viernes, 22 de noviembre del 2024

No los juzgan por independentistas

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            Siempre es un descanso. Ya lo dio el Juez instructor: “Ser independentista no es delito”. De ahí que él mismo se estrujara las entendederas para hallar algo que pudiera obtener ese calificativo, en su primer envite contra los exiliados. Pero no coló. En Europa no se creyeron los cargos por los que eran reclamados, y uno tras otros los naipes fueron cayendo. Quedaba “malversación” y… ¡bueno! (vaya expresión-recurso más político), habrá que hacer algo. Uno, miembro de la plebe, de la capa más normalita de la sociedad, todavía no ha podido o sabido saber, cual o cuales son las acusaciones recusadas por los acusados. Pero el papel de los acusadores está dejándoles en su sitio y la Justicia española, más que eso, el régimen hispano, tambaleándose, temblando y no de frío. “Aquí ya no queda más que una solución” -braman los cruzados del trifachito- 155 y tentetieso. Que si estuviera aquí “el abuelo”, se iban a enterar esos rebeldes la que les caería encima”. Ya se enteraron. Ellos, no. Y no por la edad. Los demás, sí, se enteraron bien enterados. En Cataluña y en todos los rincones del Estado. Lo difícil, doloroso, increíble, es aceptar ahora la indignidad perseguida por la derecha más recalcitrante; por la que se insultan y se arañan entre ellos: una dictadura cada día menos encubierta.

            Lo que tampoco otros se quieren enterar, es que el hacha del 155, una vez desenterrada, no va a blandirse solamente contra Cataluña. Servirá para cortar, no sólo las ansias de libertad y autodeterminación del pueblo catalán. También las reivindicaciones, por muy justas que sean, del pueblo astur, o del balear, o las todavía tímidas demostraciones de soberanía de Canarias, o la toma de tierras de los sindicalistas andaluces. La ultraderecha, hoy como a principios del XX, como en el XIX, llama “democracia” a la imposición de sus prerrogativas. Y “unidad” a la presión de las cadenas sobre todos los pueblos de la península. Los estados federales son estados unidos, y no sólo el que lleva ese nombre. Están unidos por la fuerza de la convicción, de la voluntad, porque así lo han decidido. Y, como reconoce el Derecho Internacional, firmado por el Estado español, el mismo derecho a Federarse con otras naciones les asiste para caminar en solitario, si ese es el deseo mayoritario de su pueblo. Puerto Rico, considerada “colonia” por la ONU, no ejerce la independencia porque los referéndum celebrados no han obtenido mayoría. Todavía. Los han celebrado, igual que Escocia, porque oponerse a que un pueblo manifieste su preferencia política, exprese su deseo, incluso de independizarse, es la mayor, la peor muestra de intransigencia y totalitarismo. La que nos dio el Gobierno de Rajoy y la que nos están dando quienes siguen su política, aumentada y enardecida por el ardor dictatorial de los tres elementos más útiles al IBEX35.

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            Si se empeñan en probarlo, los hallarán culpables de desobediencia, de malversación y por poco de haber matado a Manolete, ya que estamos… En definitiva, se les acusa de incumplir la Ley. Eso es grave, es muy malo. Lo que pasa es que no todo el mundo está de acuerdo; que no todo el mundo lo acepta, dentro y fuera de este reino, todavía en las catacumbas del imperio que nunca supieron defender. Pero también cabe la posibilidad de que el Tribunal sea realmente independiente y haga Justicia, con mayúscula, a mayor cabreo de los trifacciosos. Es lo que esperan en Europa, dónde ya pararon los pies al ínclito García Ferreras. ¡Como le debieron subir los colores, cuando el Presidente de Dinamarca, afirmó que aceptaría un referéndum de cualquier región de su pequeño país! Se sabe que Europa calla , cobarde, porque teme una reacción en cadena tras la victoria del independentismo catalán. También la temió tras la liberación de los pueblos sometidos por Servia al engendro ruso-francés llamado Yugoslavia, y no pasó nada. Fuera. Porque dentro, la OTAN y Europa esperaron criminalmente a que Croacia y Bosnia se tiñeran de rojo.

            Puede ocurrir. Sería absolutamente lógico, que los presos políticos salieran del juicio absueltos, o al menos con las acusaciones y condenas sensiblemente rebajadas. El Sr. Rivera pierde entonces motivación para su “manifestación preventiva”, porque no sería un indulto, sería una sentencia a la que le obliga “democrática” y “constitucionalistas”. Como si fuera democrático negar al pueblo el derecho a decidir, o si sólo fueran constitucionalistas los defensores de esta Constitución. En todo caso, estaría obligado a acatarla, aunque ojalá no, porque es bueno que caigan las caretas. Pero, a lo que vamos: si fueran absueltos ¿quién les devuelve más de un año de vida perdida en prisión? ¿Quién debería pagar por haberles robado más de un año de su vida?

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