jueves, 21 de noviembre del 2024

Entrevista a Juan Manuel Sánchez Gordillo, alcalde de Marinaleda

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            Dejó la profesión de magisterio para enseñar a niños y adultos. Hoy es uno de los alcaldes más longevos del reino de España, si no el que más: continúa rigiendo su pueblo desde las primeras elecciones democráticas, en 1979, y sus vecinos no le permiten dejar el cargo. De uno de los más pobres, de los de menos recursos de toda Andalucía, lo ha llevado a ser el que menos paro sufre. En Marinaleda se cumple aquello de “Ni una familia sin techo, ni una persona sin pan”. Bueno, no era exactamente así, pero Marinaleda tampoco es “Auxilio Social”, ni ellos quieren que se parezca. Porque, si tienen sustento y vivienda, es gracias a su trabajo, el que han conseguido con esfuerzo y presión social. Y con su unión. Porque en Marinaleda es la Asamblea quien manda. El Ayuntamiento son los vecinos reunidos en la plaza, como en el tiempo de al-Andalus. Aquí las decisiones se toman a mano alzada.

            Juan Manuel Sánchez Gordillo, combatido por la derecha y por quienes se dicen de izquierda, ha hecho de Marinaleda un ejemplo para Andalucía y para todas las naciones, con o sin Estado, a las que lanza un reto: “Nada será posible sin soberanía”. Parecía mentira cuando se hizo cargo de la alcaldía, hace ya cuarenta años; pero lo que parecía mentira, la utopía, ya no es “el lugar que nunca existió”. Ahora existe y el propio Tomás Moro se maravillaría de ver cómo la gente trabaja en armonía porque todos son necesarios. Porque, continuar precisa el concurso de todos. En esta entrevista, en su casa, una casa como las demás del pueblo, a donde nos llega desde la calle que limpia y adecenta junto a sus vecinos, queremos saber cómo ha sido esta evolución revolucionaria:

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            ¿Qué es la utopía?

            Es algo necesario. Sin utopía no hay nada; ni proyecto, ni fin. Nada. Utopía es igualdad, ecologismo, feminismo, enseñanza, aprendizaje… no se puede esperar nada sin ella. La utopía es imprescindible.

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            Pero ¿existe la utopía?

            Claro que existe. Aquí existe. Aquí hay viviendas para todos. El Ayuntamiento ha dado el suelo, ha puesto materiales y albañiles. Y quienes quieren habitar su vivienda ponen su trabajo. Hacemos viviendas de noventa metros cuadrados, con tres habitaciones y otros noventa metros de patio. Y todo el mundo puede pagarla, porque se pagan quince euros al mes.

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            Aquí no habrán inmobiliarias.

            Aquí el pueblo lo hace todo. La vivienda es un derecho, no puede ser una mercancía. El suelo, la tierra, no tiene dueño, no debe tenerlo porque es de todos. Forma parte del Derecho público. Que el suelo sea privado es una injusticia y hay que apostar por la Justicia.

            Cuando la vivienda es privada, solamente puede ser para quien tiene dinero, y eso marca la diferencia de clases de la peor forma, porque deja sin techo a quien no tiene la cantidad de dinero que requiere comprar una vivienda. Defender lo público es la verdadera opción de la izquierda. Pero de la izquierda de verdad, no de los que dicen ser de izquierda y son más de derecha que los más de derechas.

            En ese aspecto ¿sois el único municipio del reino de España dónde se cumple la Constitución?

            Para esto no debería hacer falta ni constitución. La vivienda es un derecho, no un negocio, no una mercancía. En este sistema, con los sueldos y la economía actual, la mayoría no tiene derecho a una vivienda. Y no tiene derecho porque está entendida como una mercancía. Pero la vivienda debe desaparecer del mercado.

Cuarenta años de alcalde ¿cansa?

Sí. Pero soy un líder colectivo. Solo, no soy nadie, soy uno más; (la modestia es imprescindible –aclara–). No se puede ser de izquierda y tener una casa cinco veces mejor que la de tus compañeros; hay que ser discretos por solidaridad, por coherencia con lo que se dice. Tiene que haber coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, no puedes representar a quienes no tienen nada, si tienes mucho; hay que vivir como el común de la gente, si no, no puedes representar a nadie. Al menos, a nadie de clase trabajadora.

