- Origen, desarrollo y actual del nacionalismo andaluz, como iniciador del cambio
Es evidente e indiscutible, que en las últimas décadas, el fracaso económico y social de Andalucía, es responsabilidad de los partidos estatales españoles, de forma muy especial, del Partido Socialista Obrero Español, y de aquello que los han mantenido, cuando de ese modo ha sido necesario.
Esto ocurre porque en realidad, Andalucía no ha dejado de ser una colonia económica del resto de Estado español, ante la mirada complaciente de los sucesivos gobierno andaluces, y el ineficaz inexistente nacionalismo andaluz bajo las cadenas de la sumisión del andalucismo. Esto es de este modo porque, el andalucismo nunca quiso ni quiere asumir la valentía de cambiar sus tesis moderadas, y liderar un verdadero movimiento de liberación nacional andaluz.
Es por ello que, para comenzar a poder labrar un futuro distinto para Andalucía, es necesaria regar a diario la semilla del nacionalismo andaluz, en buena tierra y con acceso a una buena fuente a agua fresca. Conocer los verdaderos motivos por los que el mismo no ha podido nacer hasta este momento, por mucho intento cargado de buenas intenciones que se hayan producido, pero con las buenas intenciones, a veces no son suficientes. Intentar construir un sentimiento nacionalista desde posturas radicales no es posible. El proceso de construcción nacional no se puede llevar a cabo desde una sola postura ideológica, pues un País es de obligado derecho para todos los nacionalistas andaluces, sean de izquierdas o derechas.
Es necesario, por tanto, profundizar en las motivaciones peculiares de Andalucía, para comenzar a entender el fracaso del andalucismo, y la incapacidad de formalizar un verdadero nacionalismo andaluz. Hay que tener muy en cuenta, que han sido las desigualdades sociales y el injusto reparto de la tierra en Andalucía, la que ha provocado que la base obrera, se haya apoyado más en los movimientos anarquistas y el comunismo republicano, que en un andalucismo rancio y sin pulso de base obrera.
Solo cuando solucionemos las tremendas desigualdades que aún persisten, tanto en las clases sociales y el reparto justo de tierras, que iguale más a los andaluces en un esfuerzo nacional común por encima de necesidades básicas de supervivencia, será posible el comienzo de un verdadero movimiento nacionalista soberanista en Andalucía. De ahí la importancia de la tierra, en contra posición de Vascos y Catalanes, con una base industrial inexistente en nuestra Nación, para el éxito o fracaso del nacionalismo andaluz.
Recordar que la primera afirmación del carácter nacional de Andalucía se produjo en la Asamblea de Ronda de 1918 con la reivindicación de la Constitución de Antequera, pero es en Córdoba, donde se produce el Manifiesto de Córdoba de 1 de enero de 1919, donde la afirmación se concreta, de forma inequívoca, en reivindicar la abolición de los poderes centralistas depredadores, y se les pedía a los andalucistas una declaración expresa separatista del Estado que “conculca sin freno los fueros de la libertad” de los andaluces. Esto justifica la declaración que realiza Blas Infante a raíz del Manifiesto afirma “Sentimos llegar la hora suprema en que habrá que consumarse definitivamente el acabamiento de la vieja España (…). Declarémonos separatistas de este Estado que, con relación a individuos y pueblos, conculca sin freno los fueros de la justicia y del interés y, sobre todo, los sagrados fueros de la Libertad; de este Estado que nos descalifica ante nuestra propia conciencia y ante la conciencia de los Pueblos extranjeros (…). Ya no vale resguardar sus miserables intereses con el escudo de la solidaridad o la unidad, que dicen nacional”.
Por un momento el andalucismo Blas Infantiano estuvo en la línea del nacionalismo separatista por encima del “federalismo ibérico” que impedía el desarrollo del nacionalismo. Pero esa claridad de posicionamiento claro duro poco. El andalucismo se movía entre la declaración del Estado Libre de Andalucía a la afirmación del ideal federalista ibérico, esta última posición llevaría al andalucismo, bajo presiones ambientales, al federalismo orgánico Krusista, lo que justificaba el Estado Nación federal español cono la fuente de la soberanía. Con tanta vaguedad y vaivenes ideológicos y políticos era imposible que cuajara un verdadero nacionalismo andaluz.
