jueves, 21 de noviembre del 2024

La destrucción del Paraíso

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Pedro I. Altamirano
Pedro I. Altamirano
Editor de Las Republicas y fundador de la Asamblea Nacional Andaluza (ANA)
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Vicente Aleixandre, sevillano de nacimiento, llevado por la mano materna hacia esa ciudad llena de luz y vitalidad llamada Málaga, escribió, uno de los poemas más bellos que se pueden escribir “La Ciudad del Paraíso”. Tan representativo de esta, que fue adoptado por toda la generación del 27, y hoy da nombre a la ciudad para los que amamos el arte y la belleza. 

La ciudad del paraíso
A mi ciudad de Málaga
 
 Siempre te ven mis ojos, ciudad de mis días marinos.
Colgada del imponente monte, apenas detenida
en tu vertical caída a las ondas azules,
pareces reinar bajo el cielo, sobre las aguas,
intermedia en los aires, como si una mano dichosa
te hubiera retenido, un momento de gloria,
antes de hundirte para siempre en las olas amantes.

Nombre, que no fue escogida desde el capricho, o desde un corazón enamorado de una ciudad, sino del sentimiento al pasear siempre por sus calles ingrávidas y gentiles, de gentes alegres y llenas de luz. Definió a la perfección la belleza sin límite de Málaga, siempre “Ciudad del Paraíso”.

Pero tú duras, nunca desciendes, y el mar suspira
o brama, por ti, ciudad de mis días alegres,
ciudad madre y blanquísima donde viví, y recuerdo,
angélica ciudad que, más alta que el mar, presides sus espumas.

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Málaga aguanto al desarrollo industrial, al desastre de la guerra civil, a los bombardeos de las tropas italianas y franquistas. Málaga supo aguantar su belleza a pesar de todos los atentados sufridos, cicatrices recibidas y ofensas padecidas, hasta que llegó la peor y más inhumana plaga traída a la ciudad por el falso modernismo cateto y desalmado. El inculto pensamiento que defiende que, para modernizar una ciudad, hay que destruirla antes. La Ciudad comenzó a perder el alma, comenzó a dejar marchitar el paraíso.

Calles apenas, leves, musicales. Jardines
donde flores tropicales elevan sus juveniles palmas gruesas.
Palmas de luz que sobre las cabezas, aladas,
merecen el brillo de la brisa y suspenden
por un instante labios celestiales que cruzan
con destino a las islas remotísimas, mágicas,
que allá en el azul índigo, libertadas, navegan.

Las grandes ciudades europeas, destruidas por la barbarie del fascismo en la segunda guerra mundial, como Varsovia, Ámsterdam o Bruselas, supieron recuperar sus ciudades, devolvieron el alma perdida a sus calles, a sus habitantes, a pesar, como el caso de Varsovia, se tuviera que recurrir a cuadros y fotos de la ciudad, para poder reconstruirla como estaba, pues nada quedó en pie. En Málaga el proceso, por desgracia, y vergüenza, el proceso ha sido el contrario, destruir la ciudad, eso sí, sin bombas, pero con demasiadas piquetas.

Allí también viví, allí, ciudad graciosa, ciudad honda.
Allí donde los jóvenes resbalan sobre la piedra amable,
y donde las rutilantes paredes besan siempre
a quienes siempre cruzan, hervidores en brillos.

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Todo comenzó con el falso modernismo. Con la imperdonable destrucción de dos barrios, El Perchel y la Trinidad que eran el verdadero corazón de la ciudad. Dos barrios de los que se hablaba en multitud de libros, poemas, cantes y recordado por aquellos que los mantenemos vivos en nuestra memoria. No hubo modo de salvar estos barrios, y Málaga cambió para siempre. Málaga dejo a dejar de ser Málaga, para intentar a semejarse a Chicago o Detroit, pero en cutre. Cemento, más cemento, tanto cemento donde antes había belleza, que la justicia divina ha actuado y esos horrorosos edificios de Hacienda y Correos, hoy está muertos y cerrados, como símbolo de lo que no se debiera volver a repetir, junto al más horrible aún edificio del arruinado Cortes Inglés. 

Allí fui conducido por una mano materna.
Acaso de una reja florida una guitarra triste
cantaba la súbita canción suspendida en el tiempo;
quieta la noche, más quieto el amante,
bajo la luna eterna que instantánea transcurre

La destrucción del Paraíso se extendió al Paseo de la Farola, y donde antes había una arquitectura admirada por la arquitectura de toda una época de esplendor, del que apenas se han podido salvar un par de edificios, florecieron las verdaderas torres adefesio que, también castigadas, pronto tendrán que ser derribadas a causa de una época en la que se construía feo, mal y barato. Junto al Paseo de la farola, el cáncer de hormigón y cemento continuo la metástasis, que comienza en la Coracha y se extiende hacia el barrio del Limonar, uno de los barrios más icónicos de Málaga y quizás más bellos de toda España, del que apenas quedan un par de caserones en pie, como testigo de lo que fue y no se supo defender. 

Un soplo de eternidad pudo destruirte,
ciudad prodigiosa, momento que en la mente de un Dios emergiste.
Los hombres por un sueño vivieron, no vivieron,
eternamente fúlgidos como un soplo divino.

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Así fue el cáncer apoderándose del alma malagueña, pudriendo el paraíso en beneficio de nunca sabremos quienes, pero que pagamos todos los malagueños/as. De la Plaza de Uncibay desaparecieron dos edificios espectaculares por su singularidad arquitectónica, el Cine Málaga Cinema y el Cine Goya, ambos sustituidos por dos “adefesios” insoportables. Necesitaría meses para detallar todos y cada uno de los verdaderos atentados urbanísticos cometidos contra la ciudad. Pero sólo hay que pasear por Málaga para ver lo que teníamos, y lo que nos han dejado: una fachada de cuatro calles céntricas, que ocultan el verdadero genocidio urbanístico y cultural producido por los continuos gobiernos del PSOE, PP y ahora con la complicidad y silencio de Ciudadanos.

Jardines, flores. Mar alentando como un brazo que anhela
a la ciudad voladora entre monte y abismo,
blanca en los aires, con calidad de pájaro suspenso
que nunca arriba. ¡Oh ciudad no en la tierra!
Por aquella mano materna fui llevado ligero
por tus calles inerávidas. Pie desnudo en el día.
Pie desnudo en la noche. Luna grande. Sol puro.
Allí el cielo eras tú, ciudad que en él morabas.
Ciudad que en él volabas con tus alas abiertas.

Vicente Aleixandre

Lo peor es que el genocidio continúa. Se ha derribado el edificio de “La Mundial”, a pesar de todas las protestas sociales. El actual gobierno municipal, insensible a las peticiones de la ciudadanía, acaba de dar la puntilla definitiva al corazón de lo que quedaba de la Ciudad el Paraíso de Vicente Aleixandre, de todos los malagueños y malagueñas. Acaban de rematar el alma de la ciudad. Con la Mundial, Málaga se queda desalmada.Solo queda esperar. Trabajar con nuestras nuevas generaciones para que sean capaces de no ya, no repetir este genocidio patrimonial, sino que, de igual modo que polacos holandeses o belgas, sean capaces de recuperar las fotos y cuadros de la que fue una de las ciudades más bellas del mundo y devolver el paraíso y el alma a Málaga.

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