viernes, 22 de noviembre del 2024

Criterios periodísticos, le dicen

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París bien vale una misa. Una oración. La que hemos entonado todos, creyentes o no, el pasado Lunes Santo al ver cómo se venían abajo los cimientos de algo más que una catedral. Notre Dame ardía en prime time y para todos los públicos ante nuestros ojos-pantallas y ante nuestro flipe, rabia e impotencia. No ha sido un incendio, ha sido una metáfora. Polvo eres y en polvo te convertirás. Nos convertiremos. Damos tan por supuesta la infalibilidad de algunas cosas que sólo cuando se producen sucesos como los de París nos damos cuenta de que hasta un búnker es susceptible de pasar a mejor vida.

Las ironías del destino o de la historia han querido que la tragedia haya coincidido con el Día Mundial del Arte. Menos viral ha sido el dato de que también fue un 15 de abril cuando murió Sartre. Y mucho más desapercibido ha pasado el hecho de que mientras nuestras miradas unidireccionales enfocaban hacia la vieja Europa, otra cultura, otro patrimonio, otro símbolo desaparecía bajo el mismo fuego pero con distintas lágrimas: la mezquita de Al-Aqsa. De los campamentos saharauis de Smara, víctimas de un incendio intencionado …. Ya ni hablamos ¿no? ¿Por qué? ¿Para qué?

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Vivimos tiempos low cost, así que la información, el periodismo no iba a ser ajeno a este tipo de consumo. Noticias de usar y tirar. El Inditex de la comunicación. Tragedias que en días, casi en horas, dejan de ser ni columnas ni portadas y ceden su espacio a nuevos conflictos interesados, que no siempre interesantes. Criterios periodísticos le llaman. Lo proclaman quienes montaron en cólera porque el VAR de las campañas electorales aplicó el justo criterio de prohibir un debate que daba voz a partidos sin representación parlamentaria mientras dejaba fuera a formaciones con el respaldo de millones de ciudadanos.

A ver, sí, que estas formaciones se han quedado fuera de todas maneras, pero no es lo mismo que te den una hostia que poner aún encima la otra mejilla, por seguir con símiles religiosos, que la época parece que es lo que pide. El VAR habló y habló bien. Digamos que hasta le dio a Pedro Sánchez la oportunidad de remontar, de penalti, la cagada de haber aceptado asistir al encuentro organizado por el grupo empresarial que le editó su libro y no al propuesto por la televisión pública a la que se debe. Aprovechó la oportunidad, de hecho, pero en un ejercicio que no alcanzo a comprender, chutó con la pierna equivocada y mandó el balón a puerta. A la de la Administradora única de la RTVE, Rosa María Mateo. La mujer que nos hizo creer un poco que otros medios eran posibles gracias a aquella comparecencia en el Congreso en la que dio estopa a diestro y siniestro porque las noticias eran eso, noticias, no notas de prensa. Dicen que no se consuela el que no quiere y es muy loable que los telediarios del ente se hicieran eco de las protestas de sus trabajadores ante la nueva/vieja injerencia del gobierno de turno sobre los informativos de todos, sólo jodería, pero no perdamos la perspectiva porque “el debate sobre el debate” ha sido eso, una nueva/vieja injerencia de quien ostenta el poder en su propio beneficio ¿Por qué Rosa María, por qué?

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Nueva, vieja o la de siempre y no lo entiendo, no me cabe en la cabeza que la izquierda nos lo esté poniendo tan difícil para votar, salvo que por coincidir casi con Semana Santa dé por supuesto que lo de las urnas de este domingo tengamos que asumirlo como una especie de penitencia.

Desde luego, durante esta campaña el gesto que más me han obligado a repetir unos y otros es el de santiguarme. Escribo el artículo con varios periódicos abiertos y las fotos del primer Santo Encuentro mirándome de reojo me da mucho miedo. Tanto que ni siquiera los distingo. Sí, Iglesias optó por un un estilismo para el desmarque, pero ¡ojo! porque prescindió de americana pero sucumbió, como el resto, ante la “camisa azul” y con la que está cayendo pudiera parecer una premonición de lo que nos espera y eso da mucho yuyu. Sigue sin usar serum para el pelo, algo que le podría perdonar, pero que ni siquiera él/todAs hayan puesto el grito en el cielo por la imagen del descanso: ellos escupiendo y nosotras, las mujeres, limpiando su mierda, por ahí sí que no paso.

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Para mí, desde luego, fue la imagen de la noche, de las dos noches, pero lo máximo que trascendió fue como anécdota y ni así tuvo el alcance que sí lograron todo tipo de cachivaches y otros chascarrillos con los que los candidatos nos faltaron claramente a la inteligencia y al respeto.

Leía en algún tuit o artículo que “la campaña no va de propuestas sino de actitudes”, es la política también low cost, como el periodismo, que convierte en ganador de la primera jornada al que logró ser trending topic y en triunfador de la segunda al que más embarró el campo. Y mientras, el ciudadano, el que no se quedó dormido, claro, resignado a ser espectador de un teatrillo que lo único que le aporta es mala hostia, pero con resignación cristiana, porque votar hay que votar.

No me atrevería a decir que estas dos televisivas jornadas hayan ayudado a movilizar y aclarar las ideas de quienes, como yo, aún no lo tenemos claro. Si lo de este domingo no fuese casi un acto de fe, diría que lo único que consiguieron es el efecto contrario, es decir, el de alejarnos de las urnas. Como la noche que ardió Notre Dame, las llamas del prime time impidieron hablar de otros incendios que, por lo menos a algunos, nos despiertan cierto interés y preocupación. Consiguió colarse, de resfilón, el tema de la cultura, unos 30 segundos le otorgó Atresmedia y porque coincidía con el Día del Libro. Criterios periodísticos, ya saben. También era el Día de la Tierra, creo, pero lo del cambio climático se ve que todavía no toca.

La primera vez que fui a París, el primer templo que tenía claro que quería visitar -no muy lejos, por cierto, de la catedral francesa- no salía en las guías, era una librería: la Shakespeare & Company. Ayer celebré Sant Jordi regalándome: Diccionario de la Estupidez, de Piergiorgio Odifreddi, tan oportuno como alejado de las listas de éxitos. Hoy sigo leyendo porque está claro que en estos tiempos ni debates, ni titulares ni incendios nos van a aportar nunca ni información ni respuestas.

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