¿No habrías estado más tranquilo si hubieras seguido de maestro?

Evidentemente. Me han detenido, he estado en la cárcel, me han multado. Pero es la locura de vivir. De maestro nunca hubiera aprendido lo que he aprendido de la lucha. Ha merecido la pena. La aventura forma parte de la utopía, porque el sueño se puede hacer realidad; como se ha hecho.

Y la gente, tu pueblo ¿no se cansan de ti?

Mis vecinos quieren que siga mientras pueda.

Pero has estado enfermo…

Sí, bastante enfermo. Pero me voy a presentar con una lista de gente joven. Tengo que seguir, no puedo renunciar a la utopía; voy a hacer lo que tengo que hacer, lo que me queda hacer, y vamos a contar con un grupo de personas capacitadas para continuar cuando llegue el momento. Hay que hacer un mundo diferente, una economía diferente en un mundo cada vez más conservador. Hay que tener presente el porqué de las cosas.

Te han puesto “verde”; te han dicho de todo. ¿Duele?

Sí, claro que duele. El ser humano no es de hierro. He sufrido críticas injustas, calumnias… terrorismo de la palabra. Porque hay terrorismo violento y terrorismo no violento, como el de la palabra. El caciquismo es terrorismo violento; no le importa que mueras, porque necesitan la guerra para vivir. El capitalismo necesita hacer dinero, aunque sea con tráfico, de armas, de lo que sea. El tráfico de armas es el segundo negocio del mundo.

¿Te has enfrentado a todo eso?

A nuestro nivel, por supuesto. Porque llevamos un modelo distinto, pacífico, basado en la cooperación; un modelo que es lo opuesto al capitalismo. Mira: los bancos son inútiles y ladrones. No serían necesarios en una sociedad madura. Sin embargo, entre 2008 y 2017, durante la crisis, han ganado más que nunca. Han comprado el dinero al 1% y lo han vendido a los propios gobiernos al 6%. Así que el Banco Central Europeo les da dinero, dinero que es de todos nosotros, para que ellos se ganen un 5%, que también pagamos todos. La crisis ha sido un negocio redondo, esa “crisis” ha sido provocada para conseguir que los ricos ahora sean mucho más ricos y los demás mucho más pobres. La gente hoy está peor que hace treinta años; el obrero está mucho peor. Esto es violencia contra los trabajadores.

¿Qué sería Marinaleda sin sus mujeres?

No sería nada, lo acabas de ver. La Asamblea la mueven las mujeres, son las más participativas. Las mujeres son constancia. Cuando hay una huelga, las mujeres están, animan y son las que más tiempo se mantienen. Es que, si la mujer participa, participa toda la familia. La mujer aquí tiene más constancia y más resistencia.

En Marinaleda hay un claro sentido de clase; la mujer aquí tiene sentido de clase, olvidarlo sería como vivir ajeno a la sociedad. La mujer, como clase, tiene claro que, o se es explotador o explotado, se es violenta o se es violentada. Y ellas no quieren ser ni una cosa ni la otra. La desigualdad provoca que haya explotadores, tanto sean hombres como mujeres.

¿Sois feministas?

Esto no es feminismo. Esto es humanismo. Hacemos humanidad, defendemos la humanidad, a los seres humanos. El feminismo no puede convivir con el capitalismo, sin embargo, vemos a muchas políticas y acaudaladas defender “su” feminismo. El capitalismo no quiere igualdad, necesita a la mujer sumisa. El capitalismo vive de la desigualdad, de la disparidad económica. Feminismo y capitalismo son incompatibles.

Y todo empezó con una huelga de hambre.

Catorce días estuvimos de huelga de hambre ochocientas personas, las mujeres las primeras. Costó mucho, porque el empleo estaba muy desordenado, ocupamos fincas y recibimos violencia a nuestra respuesta no violenta.

Se dijo, y fue sin mala idea, que ya estábais acostumbrados.

Claro. Lo nuestro fue hambre contra el hambre. Protestamos de forma pacífica, para remover las conciencias. El régimen nos contestó con violencia. Es normal, ellos son violentos; tienen armas, la policía no es neutra, no está al servicio de todos, sino al servicio del sistema, de la oligarquía. El sistema es violento por naturaleza, necesitan la violencia, todas las formas de violencia, para imponerse. Y no les importa que millones de personas mueran de hambre.

