Los vecinos de un pequeño pueblo de Barcelona de apenas 350 habitantes, Sant Martí de Sesgueioles, lograron engañar –con una urna de cartón del 9-N con votos simulados y oponiendo una férrea resistencia a las puertas de lo que se suponía que era el colegio electoral– a los agentes de la Guardia Civil que acudieron el 1 de octubre de 2017 a impedir el referéndum ilegal en este municipio. El voto por la independencia se realizaba mientras tanto en el garaje de un particular.
El tribunal del ‘procés’ en el Tribunal Supremo ha escuchado este curioso relato de boca de una agente de la Guardia Civil que ha cerrado este jueves la ronda de testigos. Con ella han sido un total de 24 los guardias civiles que han comparecido esta semana ante los siete magistrados que juzgan este asunto.
La mujer, que integraba el dispositivo de policía judicial comandado para impedir el referéndum en este municipio, ha narrado de forma pormenorizada lo acontecido ese día incluyendo lo que pudo ver en el camino hacia ese pueblo, cuando ciudadanos con los que se cruzaban les pitaban, insultaban y hacían gestos obscenos con la mano. «Era como si se hubiera perdido la vergüenza, el respeto a la autoridad se había evaporado en horas», ha manifestado la testigo a preguntas del fiscal Jaime Moreno.
A la entrada del pueblo vieron como dos camiones les cerraban el paso, y más adelante se encontraron palés en medio del camino y tres tractores colocados de forma estratégica para impedirles el paso, según la testigo, lo que les obligó a bajarse del vehículo y llegar andando al centro donde se suponía que se realizaba la votación. A las puertas, los vecinos habían colocado una serie de mesas y sillas a modo de barricada y formaban una barrera entrelazando sus brazos.
En el lugar los agentes de la guardia civil se encontraron a una pareja de Mossos d’Esquadra que se excusaron diciendo que no habían podido hacer nada al respecto. El más joven, según el relato de la testigo, se ofreció a acompañar al jefe del dispositivo de policía judicial para «intentar» hablar con los vecinos, momento en el que se les acercó una mujer que resultó ser la alcaldesa «enarbolada (retadora), con los brazos en jarras», que les preguntó de forma despectiva que qué venían a hacer.
Una urna del 9-N
Siguiendo con su relato –que ha realizado sin que su rostro pueda ser captado por la señal institucional televisa del Tribunal Supremo– la testigo ha narrado cómo decidieron entrar por una puerta lateral, que derribaron utilizando un ariete mientras la tensión crecía a su alrededor. En el interior del edificio se encontraron con una caja de cartón de las utilizadas en la consulta del 9-N en cuyo interior había 7 u 8 papeletas y una lista de personas anotadas a las que se ha referido como «figurantes».
«Uno de los DNI era de una persona de Vigo y el resto sería ficticia», ha señalado la agente, que repreguntada por el fiscal ha añadido que todo se trataba de una simulación. «No tenía sentido que ejercieran esa fuera –ha explicado–. La alcaldesa ‘posteó’ más tarde en Facebook que gracias al pueblo y a las ideas del pueblo habían tenido la idea de cambiar la urna para que nos llevásemos una de cartón, mientras ellos habían votado en el garaje de un particular».
En otro momento de su declaración, y a preguntas de la abogada del Estado, la testigo ha indicado que lo que hicieron los vecinos fue hacerles perder el tiempo «o que se viera la violencia ejercida ante ellos».
Durante su interrogatorio, el abogado Andreu Van den Eynde, que defiende al exvicepresident de la Generalitat Oriol Junqueras y al exconseller Raül Romeva le ha preguntado por expresiones de guardias civiles presentes en la actuación que fueron recogidas en vídeos realizados por los vecinos, tales como: «si no le he roto a uno una costilla, poco me ha faltado»; «metía la porra como si no hubiera mañana»; «si faltan escudos, damos pinchazos y fuera». La testigo ha contestado que no escuchó a sus compañeros realizar esas manifestaciones.