Esa ambigüedad termina en 1931. El “Complot de Tablada” y las circunstancias que rodearon a las elecciones de ese año, en el que se vertieron muchas acusaciones sobre las tesis separatistas, empujaron, otra vez, a Blas Infante, y con él a los andalucistas hacia las tesis del federalismo orgánico, a la afirmación de la “unidad de la Patria española” y a la soberanía del Estado – nación, al regionalismo y al autonomismo.
Tanta ambigüedad impidieron la elaboración de un discurso definido y claro. Su mensaje, ideologizado y complejo, se perdió entre las demás ofertas políticas y, lo que es peor, acabó confundido con las opciones republicanas centralistas. En todo caso, estos desajustes políticos e ideológicos, colocaban al andalucismo lejos del movimiento jornalero con el que pretendía coincidir y dejaba de lado, otra vez más, al nacionalismo andaluz.
A la vista de todo ello, no es baladí afirmar que, hasta que el nacionalismo andaluz no renuncie al andalucismo, no habrá posibilidad alguna de que se formalice y cuaje una verdadera alternativa, eficaz herramienta política, para la libertad del pueblo andaluz. Continuar insistiendo en la tesis del andalucismo como herramienta política del nacionalismo, es seguir poniendo las cosas fácil al centralismo borbónico. Ya que, a la vista desde la desaparición del Partido Andalucista, víctima del fracaso del andalucismo, y del secuestro de los restos del mismo por parte de los partidos estatales, de forma más precisa de PSOE y PODEMOS, lo invalidan de forma definitiva para la lucha por la soberanía de Andalucía y la libertad del pueblo andaluz.
El nacionalismo andaluz debe abandonar el peregrinar ideológico, alejarse de los discursos contradictorios y los “postureos” elitistas ya que, por desgracia, aún en la actualidad, tales actitudes intelectuales chocan de forma frontal con el carácter radical igualitario y popular del anarquismo agrario andaluz. Esto no significa que el nacionalismo andaluz debe basarse en las ideas agrarias, sino que debe tenerlas muy presentes. Volvemos al nacionalismo como casa común de una estrategia de afirmación y construcción nacional, al margen de las distintas tesis ideológicas, pero, al mismo tiempo, teniendo en cuenta al mismo nivel y de forma e igualitaria a todas y cada una de ellas. Un espacio común amplio para los nacionalistas.
Acercar el nacionalismo, abrirlo a las tesis comunistas y anarquistas son base importante para hacer comprender al sector agrario que, sus tesis son del todo compatibles y aceptadas dentro del nacionalismo andaluz. Que la lucha por un reparto más igualitario del campo, la dignidad del campo, del trabajador del campo se puede mantener desde el propio nacionalismo. Dar y reconocer la verdadera importancia que el campo tiene para Andalucía como Nación, hace que la participación del sector agrario andaluz en el proceso de construcción nacional, es de vita importancia, de tanta que no será posible sin su participación. Del mismo modo que convencer con hechos que, con un nacionalismo soberanista claro y comprometido con los problemas del campo andaluz, no hará falta refugiarse en tesis estalistas para la defensa de sus intereses, ya que será la herramienta del nacionalismo quien se capaz de comenzar a solucionar los problemas. El nacionalismo como solución y no como problema.
Del mismo modo, ya que sin ello no será posible, es necesario atraer al esfuerzo de construcción nacional a los sectores sociales más socialdemócratas y liberales. No podemos construir un movimiento nacional sin tener en cuenta a todas los actores que deben intervenir en el mismo. El movimiento empresarial es determinante en todo el proceso.