¿Esto tiene solución?

Es muy difícil, por eso hay que demostrar que se es lo que se dice que se es. La Izquierda no sabe convencer con su discurso, porque debe rechazar el capitalismo, si no lo rechaza se convierte en parte del sistema. El PSOE forma parte del sistema, porque también es de derecha. Dan palabrería de izquierda, pero defienden el capitalismo, la propiedad privada, la información manipulada. La tierra debe ser de quien la trabaja. No puede ser defensor de todos quien no quiere nada público, quien defiende a la burguesía ladrona o a los terratenientes. Hay solución, claro. Pero no con el capitalismo.

¿Qué es Humar?

Es Humoso – Marinaleda. El Humoso es un cortijo que está aquí cerca, uno de los primeros que ocupamos y cultivamos, para reclamar soluciones.

¿Humar es parte de la utopía? ¿Para qué sirve?

Claro que es parte. Es la utopía realizada. Sirve para que la tierra sea pública. Para demostrar que puede ser pública y llevada por los trabajadores, por lo público. La tierra, la energía, el aire, no pueden ser privados. ¿Por qué no se utiliza más la energía solar? ¿Por qué se le combate y se combate a las empresas que la fomentan? Porque no puede ser controlada por las eléctricas, por eso el PP impuso un “impuesto al sol”. Si la energía fuera pública se dejaría de utilizar petróleo y nuclear y se utilizarían el sol, el viento, las mareas. Energías renovables, que no contaminan ni dejan residuos y son más baratas. Lo privado es la injusticia.

¿Cómo soportáis la competencia de grandes empresas y de importaciones que abaratan costes porque dan sueldos de miseria?

Eso es una pelea continua. Aquí, los trabajadores y las trabajadoras cobran, como mínimo, 1350 euros al mes, netos. La tierra no es de nadie porque es de todos, no es heredable, es como el aire o el agua. Lo nuestro es un sistema de agro diferente, quienes lo trabajamos no somos dueños de la tierra, pero el producto de la tierra es de todos. Lo querrían destruir, porque pone en evidencia al sistema.

¿Y vendéis, a pesar de utilizar mucha mano de obra a ese costo?

Buscamos un sistema justo, donde lo más importante es el ser humano. Mecanizar más de la cuenta puede ser muy “moderno”, y beneficioso para el capital. Pero es un crimen a la persona. Pensamos como trabajadores, no como empresarios.

¿Crees que podéis ser un ejemplo para los demás?

Lo que hacemos aquí se puede hacer en cualquier parte. La energía debe ser pública, así mucha gente viviría gracias a ella ¿Por qué tiene que ser privada? La tierra debe disfrutarla la gente, el pueblo, porque es para vivir de ella. Un alcalde debe vivir como cualquier ciudadano. Es posible un mundo sin guerras. ¿Por qué destrozaron Libia o Irak, y están destrozando Siria? porque Al Qaeda y el ISIS son Estados Unidos. Ahora le ha tocado a Venezuela. Eso no es democracia, la democracia no existe cuando se venden seres humanos. ¿Acaso se respetan los derechos humanos en Colombia? Pero Colombia no preocupa lo que preocupa es Venezuela, que no la tienen. Estados Unidos lo que quiere es el oro, el petróleo, el gas, porque Venezuela es líder mundial. Eso es todo.

Entonces, Andalucía ¿qué salida tiene?

La república. Es la única. Pero la república andaluza. Es una pena que Andalucía todavía responda a la política española antes que a sus necesidades, que deben ser sus intereses. Andalucía necesita soberanía. Con soberanía podríamos controlar nuestros recursos, cerrar las bases extranjeras, dejar de ser su “portaaviones”; controlar nuestros medios de comunicación y de producción. Andalucía debe ser del pueblo andaluz. Por eso es necesaria esa República.

Reclamar soberanía es reclamar competencias; estamos más rotos que nunca, no ejercemos de andaluces. El nacionalismo y la lucha de clases son una misma lucha.

            Con esta llamada a la cordura, a la república andaluza, a la soberanía, a pensar en el ser humano antes que en el beneficio de muy pocos, ponemos fin a la entrevista. No a la conversación, porque queda mucho que ver, sobre todo si vamos acompañados.

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