Toda la agilidad y voluntad que falta a los políticos para resolver problemas, les sobra a la hora de aprovechar resquicios por donde colar discursos envenenados; tanto, que es justa la duda de si no abrirán ellos mismos esos resquicios. A Casado, tan empeñado en recordarnos el chiste de la viejecita y el rey (“como el que venga sea peor…”), le ha faltado tiempo para “colarse” por la protesta de la “España vacía” y colarnos a su vez el invento más increíble de la historia: así que ahora resulta que la solución para que los pueblos vacíos se vuelvan a llenar, no está en aprovechar las viviendas vacíadas por la despoblación, sino hacer más, muchas, muchas. Ya lo hizo su antecesor, Aznar “el de las Azores”: decidió urbanizar el campo y nos dejó un crack todavía flamante. La “crisis” no ha remitido, pero, en la medida en que la mayoría se aclimata a las nuevas condiciones de vida, las constructoras, incapaces de replantear su negocio y entrar en sectores productivos, resueltas a invertir sólo en los especulativos, deciden volver al bloque, no porque hagan falta viviendas, sino porque es “su” negocio. Tan sólo en Andalucía hay más de medio millón de viviendas vacías, en todo el reino varios millones; viviendas que no se han ocupado nunca, muchas de ellas en construcción, muchas terminadas, todas inútiles a lo que debería ser su utilidad. Ahí siguen. Las constructoras también siguen, buscando espacios a rellenar con bloques, que continuarán vacíos porque ninguna familia necesitada podrá pagarla. Sólo para subida del precio de los alquileres, por la codicia de “inversores” y de fondos buitre, en cuyas manos terminan sin remedio esos bloques.
El “héroe” de los especuladores, Pablo Casado, también busca más venta a los fabricantes de chichoneras, ungüentos y tiritas: asegura que la Ley del suelo actual “no permite hacer una pared para que los niños jueguen”. No ha dicho si piensa construir más centros de salud, pero su proyecto los va a necesitar. Es que se le van las mejores; el vicio de pensar en sus patronos y declamar contra los otros, sin preocuparse por eso tan sencillo que un día llamaron “rigor y dignidad”. Da igual: él declama para reclamar más viviendas, más bloques. El argumento, tan pueril, peor aún: falso, no le importa. Sabe que los de su partido le aplauden y que esos aplausos llegan a mucha gente vía tele. Eso sí le importa. Aznar, para irse y dejar a otro la situación defecada y favorecer a sus amigos, a quienes le habían llevado a La Moncloa sin contar con merecimientos, a quienes les debe su situación social, creó una burbuja, una ruina para quienes entraron y quienes no entraron en la vía especuladora abierta. Y todavía sin desinflar, su directo sucesor, Casado, el pobre sin unas Azores desde las que hacer méritos con que evitar el pago por arrendar las bases de Morón y Rota al “amigo americano”, sólo puede buscarse el “cariño” de la especulación internacional. Angelito. Inconsciente es, también, al no pensar que los fondos buitre dejarán de comprar viviendas en cuanto comprueben la imposibilidad de venderlas, o de cobrar los precios inmorales impuestos a los alquileres.
El despoblamiento de muchas zonas no se arregla con bloques. Los pueblos y ciudades despoblados tienen cientos, miles de casas vacías, y por eso en proceso de deterioro, lo cual demuestra que el problema no se resuelve con bloques. La despoblación se produce porque la gente emigra a ciudades industrializadas, de las que no abundan en el reino de España, o altamente turísticas. Luego, la solución estriba en no concentrar la industria en tres, cuatro ciudades, como se viene haciendo desde finales del siglo XIX. Cuando Felipe II se instaló en Madrid, aislado del mundo en el centro de la Meseta, buscaba tranquilidad; para él Valladolid ya era, entonces, “demasiado grande”. Cuando los reyes sucesivos, en especial los Borbón, decidieron hacer crecer a la capital, en lamentable seguidismo a París, pusieron las bases de la despoblación actual. El crecimiento vegetativo, es decir, el normal, no hace crecer una ciudad en la proporción en que han crecido algunas en el reino de España. Una ciudad no crece desde unos cientos a millones de personas, si no es forzando la emigración, por lo tanto, despoblando cientos de ciudades y pueblos. Madrid no es el único caso, pero es el más significativo, el más señalado. Es el caso más extremo de crecimiento artificial, forzado, que a su vez fuerza la despoblación de amplias zonas, fenómeno más visible en la Meseta y en el sur de Aragón, por ser, desde hace siglos, espacios de población escasa.
Los especialistas afirman que Casado ha desenfocado la situación. No es creíble. Tan tonto no puede ser. Ni tan torpe. No hay desenfoque. Hay interés. El ladrillo -el abuso del ladrillo- justifica la ausencia de inversión en industria y otros sectores productivos, y otra caída de la economía. Agentes bancarios y económicos insisten en continuar con las fusiones bancarias. El “estilo” del nuevo capitalismo no es crecer por ventas, sino por absorciones. El fin último de los bancos es terminar con las cajas rurales, fagocitadas por ellos y dejar dos, tres bancos máximo, para tener el mercado completamente dominado y controlado. Un trust sin monopolio real, y seguir cerrando oficinas para ganar más con menos gasto. Y un nuevo “crack”, un nuevo simulacro de crisis, aunque esta vez sólo afecte al “Imperio” soñado por la derechona, es la excusa perfecta. Hay que ver que retorcidos -y revulsivos- son los políticos. Algunos políticos.