Entre 2011 y 2014, el mundo entero siguió con atención los eventos en Escocia. Para muchos de nosotros fue muy importante ver cómo la anciana nación podía haberse convertido en un país independiente de manera pacífica y democrática. El caso escocés fue un ejemplo de pulcritud, legalidad y legitimidad.
En cuanto se hizo oficial la convocatoria del referéndum empezaron los movimientos extraños de los periódicos españoles y algunos comentarios de líderes conservadores evidenciaban que algo desagradable se estaba fraguando.
Sabemos bien que los asuntos internacionales no han sido parte de la fortaleza española; bien seguro todos recordamos la guerra de Irak o el apoyo al intento de golpe de Estado en Venezuela contra Chávez con Aznar al frente de estos episodios vergonzosos. El espíritu imperialista viejo y rancio se mantiene vivo para nuestra vergüenza.
Mis sospechas se hicieron realidad: El Periódico y El Confidencial informaban de reuniones entre conservadores del Reino Unido y España para preparar una estrategia común y detener el avance y el éxito de los movimientos de independencia en Cataluña y Escocia, aún a sabiendas de que ambos procesos eran completamente diferentes.
Esas reuniones son, aún ahora, una losa para la líder conservadora escocesa Ruth Davidson quien quiso mantenerlas en secreto. Pero las filtraciones a prensa destaparon su nombre junto con otros como el de González Pons o Alicia Sánchez Camacho, quien, por cierto, se jactaba de querer imitar la campaña Better Together de Reino Unido para aplacar al movimiento independentista en Cataluña. La foto de David Cameron y Mariano Rajoy juntos siempre será recordada como el inicio oficial de la campaña internacional unionista.
El mismo González Pons, después de conocerse el resultado de la votación del referéndum sobre Brexit, al darse cuenta de su estupidez previa, habló con la BBC asegurando que España no vetaría la membresía europea de Escocia en caso de alcanzar su independencia, al mismo tiempo que marcaba diferencias con el caso catalán. Demasiado tarde. El daño ya estaba hecho.
Todos vimos al Sr. Barroso interferir vergonzosamente en el debate con un argumento que ahora todos sabemos que era absolutamente falso (e insultante). Y después de Barroso, el mito del veto español apareció en todos los periódicos y canales de televisión que difundieron la “duda razonable” de que España sería un verdadero obstáculo para la membresía en la UE de Escocia, consiguiendo con ello que gran parte del pueblo escocés y de los miles de ciudadanos europeos que vivían y trabajaban en Escocia por aquel entonces, y que tenían por tanto derecho a voto, se decantasen por el “no” a la independencia por temor a quedarse fuera de la UE.
A pesar de que algunos medios de información alternativos escoceses explicaron que no existía tal veto desde España hasta la saciedad, la prensa tradicional al completo difundió no solo este mito sino todos los argumentos falsos de la Campaña Mejor Juntos. Yo misma perdí la cuenta de la cantidad de veces que tuve que aclarar la postura oficial española en mis plataformas.
La campaña “Better Together” mintió al electorado y consiguieron su victoria.
¿Y ahora qué?
Todos aquellos que intentamos alertar sobre esta y otras falsedades en el 2014 somos ahora víctimas potenciales del desastre del Brexit. No sólo los escoceses y los ciudadanos de la UE que viven en Escocia, sino muchos escoceses que viven en países europeos se enfrentan a la incertidumbre de un escenario sin acuerdo… e incluso a la inseguridad de un mal acuerdo. Todo lo relacionado con Brexit es surreal y de una incompetencia suprema.
Sin información, sin indicaciones, sin garantías de derecho de movimiento. Numerosos británicos residentes en el Estado español están preparando ya gestiones para obtener la nacionalidad española, no porque se sientan satisfechos y felices con el escenario político aquí, sino porque al menos tendrán asegurados los beneficios europeos en su totalidad, en especial la libertad de movimiento.
