Mientras Casado y Feijóo enhebraban su discurso españolista en el interior de un edificio del centro de Vigo, había gente en la calle protestando. No era cualquier edificio. Era la sede del Celta. El evento no tenía lugar en un auditorio cualquiera. Lo acogía el salón de actos del club de fútbol vigués. Contra eso protestaron algo más de 100 personas en la tarde de este jueves. Contra el uso partidista de la instalación (una sala que el Celta alquila a particulares y entidades) para realizar un evento bajo el lema de La Unidad de España.
En la concentración -convocada por peñas celestes como Celtarras, Colectivo Nós, Tropas de Breogán o Centolos Celestes- menudearon cánticos del estilo de «O Celta non é do PP» ou «Mouriño , PP, a mesma merda é». Casado y Feijóo fueron objeto de los abucheos de rigor en este tipo de movilizaciones. Todo transcurrió sin incidentes, salvo los inevitables momentos de tensión cuando se produjo algún ligero contacto entre personas concentradas y el cordón policial desplegado delante de la sede del club vigués.
En cuanto al acto en sí -los gritos de la calle apagados por los muros del edificio- se vio con claridad que Casado no quiere ceder terreno a nadie. Ni dentro ni fuera de casa. Ni a Cs ni a Vox ni a sus hipotéticos rivales internos. Por eso no es casual que su primer evento potente después de la derrota de los presupuestos de Sánchez en el Congreso haya sido precisamente en Galiza, en Vigo, en compañía de Feijóo, a quien muchos ven como eventual salvador del partido conservador si la formación fracasa en el próximo asalto a las urnas, con su espacio natural achicado por la competencia de Vox, por el flanco derecho, y de Cs, en los caladeros centristas.
Feijóo, por su parte, es capaz de interpretar distintos libretos. El 23 de enero dio luz verde para que sus huestes se vistiesen de galleguistas en el Parlamento gallego, al aprobar una iniciativa del BNG con vistas a que Galiza tuviese exactamente el mismo nivel de autogobierno que Euskadi y Catalunya. Luego Génova mandó parar y Casado lo forzó a aparcar sus veleidades autonomistas. El presidente de la Xunta, al que se vio con gesto preocupado en la Plaza de Colón, ha plegado velas por ahora. A pesar del pinchazo de la manifestación españolista, Génova va a hacer del leitmotiv unionista el eje de su campaña. Y Feijóo no va a desentonar. Tanto es así que esta tarde se le vio muy suelto y, por si alguien tenía la menor duda de donde está políticamente, comenzó enfático su intervención en este acto con una inequívoca profesión de fe patria: «Desde hace 500 años hemos decidido ser españoles».
El lema del encuentro de ambos dirigentes en Vigo -compartieron escenario con la candidata popular a la alcaldía, Elena Muñoz– ya era suficientemente elocuente. La Unidad de España. Feijóo sacó pecho y vino a decir que la integridad de lo que él considera la nación española no está en peligro: el PP ha sabido frenar al nacionalismo. «El Estatuto de Autonomía es bueno», dijo el líder del partido conservador en Galiza. El autonomismo sería, en la concepción feijoniana, el mejor antídoto para impedir un eventual avance del soberanismo. Fraga solía decir que ser gallego era su forma de ser español. El argumento de Feijóo podría entonces resumirse así: ser autonomista es la mejor forma de ser españolista en Galiza.
Casado no sorprendió a nadie. Es tan previsible en su registro como lo era en el suyo su predecesor en el cargo, el desaparecido en combate Mariano Rajoy. Con todo, sí introdujo un pequeño matiz en su retórica, el de presentar al PP como una suerte de catch all party, un partido atrapalotodo: «Aquí hay una fuerza moderada, centrista, caben los liberales, demócratas y también los socialistas avergonzados», dijo.
Los «socialistas avergonzados», sí. Casado llama en realidad a una suerte de Frente Nacional Español que vaya desde Aznar hasta Alfonso Guerra. Ese va a ser su mantra en una precampaña que ya está aquí y que se presume apasionante, en las calles y en los salones de actos.