Nuestras policías y nuestros ejércitos siguen siendo el bastión de mando de aquellos que ordenaban sacar de noche a las personas de sus casas para encerrarlas y de aquellos que asesinaban impunemente pensando, que así, lograrían doblegar a un pueblo honesto y bueno.
Nuestras policías y nuestros ejércitos siguen sin ser demócratas porque nada o casi nada ha cambiado en su funcionamiento y forma, porque siguen teniendo el mismo alma.
Nuestras policías y nuestros ejércitos siguen trabajando muchas veces dándonos, a los ciudadanos y a las minorías sociales, que juntas somos una mayoría social, la espalda.
Por lo tanto, su objeto de protección se convierte en mínimo, en casi un residuo.
Es doloroso reconocer que no pueden aún sustraerse, como colectivos, al enorme peso de una identidad policial y militar creada, formada y asentada sobre un franquismo como forma, método, sistema y línea política de trabajo. Prueba de ello es la escasa o nula aceptación de la crítica o la manera de reprender las disidencias internas que, a veces, se les generan.
Y como mujer, lesbiana, policía, feminista, catalana y de izquierdas, si de algo sé es precisamente de eso, de hacer y ser disidencia.
Cuando digo que la policía es un contrapoder y no un servicio público, que la policía acepta mal lo no- normativo y lo gestiona con intentos de expulsarlo y que la policía es un campo de nabos machistas y privilegiados, muchos se enfadan.
Entiendo y leo ese enfado con la conciencia de saber que tocar lo intocable trae siempre el ataque y la incomodidad intrínsicamente aparejado.
¿Cómo explicar si no es desde esa idea de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad de Régimen, que sepamos ahora que había una policía oscura, corrupta y hedionda denominada patriótica, que entiende la patria como excusa para cargarse la democracia?
¿Cómo explicar que en todas las causas de corrupción que protagonizan los partidos de la Vieja Guardia siempre haya policías imputados haciendo el trabajo sucio?
¿Cómo explicar que se puedan verter desde el uniforme acusaciones islamófobas y machistas como hace con total impunidad el policía Nacional Alfredo Perdiguero, quien ha dado formaciones y charlas en espacios neo nazis, sin que pase nada?
¿Cómo explicar que otro Policía Nacional de nombre César Augusto Alvarado haga declaraciones públicas afines al Régimen del dictador Franco, así como el saludo fascista y no sólo no sea reprendido, sino que sea considerado un ídolo a la interna?
¿Cómo explicar que sus propios compañeros lo hayan alzado para encabezar y liderar uno de los sindicatos más mayoritarios dentro de la Policía Nacional?
¿Cómo explicar que estos agentes gocen de una enorme popularidad y afinidad dentro de las filas de los funcionarios que se deben a la ciudadanía, pero que está claro que por afinidad política, sólo trabajan para una parte pequeña de ella y con ideas fascistoides?
¿Cómo explicar que el Teniente Segura que denunció la corrupción en el Ejército esté fuera y fuese expulsado?
¿Cómo explicar que yo misma fuera invitada a irme mediante la hostilidad del grupo de compañeros uniformados, por denunciar también malas praxis y corruptelas?
¿Cómo explicar que Marcos Antonio Santos, alguien como él, un militar, un hombre demócrata, cuyo único pecado fue firmar un manifiesto antifranquista en contra del genocida que atrasó y hundió a España en la desdicha a golpe de gatillo y gatillazo, haya sido sancionado por haberlo firmado?
La respuesta a todas estas preguntas la pueden ustedes encontrar en los primeros párrafos de este artículo, donde hablo de una dura realidad que no es otra que la Policía y el Ejercito en nuestro país aún no se ha logrado reciclar y que son el bloque duro de una España que, con otras armas, quiere seguir matando la libertad.
La extrema derecha dentro de los cuerpos de seguridad pic.twitter.com/zEO2ckBsLz
— Las Repúblicas (@Las_Republicas) 14 de abril de 2019