Hoy, y tras ver de qué manera se comportan algunos uniformados, he decidido escribir este artículo para informar sobre qué puede y qué no puede hacer la policía un día de elecciones. Será útil conocer las limitaciones de nuestros uniformados ahora que vienen nuevas votaciones en las Comunidades Autónomas y el Parlamento Europeo.
Con la derecha como fuerza hegemónica y el atraso democrático servido en porcelana fina, durante demasiado tiempo en nuestro país algunos han creído que aún tienen barra libre de excesos.
En la cocina de ese retardo en derechos patrios, se coció a fuego lento un discurso viejo, oxidado y falaz. Un suculento alegato de Régimen que sostenía y sostiene, que la policía podía y puede hacer casi cualquier cosa que le venga en gana.
Soy policía y he permanecido en servicio activo catorce años encontrándome en excedencia voluntaria en estos momentos, por lo que creo que mi voz y experiencia está legitimada para poder sostener y argumentar lo que vengo a decir hoy. Que básicamente es que no todo el campo es orégano, aunque en el pasado les hayan dicho que sí, que no había entre aquel matojal, más hierba que esa.
Tras haber participado como apoderada en los comicios del domingo, quiero contar un par de cosas sobre el papel de aquellos a los que les pagamos un sueldo para que desarrollen sus funciones y no otras, para que hagan lo que deben y no lo que quieran y para que cuando de votar se trata, sepan que su lugar es la calle y no el interior del colegio electoral.
En la escuela en la que yo estaba había una pareja de policías locales de Palma. Hasta aquí todo correcto. Curiosamente al verme de apoderada de un partido de izquierda no me dieron ni los buenos días, conociéndome tras años y años de trabajo codo a codo, pero eso es lo de menos o quizás no sea tan ínfimo, pero no quiero apersonar este artículo.
Los responsables constituimos las mesas mientras ellos permanecieron dentro, sentados en sillas y ligeramente despatarrados, pero decidimos aceptar barco como animal de corral.
Más tarde, al abrir, empezó a entrar la gente y en lugar de estar afuera siguieron dentro hablando y riéndose en corrillo con los responsables de Vox con quienes parecían tener una gran afinidad. Lo preocupante y lo que molestó a la gente fue que comenzaran a hacer labores prácticamente de apoderados en el interior del colegio electoral.
Llevaban a la gente por las mesas, daban explicaciones sobre como votar y en definitiva se excedieron en funciones de manera flagrante y errática sin que nadie, por miedo, se atreviera a decirles nada directamente. Vinieron eso sí, a quejarse a escondidas. Lo hacían en voz baja mostrando un miedo antiguo que no ha mudado de ropa y que habla de indefensión ante la palabra de un colectivo que es respetado como se respetaba antes al dictador, un respeto obligado de mirada al suelo y punto en boca, de contestar sólo a lo que se le pregunte, no sea cosa.
No contentos con su injerencia en un ejercicio democrático al que estaban invitados sólo como espectadores, accedieron y se sentaron detrás del Tribunal de Mesa, es decir, que algunas personas que votaron allí, lo hicieron con dos policías armados con pistolas y ataviados con chalecos antibalas mirándolos a menos de dos metros de distancia, de frente. El número de placa tampoco estaba visible, pero como sabéis en España somos expertos en intentar, con la ley en la mano, opacar la identidad de nuestra policía para que si alguno la acaban liando nunca se pueda saber quién fue el díscolo que se pasó un poco de la raya. Una mala paliza la da cualquiera.
Se les pidió que salieran, pero se negaron y hubo de ser La Junta Electoral quien hiciera gestiones para ello, desplazándose la Policía Nacional para sacarles fuera y explicarles cual era su papel, que no es otro que permanecer en la calle y entrar sólo si el Presidente o Presidenta de mesa los requiere para algo.
En su alegato se quejaban de que fuera justamente una compañera policía, ósea yo, quien les levantara un acta dejando constancia de la vergüenza que ambos habían protagonizado, porque el corporativismo en la policía se sigue mal- entendiendo. Porque muchos piensan que vestir el mismo traje es un cheque en blanco para que miremos para otro lado, porque muchos giran la cara cuando esos a los que consideran su gente hacen algo inapropiado y por eso exigen que se les dé el mismo pago.
La gente no quiere pistolas en los colegios, ni policía haciendo labores que no tiene atribuidas, ni uniformados demostrando abiertamente sus afinidades políticas con una extrema derecha que atenta contra los valores democráticos de nuestro país.
Por suerte cuanto más se agachan algunos más se les ven las nalgas y ese espectáculo es el camino de un cambio de paradigma en nuestra Policía y las Fuerzas Armadas.