Productividad es “cualidad de producir”. Y producir es crear, aportar algo nuevo; por tanto, mejorar. Salvo la acepción 3ª: “rentar beneficio anual”, añadida por el uso de las palabras, casi nunca riguroso, “productividad” sugiere, inspira la primera descripción. Aumentar la producción de algo debe suponer una mejora en la cantidad y en la calidad de un bien aportado a la Sociedad. Pues, para la hispana y recaudatoria Administración, no. Para la Dirección General de Tráfico, para la Dirección de la Unidad de Tráfico de la Guardia Civil, “producir” es poner más multas. Más multas. Más multas. Tanto, que en aras de esa discutible “productividad”, aquellos agentes que no alcancen el número de denuncias estimado por los agobiantes, opresores y codiciosos planes de la institución, ven mermados sus ingresos mensuales. La “norma” exige que cada pareja sea un poco menos benemérita y un poco más opresiva, y “casque” un número determinado de denuncias, como única unidad de medida de la “buena” realización de su trabajo. Su interés en la mejora del tráfico, por lo que se ve, queda claramente por detrás, por debajo, completamente minimizada por la cantidad de sanciones, sin duda porque eso determina el ingreso a percibir por las arcas hacendísticas. Esa es la aportación de la Dirección General de Tráfico al presupuesto, aunque no a la mejora del tráfico. Para la DGT, la “productividad” de los agentes depende exclusivamente de su participación en el ingreso económico previsto. Porque lo grave, lo peor, lo menos cercano a alguna forma de mejorar la seguridad, es que, si no llegan al número de denuncias exigido, sus ingresos disminuyen. O sea, para entendernos: los agentes no cobran comisión por poner multas. Pero sí perciben menos si no ponen el número que se les exige. No es lo mismo… ¿o sí?
Así es fácil explicarse por qué, ante un vehículo averiado, muchos agentes,
lejos de prestar socorro, riñen y aprovechan para dar un repaso a todos los
papeles habidos y por haber, por si hubiera posibilidad de sacar algo. No
todos, desde luego, la Asociación Unificada de la Guardia Civil, ha llamado
“perversa y maquiavélica” esta “normativa de productividad”, porque, desde que
se implantó, “genera malestar, competitividad y animadversión entre los propios
agentes”. Y en la definición no se incluye el perjuicio ocasionado a los
conductores. Ni el tiempo empleado en comprobar documentos y consecuentemente
sustraído a una vigilancia del tráfico óptima y racional, también
perversamente, con responsabilidad directa para la Dirección General de Tráfico
y para la Dirección de la Unidad de Tráfico de la Guardia Civil, en cualquier
desgracia que pudiera ocurrir como consecuencia de esa relajación en la
vigilancia, ocurrida a causa del excesivo “celo”, centrado sólo en la
imposición de sanciones. Pero, más grave aún, la referida Asociación ya ha
ganado varios juicios al Cuerpo, ante lo cual, vienen cambiando algún aspecto
específico, que permita usar otras palabras para seguir haciendo lo mismo. Y
ahí seguimos, forzando la máquina, buscando la recaudación, cambiando seguridad
y rigor por multas y más multas.
La inocencia nos hace creer que las patrullas están para cuidar la seguridad y
fluidez del tráfico, pero la práctica impuesta lleva otra dirección. Levantar
la mano para examinar al vehículo y al conductor, nunca pasó de molestia
innecesaria. Cuantas veces, mientras se miran con lupa los documentos y se registra
el coche, otros pisan la línea continua, o cometen otras infracciones, sin que
los agentes puedan (porque no sería lógico pensar que no quieren) fijarse en
ellos. Cuantas veces una nimiedad hace perder a un automovilista un buen rato,
mientras los agentes consultan por radio, precisamente por esa misma
nimiedad.
Medir la productividad en el número de multas impuestas es, desde luego, una
forma más perversa que equivocada de entender el tráfico. Es aprovecharlo como
método recaudatorio. Nada más. Con frecuencia lo niegan, pero los hechos lo
demuestran. Y eso entraña la responsabilidad de no cuidar debidamente la
seguridad.