Hace 45 años los militares portugueses devolvieron al pueblo la libertad con claveles y fados y caminaron hace la democracia con risas y hermanamiento. Portugal vivió una transición verdaderamente ejemplar con menos de 29 víctimas; España vivió la transición más sangrienta de Europa Occidental y la segunda de toda Europa, solo por detrás de Rumanía, con más de 3.200 acciones violentas y 2.700 víctimas, de las que 700 fueron muertos.
Desde entonces, los militares portugueses acompañan a sus ciudadanos en la construcción democrática del país. En España los militares fueron usados por las élites franquistas y por Juan Carlos I como una pistola en la sien de la ciudadanía: ‘Aceptáis al sucesor de Franco o suelto a los militares. Aceptáis la Constitución que me blinda, me convierte en inviolable jurídicamente y restaura la monarquía con una familia, los Borbones, que han llevado al desastre y al enfrentamiento a España durante más de 300 años a España o suelto a los militares’. Y los militares lanzando dentelladas cada poco para que nadie olvidara que eran los cancerberos de Juan Carlos I y el Régimen Franquista.
En Portugal los militares son una parte normalizada de la sociedad, ciudadanos cuyo trabajo es ser militar. En España los militares son los garantes del orden constitucional, los vigías franquistas, y por ello amenazan impunemente al gobierno de turno cuando entienden que pueden estar arañando una esencia del Régimen. Lo hizo el teniente general Mena en el año 2006 advirtiendo con un golpe de Estado cuando se estaba gestado el ‘Estatut’ en Catalunya y lo hicieron más de 1.000 altos mandos militares hace escasos meses al firmar un manifiesto en contra de la decisión del Gobierno de exhumar a Franco del Valle de los Caídos. Lo hicieron loando al dictador y genocida Francisco Franco.
Los militares portugueses se manifiestan por las calles vestidos de militar e incluso protestan por los recortes en el gasto social como hicieron en 2012. Los españoles leen efemérides golpistas los 18 de julio (2017), comen en restaurantes museos franquistas (Casa Pepe), mantienen más de 120 símbolos franquistas en los cuarteles, presentan libros franquistas de autores franquistas (Stanley G. Payne) y se afilian a la ultraderecha.
Los portugueses admiran a los militares demócratas, a los que se jugaron la vida por la democracia en tiempos de la dictadura, y en cada localidad, escuela o centro cultural alguien o algo los recuerda. Los loa. En España los militares demócratas fueron apartados, maltratados y defenestrados. Los españoles casi ni conocen su existencia, ni saben de su vida, ni les agradecen en la muerte. Luis Otero falleció recientemente sin que el país supiera que había perdido un héroe. No fue el único. Los miembros de la UMD han sido aniquilados socialmente en España y reducidos a un par de líneas en los libros de historia. Y la purga continúa: recientemente Margarita Robles, del PSOE, ha organizado o amparado una cacería contra el cabo Marco Antonio Santos Soto firmante del manifiesto democrático contra la figura de Franco mientras ha dejado impune a los altos mandos franquistas.
Portugal huele a claveles, España lo hace a pólvora.
Luis Gonzalo Segura es exteniente expulsado por denunciar corrupción en el Ejército de Tierra y autor de ‘Un paso al frente’ (2014), ‘Código rojo’ (2015) y ‘El libro negro del Ejército español’ (2017).