Málaga, a 14 de febrero de 2019
Esto empieza a ser un poco agobiante. Pongo la radio y escucho hablar de VOX; en la tele ni te cuento, sobre todo si eres andaluz; los periódicos a degüello; y tanto fuera como dentro de tu casa, no falta quien te hable de VOX.
Qué le pasa al personal, es la pregunta para la que me gustaría conocer la respuesta. Tanto hablar de ellos y ni tan siquiera han llegado a 400.000 los andaluces que parecen haberse manifestado a favor de los postulados del mencionado partido político, de entre un total de unos seis millones, pizca más, pizca menos. O sea, ni un siete por ciento mal contao. Y eso que sólo fue a votar menos de la mitad de los censados. Pero es que además de pocos, son los últimos que van quedando por actualizarse. Cada vez son menos y lo saben.
Aquellos que temen que acaben viniéndose arriba y lleguen a tener alguna capacidad efectiva para poner en marcha el núcleo duro de su programa pueden relajarse. Este aparente repuntar de lo antiguo es sólo aparente, porque hace ya algunas décadas que entraron en peligro de extinción. De ahí su aparente, insisto, aparente resurgir en todo el mundo.
Lo de “en todo el mundo” ya lo sabemos gracias a los medios de comunicación. Lo que no cuentan todos los medios de comunicación es que al avanzar su extinción, consecuentemente son cada vez menos, y para hacer un poco de ruido con la intensidad suficiente como para que sea escuchado por alguien, han necesitado hacer acopio de casi todos los pocos que van quedando, impedidos también por la conciencia que están empezando a tomar de que se les acaba el chollo.
Respecto a lo del aparente resurgir, viene a ser algo así como la mejoría del agonizante que como mucha gente sabe, consiste en la sorprendente mejoría que presentan algunas personas un poco antes de morir. Los antiguos se están extinguiendo, cosa inevitable para todos los terrícolas, por cierto, nos guste o no. Todo se extingue, desde el Smilodon, hasta el saldo de la tarjeta de crédito.
Por cierto, puedo recordar al menos dos muertos que parecieron resucitar, antes de morirse definitivamente. En un caso pude verlo con mis propios ojos, y la historia del otro se la llevo oyendo a mis familiares desde chico.
Luego están las formas. Esa manera de hablar, esa agresividad en el tono, en el gesto, y en el texto. Todo tan antiguo, tan primitivo… Menos mal que cada día que pasa les resta, mientras que a la gente de la nueva era les suma, y a medida que va bajando el número de gente de la vieja era que aún queda, el de la nueva era aumenta de forma espectacular. Esto no tiene nada que ver con eso que han llamado New Age, que eso es otra cosa y además no es nuestra, que es de los americanos, sino con esa gente más moderna que prefiere hacer reír antes que llorar; aunque si hay que llorar se llora, pero preferir, lo que se dice preferir, parece que la tendencia va en la línea tanto de hacer reír antes que llorar, como de amar antes que odiar. Además, a todos éstos hay que ir añadiéndoles sin parar, algunos antiguos que se van espabilando y consiguen actualizarse.
No hay que temer a su futuro. A lo que hay que temer es a su presente, porque todavía no han terminado de extinguirse, pero les queda ya tan poco que no merece la pena preocuparse demasiado por ellos. Su renovación está garantizada, por lo que lo mejor quizás fuese no hacerles ni caso.
José Manuel Lopez