viernes, 22 de noviembre del 2024

Felicidades, féminas

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            Aunque sería mejor poder decir: “felicidades, mundo”, “felicidades, ser humano”. La huelga feminista ha sido un éxito. Y cuando para medio mundo, medio mundo queda parado. Verdad de Perogrullo. La cuestión no es esa. La cuestión es alcanzar igualdad plena, total, absoluta, de todos los seres humanos. A igual trabajo, igual salario. A igual comportamiento, igual respuesta. Si ese es el sentido de la huelga de hoy, 8 de marzo, felicidades a las/los huelguistas y a cuantos han colaborado en su éxito. Porque igualdad no es paridad. Igualdad es gozar todos de los mismos derechos y de las mismas posibilidades: a igualdad de preparación, de merecimientos, igualdad de oportunidades. Paridad es exigir el mismo número de exposiciones de hombres y mujeres, sin tener en cuenta la proporción de artistas. Por ejemplo. Es, por ejemplo, pedir el despido de miles de directivos para, en su lugar, poner directivas. Sí, es lamentable el escaso número de directivas. Tanto como lo sería, también, ejecutar la frase anterior. En todo su sentido, porque sería una ejecución. Ó exigir el mismo número de “oficialos” y “oficialas” en el ejército, sin esperar a que pueda ir haciéndose una renovación, que precisaría mayor número de mujeres en la base, es decir, de soldados. O reclamar un léxico pretendidamente “inclusivo”, que convertiría a las mujeres-soldado en salario. Pues eso es lo que significa “soldada”. Es imposible hacer la adaptación tan automática como algunas/os pretenden.

            Se pierde la razón cuando se abusa de posición, o, simplemente, se exagera. Los hombres la perdimos en el momento en que una mayoría creyeron el cuento de su superioridad. El mismo día que empezaron a ejercer de “macho ibérico”, y a defender, como hecho diferencial “el hombre no usa la escobilla en el retrete”, por citar un ejemplo que llega al godismo más regresivo, con aquella frase, por fortuna superada, de “lavarse es cosa de señoritas”; a pelear por demostrar quien es más fuerte, enfrentando también a los hombres entre sí. A imponer la fuerza sin escuchar la razón. El mismo día que se creyeron tener derechos superiores a los de la mujer.

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            Exagerar es ignorar a la mitad de la población, pero en cualquier sentido y dirección. Es encerrarse en expresiones falseadoras de la realidad. Es no querer entender que la terminación “e” (e, el, en, er, es) es neutro y en esa ignorancia persistente, cambiarla por “a” o añadirle el monosílabo. Atención, pregunta: ¿son masculinos acaso, Isabel, Raquel, Mercedes? ¿Es masculino “mujer”? El supremacismo es lo peor de lo peor, lo practique o lo defienda quien quiera que lo practique o defienda. Cuando se busca supremacía, cuando se llega a la exageración tan hermana de la mentira, en busca de una razón ausente, se pierde la razón que la fuerza no puede dar. No es sólo el idioma. Que hay más muertas que muertos, no justifica el olvido de estos últimos. Serán pocos, pero también son seres humanos y víctimas de violencia. Y, recuérdese: las comparaciones son odiosas. Siempre. Ni la comparación, ni el olvido, ni menos aún la negación. ¿Tiene más valor la vida de unos seres que la de otros? No ¿verdad? Entonces busquemos igualdad. Igualdad de verdad. Dicen que “sólo” hay un 1% de denuncias falsas, aunque estas son las reconocidas. Pero, aunque así fuera ¿eso las justifica? ¿Un número bajo basta para justificar un delito?

            Los ultramontanos no tienen razón. En todo, no. Pero como nadie es totalmente bueno ni totalmente malo, como en un montón de sinrazones puede haber una razón y viceversa (a los hechos me remito), como sería muy torpe huir de la coincidencia ocasional, pues coincidir con nuestro enemigo en algo sólo debe ser un problema para ese enemigo, es deber de todos defender la ecuanimidad. Ni todo para unos ni “dar la vuelta a la tortilla”. Cuidado con los excesos. Cuidado con la exageración. Cuidado con negar la realidad, en pro de ensalzar unos derechos que nadie niega. Nadie niega los derechos. El supremacismo no debe ser consentido ni siquiera por sus beneficiarios ó beneficiarias.

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