Un nuevo aplazamiento, para una central vieja. Aquí no hay miedo a los accidentes, como el ocurrido hace unos años en Bielorrusia, o hace tan sólo uno, en Francia.
No es un caso aislado. Las dos primeras eléctricas también han pedido alargar hasta 2032 la vida de las centrales nucleares de Ascó y Vandellós, ambas cercanas a la ciudad de Tarragona. El mapa de las nucleares sigue intacto; a este paso, si cambia, será por una reversión violenta propia, es decir: por accidente. No obstante, los comités de empresa de las centrales, cuyo personal está formado mayoritariamente por técnicos superiores, no han quedado contentos. Han colocado su legítimo derecho particular al trabajo, por delante del derecho colectivo de todos a la seguridad, y lamentan que la prórroga no sea sensiblemente superior.
Las empresas propietarias de las tres centrales tienen elaborado un proyecto para invertir 400 millones de euros en su revisión y reparación, a fin de que puedan aguantar esos doce años largos de prórroga, aunque, han amenazado con desistir de la renovación y cerrar las centrales, si las condiciones del Consejo de Seguridad Nuclear, requieren una inversión superior.
Según el acuerdo firmado con la Empresa Nacional de Residuos Radiactivos (ENRESA), que mantiene el cementerio nuclear en el término municipal de Hornachuelos, -a unos treinta km. de Córdoba y 90 de Sevilla- las centrales deben quedar cerradas en 2035, como máximo, pero han surgido diferencias entre ellas por las cifras de las inversiones necesarias para mantenerlas abiertas. El Ministerio para la Transición Ecológica ha tenido que conminar a las empresas Iberdrola y Naturgy, las más reacias a la posibilidad de aumentar la inversión necesaria, a que llegaran a un acuerdo, a que les compromete el protocolo firmado.