Los beneficios que produce Andalucía, debe permanecer en la mayor parte en la propia Andalucía, y no allá donde cotizan las actuales empresas buitre que los maneja con el permiso del Gobierno de Andalucía, más en estos momentos en manos de la derecha del IBEX35. Poner en manos de los andaluces las principales fuentes de riqueza de nuestra Nación, pasa por implicar a quienes son capaces de ponerlos a producir, hacerlos sostenibles y creadores de empleo estable y digno para los andaluces.
Hasta ahora, Andalucía ha sido una colonia económica, y por tanto política, del resto del Estado español y de Europa. Es más podemos afirmar que Andalucía ha sido saqueada y colonizada por todos los pueblos que han ocupado el territorio. Fenicios y Romanos utilizaron Andalucía para la explotación de minerales, pesca y exportarlo al resto de pueblos llevándose los beneficios y no invirtiendo en Andalucía. Roma, a raíz de la “Lex Flavia Malacitana”, doto a Málaga de una cierta autonomía política y económica. No fue hasta la época de la Andalucía musulmana, desde la proclamada independencia del califato de Córdoba y la instauración de una Nación Libre, en la que la explotación de los productos andaluces se quedaron en Andalucía, lo que proporcionó el periodo de mayor cota de prosperidad económica, social y cultural de Andalucía. Lo que demostró ya entonces que, una Andalucía independiente y dueña de su sistema productivo es más que sostenible.
Andalucía necesita un nacionalismo claro como herramienta para conseguir la emancipación económica, política y social. El nacionalismo andaluz debe dejar de pensar en el andalucismo Blas Infatismo, nos hace singulares con respecto al resto de nacionalismos modernos. Las tesis moderadas no han triunfado nunca. Esa singularidad del andalucismo solo ha logrado aislar el nacionalismo andaluz del resto de nacionalismos reales, y con poder de decisión en el resto del Estado. El andalucismo nos ha relegado a meros comparsas y, en algunos casos, al menosprecio del resto de nacionalismos que nos observan más como un problema, un impedimento para la consecución los objetivos finales.
Asumir dichas responsabilidades. Reconocer el error del camino recorrido, iniciar el camino del verdadero nacionalismo, y acercarnos a las tesis de los nacionalistas vascos, catalanes y gallegos, pero desde la singularidad andaluza, son un primer paso para cambiar nuestra nefasta realidad, coger el verdadero peso específico que le corresponde a Andalucía por territorio y población y ganar el respeto del resto de naciones de la península.
El esfuerzo por la soberanía y la independencia de la Nación Andaluza, en estos momentos históricos, está ligado de forma íntima con el esfuerzo del resto de las Naciones del actual Estado español. El esfuerzo del nacionalismo andaluz debe ser, como mínimo como los que más, nunca por debajo del mismo si queremos estar al mismo nivel de exigencia que el resto. Una Andalucía soberana e independiente como las que más, como paso previo a futuras soluciones federales o confederales.
En Andalucía llevamos mucho atraso en el camino de la soberanía con respecto al resto, que debemos superar en el menor espacio de tiempo posible. Para ello, el proceso de unión temporal de todos los nacionalistas andaluces, en torno al proceso constitutivo, debe ser el primer paso para mandar un mensaje claro a los andaluces de que, el movimiento de liberación nacional ha comenzado. Del mismo modo, es irrenunciable potenciar los medios de comunicación propios, ya que en la actualidad, lo único que llega a los ciudadanos es lo que interesa que llegue desde Madrid. Comenzar a movilizar al pueblo en torno a la idea de una Andalucía libre, como medio de recuperar la Andalucía prospera, debe ser otro de las acciones determinantes. En este aspecto, es de igual importancia, el acercamiento del nacionalismo andaluz a resto de nacionalismos, para no seguir perdiendo espacio, peso y tiempo con respecto a ellos. Un ejemplo claro de dicho camino a realizar es la denominada “declaración de Despeñaperros” entre nacionalistas andaluces y castellanos, o la colaboración entre la Asamblea Nacional Andaluza, con la Asamblea Nacional Catalana. Solo desde una posición clara y en igualdad de obligaciones y derechos que el resto de naciones implicadas, los andaluces podremos ser útiles en la nueva configuración territorial de la península y de la Europa de los pueblo.
