La atomización de la derecha, que funcionó bien en las urnas andaluzas, se saldó con un clamoroso gatillazo en la plaza de la elefantiásica bandera aznariana. Tal vez porque los sectores centristas del mundo conservador, que existen y que tenían a Soraya como referente, no se sentían cómodos con la perspectiva de compartir la calle con el yugo y las flechas. Pinchazo facha? Pues sí, para qué perder el tiempo con eufemismos. Con la potencia de fuego de que dispone la derecha mediática, hegemónica por tierra, mar y aire, juntar poco más de 45 mil personas es un fracaso se mire como se mire. Y es, además, la demostración de que tal vez el oráculo demoscópico que preanuncia el avance ultra en el estado español es más un deseo de relevantes fracciones del establishment que una realidad.
Con la potencia de fuego de que dispone la derecha mediática, hegemónica por tierra, mar y aire, juntar poco más de 45 mil personas es un fracaso se mire como se mire.
La lectura de fondo que se desprende de la desangelada concurrencia al aquelarre reaccionario es que la mayoría social española (como algunos estudios sociológicos independientes ya habían revelado) no está por el ardor guerrero ni por el prietas las filas contra Catalunya y que, por tanto, hay espacio para el discurso del diálogo –hablando se entiende la gente- con la resolución del conflicto político por vías estrictamente democráticas en el horizonte.
Dicho esto, el deslizamiento de la derecha hacia posiciones cercanas al guerracivilismo es un dato de la realidad que no podemos dejar de lado. Estremece la normalización de Vox, su homologación con las fuerzas sistémicas, con Abascal tan cerca de Casado, para nada lejos de Rivera. Estremece la apropiación de la bandera española por parte de un tripartito que más que una confluencia de partidos al uso es un movimiento y ya sabemos la historia negra, la barbarie, que evoca en España esa palabra. Estremece que dirigentes históricos del PSOE, de Felipe González a Alfonso Guerra, le hayan hecho el caldo gordo a la derecha troglodita. Estremece que medios supuestamente progres no sean más claros en la condena de la agenda ultra, fabricada en la sombra por un Aznar que actúa como un agente de Steve Bannon.
Bien, no nos pongamos trágicos. Son los que son. No tantos como les gustaría. Tienen mucho poder detrás, y muchos intereses oscuros, pero son claramente una minoría y no tienen más agenda que la de la represión y el encarcelamiento de la disidencia. No caigamos en su juego, no les tengamos miedo.