Un 62% del pueblo escocés votó en contra del Brexit. Pero la realidad es que votaron NO en 2014 y esto hizo que su voto en el referéndum de la UE fuera irrelevante para el voto mayoritario en Inglaterra.
La campaña xenófoba y racista se ha expandido con rapidez amplificada por los medios de comunicación. ¿Cómo puede alguien aceptar el argumento del fin la libertad de movimiento? ¿Cómo puede alguien aceptar los ataques contra personas que vienen de Rumania o Polonia, por ejemplo, cuando tienen familiares o amigos en España, Francia y Alemania? ¿Son conscientes de que cuando los atacan a ellos, también nos atacan a nosotros? ¿Son conscientes de su vergonzoso e intolerable racismo?
La idea de viajar con mi esposo escocés y tener que pasar en Escocia control de aduanas en dos colas diferentes es absurda. La simple idea de que alguien que ha sido residente y, por tanto, parte del Reino Unido durante años o que vive entre dos países reciba notificación de deportación es desgarradora. Incluso tener que obtener una visa es simplemente absurdo.
Hemos llegado a este punto porque una élite ha decidido llevar a cabo una estrategia fundamentada en la xenofobia, promoviendo la idea de un Imperio antiguo y rancio en pleno siglo XXI. La misma élite que está llevando a otros países europeos sus empresas para evitar la catástrofe económica que va a suponer para los pueblos de Reino Unido la salida de la Unión Europea.
Ha sido alentador ver cómo en medio de esta oscuridad el gobierno escocés está dando alguna esperanza. Los insistentes mensajes y acciones tomadas por la Primera Ministra y los diputados escoceses del SNP en Holyrood y Westminster nos han transmitido la serenidad que necesitábamos.
Escocia manda mensajes cada día: «Queremos que estéis aquí. Os necesitamos aquí. Apoyamos y defendemos vuestros derechos”.
Nicola Sturgeon se ha convertido en un referente valiente y esencial para el sentido común y el internacionalismo. Su abierta defensa de los derechos de los inmigrantes y anti-Brexit es muy apreciada, y sus viajes oficiales alrededor del mundo cobran importancia en este momento tan crítico.
Mientras tanto, los canales británicos intentan minimizar su trabajo y su valía. Es sencillamente vergonzoso, pero la censura y la manipulación en Reino Unido será pronto motivo de estudio en las Universidades de Periodismo.
Nicola Sturgeon está actuando cómo debe de actuar, de la manera en que Escocia necesita que su Gobierno actúe: reforzando las redes comerciales internacionales, creando vínculos diplomáticos más fuertes, promoviendo «Scotland the Brand”, la marca de origen de los productos escoceses; y difundiendo la palabra de Escocia como un nación acogedora promoviendo principios de justicia social y erigiéndose como defensores comprometidos del Acta de Derechos Humanos. Nicola Sturgeon ya está actuando como la máxima representante de un país independiente.
La mentira de que Escocia no será aceptada como una nación y socio igualitario en el panorama de la UE ha desaparecido como muchas otras de las mentiras repetidas durante la campaña de 2014. Y la idea de un nuevo referéndum de independencia está presente y se enfrenta al ambiente tóxico y reaccionario de la política de Londres.
El gobierno español debe una disculpa al pueblo escocés por haber permitido que en su nombre se interfiriese y se mintiese en el debate de 2014. No sólo esto sino que además se debería hacer todo lo posible para defender los derechos de los escoceses y de los ciudadanos de la UE a tener la opción legítima de quedarse en Europa. Escocia lo merece y es una cuestión de justicia.
Pero viendo cómo se suceden los acontecimientos en el Estado español… sinceramente, ¿Alguien espera que los políticos y los gobiernos actúen con coherencia y responsabilidad? Llamadme ingenua, pero yo sigo creyendo que eso, algún día, será posible.