El proceso del cambio del actual modelo territorial que, en principio pudiera ser un proceso de descolonización, no lo de forma clara. Los procesos de descolonización, por lo general son de territorios lejanos, abandonados de las metrópolis y sin representación ni peso alguno en lo político, social y económico. En el caso del Estado español, no se cumplen estas condiciones básicas para llamar descolonización al proceso, aunque la actitud del centralismo madrileño con respecto a la periferia sea del mismo calibre.
El caso del problema territorial español, tiene los mismos orígenes y problemática que los de otros territorios cercanos, como puede ser el británico con Irlanda o Escocia, el Francés con los Corsos o el actual problema territorial Italiano. Ello se debe a que las fronteras de las actuales naciones reconocidas como tal en Europa, se formaron a base de intereses monárquicos y feudales, en vez de respetando la unidad de pueblos y culturas, como podemos observar de forma clara con el caso de Euskal Herria y su extensión natural en sur de Francia. El error de construir la Europa, de las naciones en vez de la Europa de los pueblos a la que aspiramos.
Clara esta la imposibilidad de lograr la independencia de Andalucía por sí sola en el actual panorama político y territorial de Estado español. O lo logramos juntos al resto, o no lo lograremos. Del mismo modo tampoco es el camino de la revolución, o de los movimientos armados como el vasco, a la vista esta el fracaso, y el daño producido a inocentes. La independencia de los territorios debe llegar, no hay otro camino posible, por el camino de la Ley, y el de las reformas territoriales desde la propia modificación de la Constitución del 78. De la Ley a la Ley.
Ello conlleva un elevado grado de solidaridad interterritorial, claridad en la definición de ideas y objetivos, al mismo tiempo que mucha generosidad por encima de cualquier otra consideración. Impulsar la creación de una plataforma de trabajo político, con el objetivo de concurrir a las elecciones generales del Estado de forma conjunta. De ese modo lograr el mayor grupo parlamentario posible, para comenzar a forzar desde el propio parlamento, el comienzo de la reforma de la Constitución del 78, como primer paso para la reforma territorial. La presunta unidad que intentan representar los partidos estatales, debe ser contrarrestada con más unidad, aún si cabe, por parte de los reformistas. Evitar el enfrentamiento rupturista, y llevarlo al campo reformista. Reforma como medio de evitar la ruptura.
Como paso previo, el reconocer la realidad de las naciones de componen el Estado. Superar como primer paso el estado de las autonomías por el reconocimiento de un Estado libre plurinacional. Por tanto esta reforma de declaración y aceptación previa, debe ir acompañada por el claro objetivo democrático, recogido en todos los manifiestos a favor de los derechos humanos y de los pueblos, como son los que recogen el derecho de autodeterminación de los pueblos, debe ser prioritario.
Pactar una reforma constitucional que recoja tales derechos de los pueblos y armonice la cohabitación en una confederación de libre anexión, en igualdad de derechos y obligaciones como norma fundamental de convivencia, ayuda, crecimiento mutuo y defensa de intereses comunes. Dicha reforma constitucional debe recoger por tanto la libre anexión de los pueblos a la misma en referendos, tanto al tratado de anexión, como el de separación. La puerta de un estado común debe estar siempre abierta en ambas direcciones, a todos y cada uno de los miembros, por tedioso y complicado que pudiera parecer en principio.
No será posible una hipotética federación de naciones, si no se garantiza el libre acceso a los derechos de autodeterminación de los pueblos. La unidad de la nueva reforma constitucional debe basarse en la libertad de los pueblo, como mayor garantía de pertenencia a la unidad por contradictorio que pueda parecer en principio. Garantizar la independencia y la libertad de cada uno de los miembros, como garantía de la unión.
Ese debe ser el camino del nacionalismo andaluz. Conseguir la independencia que nos corresponde como Nación y decidir por parte de nuestro pueblo la pertenencia o no al Estado de la Unión. Una Andalucía libre y soberana desde y por la Ley.