“Los generales golpistas tardaron 24 horas en abrir el primer campo de concentración oficial del franquismo. El lugar escogido fue una vieja fortaleza del siglo XVII en el corazón del protectorado español en Marruecos. Entre el 18 y el 19 de julio de 1936, decenas de militares que habían permanecido leales al orden constitucional, miembros de organizaciones republicanas, cargos públicos, periodistas y maestros comenzaron a ser confinados en la alcazaba de Zeluán”.
“Todos ellos eran, en cierto modo, afortunados. Solo en la primera noche de la sublevación los golpistas habían fusilado a 189 personas en Ceuta, Melilla y el territorio del protectorado. Un día después Franco oficializó esta práctica represiva. A través de una orden, pidió a sus compañeros de rebelión que organizaran “campos de concentración con los elementos perturbadores” a los que debían emplear “en trabajos públicos, separados de la población”.
Con el libro Los campos de concentración de Franco se regresa a aquel país de miedo y desolación. Reeducación, esclavismo y muerte marcaron la vida en los campos de internamiento creados por el bando ganador de la guerra. Su autor evoca en estas páginas la memoria de aquel horror. Como nos informa El País, Luis Ortiz, uno de los últimos esclavos del franquismo y protagonista de este reportaje, ha muerto este jueves, 7 de marzo, a los 102 años
La imagen de la bandera franquista ondeando al otro lado de la frontera le provocó una profunda inquietud. Nunca hasta entonces la había contemplado tan de cerca. Tras dos años y medio combatiendo en las filas del Ejército republicano, de la dura derrota y de siete meses de exilio en Francia, estaba decidido a retornar a casa aquel 1939. Su madre había sondeado en Bilbao a personas cercanas al nuevo régimen.
Todas le aseguraron que, si su hijo regresaba, nadie le molestaría ya que no existía cargo alguno contra él. El informe materno le generó más confianza que las promesas realizadas por las autoridades españolas y francesas. Luis nunca se había acabado de creer el mensaje que repetía la megafonía de los campos de concentración galos de Septfonds y Gurs, en los que había compartido cautiverio con miles de compatriotas: “Volved a vuestro país. Nada tiene que temer en la España de Franco aquel que no tenga las manos manchadas de sangre”.
Ya no era momento de echarse atrás. Luis siguió adelante y cruzó tranquilamente el puente de Hendaya. “Irún estaba plagado de guardias civiles y falangistas. No tardaron ni un minuto en detenerme”. Instantes después ingresaba como prisionero en el cercano campo de concentración habilitado en la fábrica de chocolates Elgorriaga. Allí comenzó un periplo que le llevaría a pasar por otros dos campos de concentración y por un batallón de trabajadores esclavos.
Luis Ortiz fue uno más del cerca de millón de españoles víctimas de un sistema que comenzó a organizarse tras la sublevación contra la Segunda República. Así comienza uno de los más vergonzantes y dramáticos episodios de la historia de España. El sublevamiento, el Golpe de estado y la Guerra Civil. Los campos de concentración de Franco son una negra y nefasta etapa más de la misma del que trata este libro.