Traducción del artículo
RUSIA TIENE ALGO QUE OFRECER AL MUNDO, ADEMAS DE PETRÓLEO
Edvard Chesnokov, (@edvardchesnokov) director adjunto de la división de política internacional
Esta primavera se cumple 80 años del final de la guerra civil en España. Desde la infancia, recordamos las luchas de largas campañas en el otro lado de Europa: el dictador golpista y fascista Francisco Franco contra la república democrática, aunque intrínsecamente fragmentada. Justo como en Star Wars, sin George Lucas, pero con sangre real no la ficción del cine.
Ya que hablamos de “cultura de masas”, también la podemos apreciar en la obra de Pablo Picasso «Guernica», o Ernest Hemingway en una trinchera con Mikhail Koltsov y Ilya Erenburg, o en el grito antifascista «¡No Pasarán!” -una frase en español que conoce bien cualquier ciudadano de Rusia-.
En términos modernos, fue quizás la primera «guerra híbrida». Los Republicanos fueron apoyados tenuemente por la Unión Soviética, detrás de Franco se encontraban la Italia fascista y la Alemania nazi.
Para ser sinceros, la intervención Soviética fue bastante menos que la occidental. Moscú envió solamente dos mil ‘especialistas’ militares a la península Ibérica; Berlín y Roma – entre 50 mil y 150 mil. Lo que no impidió que muchos medios de comunicación del mundo lo interpretaran como «la última y decisiva lucha contra la amenaza “bolchevique” ante la que se debe unir la Europa libre». Si cambiamos aquí la palabra «bolchevique» por «Rusia» – se obtendrán artículos muy relevantes de la prensa propagandistica fascista sobre esa ‘amenaza’.
Pero hace 80 años, la verdadera «amenaza a Europa» no provenía de Moscú de ninguna manera, sino del Tercer Reich, que obtuvo en la Península Ibérica una valiosa experiencia de la «guerra de los motores» con la participación de la aviación y las cuñas de tanques de choque. Hitler perfeccionó las tácticas de blitzkrig, y en cuestión de meses después del final de la campaña española se desenmascaró para las «democracias occidentales», las que antes le apreciaban tanto.
Ahora, en la Península, una vez más, al igual que en aquel entonces, el conflicto civil está incandescente. Cataluña (que durante todos los años de aquella brutal guerra fue el núcleo de los Republicanos y cayó la última) — sueña con salir de España. En el referéndum que celebraron en 2017, el 90% de los catalanes que fueron a votar, eligieron claramente la independencia. Madrid impuso un estado de emergencia, involucró al ejército y la policía; el presidente de la Generalitat (del govern) de Cataluña, Carles Puigdemont, se vio obligado a emigrar a Bruselas. Como en la década de 1930, la República no volvió a funcionar.
Al mismo tiempo, los medios occidentales casi del mismo modo que hace 80 años, han acusado a Rusia de todo esto. Han llegado a escribir abiertamente y sin escrúpulos: «Moscú prendió la crisis en España».
Pero ya estamos acostumbrados a la ceguera selectiva de los socios occidentales. Reconocieron la independencia de Kosovo (sin ningún referéndum), pero no reconocieron el referéndum en Cataluña, como tampoco lo hicieron en Crimea. Al mismo tiempo, han apoyado durante décadas a todo tipo de separatistas en Rusia (por ejemplo, la edición regional del americano «Radio Freedom» se llama «Idel. Las realidades» – casi igual que la Legión de Wehrmacht «Idel-Ural», apoyado por los colaboracionistas de todo tipo de pequeños pueblos de la región del Volga).
Los dobles estándares de «socios» tienen una explicación muy simple. Si los separatistas están dispuestos a obedecer completamente a los gobiernos de derecha de occidente, entonces son buenos separatistas, correctos. Un ejemplo, una de las mayores bases militares estadounidenses en el viejo mundo, Camp Bandstil, se encuentra en el Kosovo «independiente» y su construcción comenzó, vaya sorpresa, justo en el 1999, después de la transición de la antigua provincia de Serbia bajo el control de la OTAN.
Pero los catalanes que se rindieron al dictador Franco, estaban bajo la amenaza de la destrucción física total, probablemente no serán vasallos de ese occidente en su actual forma de Estados globales.
Las manifestaciones o encuentros independentistas se pueden dispersar, el presidente puede ser exiliado o el resto de gobierno encarcelado, pero la crisis Catalana no va a desaparecer por eso. Si Europa quiere vivir en paz y estabilidad, el tema debe ser resuelto con dialogo.
Aquí es donde Rusia puede decir algo. Hacer sentar a todas las partes en la mesa de negociación. Como en Siria, donde con nuestra ayuda por fin se inició el proceso de paz. O como en Libia, donde sin la participación de Moscú, que tiene un impacto en todos los mandatarios locales, el conflicto hubiera sido simplemente imposible.
Más aún, ambas partes de la crisis catalana-española están mucho más cerca de nosotros que algunos de los bashibuzuki de Oriente medio. España es la única gran potencia Europea con la que nunca hemos luchado. Y Cataluña es casi el principal «balneario de toda Rusia», que ha reemplazado a Crimea para muchos de nuestros veraneantes, mientras que Crimea todavía no ha vuelto a ser la preferida.
Así que Rusia tiene pleno derecho de «exportar estabilidad», no sólo en Oriente medio, sino también a la madre-Europa. Es aquí donde la calidad de nuestro «producto de dialogo» es muy diferente al de cualquier otro. Porque en los conflictos internacionales los demás sólo tienen éxito en el suministro de armas de todo tipo bajo la apariencia de «oposición democrática», como en la misma Siria.
Rusia tiene algo que ofrecer a España.