para intentar, una vez más, alcanzar el sueño europeo.

Alfonso Cabrera, Fnideq (Marruecos): Nacido en Barcelona en 1982, después de licenciarme en Medicina en la Autónoma, voy enderezar mi vida: estudié Fotografía en IDEP y Comunicación de los Conflictos Armados en la Complutense. Desde 2015, he trabajado en Cataluña, Kosovo, Irlanda del Norte y Marruecos, poniendo el foco (literalmente) en conflictos sociales, políticos y armados. Web: www.alfonscabrera.cat Instagram: @alfonscabrera

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