Lo de José Couso fue una doble putada. Primero, por lo obvio, porque se murió; bueno, mejor dicho, porque lo mataron. Y segundo por haber nacido en Ferrol; o lo que es lo mismo, por haber sido gallego.
Voy a refrescarles un poco la memoria y recordarles quién era y por qué merece ser recordado y reivindicado más allá de las fronteras de su tierra y de su oficio. Voy a hacerlo porque si su perfil –el de usted, lector/a– no es el de un profesional de los medios, de mediana edad, activista y con acento “atlánticoperiférico” es probable que no vaya a entender nada.
Ya lo decía Cayetana Álvarez de Toledo en aquel siniestro debate del que tanto recordamos lo del: “sí, sí, sí hasta el final”, pero que dejó otras perlas, éstas sin respuesta, como la relativa a cuántas naciones tiene España: ¿una, dos, ninguna? Los resultados del pasado día 28 han demostrado que, seguro seguro, hay dos. Catalunya y Euskadi no sólo han revalidado su voz en el Estado sino que, en tiempos en los que algunos aspiran a callar la identidad y la diferencia, han reafirmado que “con ellas” o “gracias a ellas” no pasarán, no han pasado. En Galicia, pues más de lo mismo, de lo de siempre, confundir al “electo por circunscripción” con lo que realmente significa tener grupo propio propia y reforzar así nuestro papel referencial como el de simples “exportadores” de presidentes pasados o futuribles.
Conste que con el co-responsable de la muerte de José Couso aún salvamos los muebles, pues sus orígenes –afortunadamente– hay que ir a buscarlos más allá del Padornelo. José María Aznar. Trío de las Azores. Armas de destrucción masiva ¿Se acuerdan? Una guerra alentada por el gobierno del Partido Popular hace 16 años durante la que el reportero gráfico fue asesinado por soldados de EE.UU. mientras cumplía con su deber de informar desde el Hotel Palestina de Bagdad. Hoy, pese a su muerte y a la de once soldados españoles, Aznar sigue sin pedir perdón y niega la participación de nuestro país en el conflicto. Hoy, pese a su muerte llorada y denunciada por su familia de sangre y de profesión, seguimos esperando que se haga justicia. Continúa la lucha legal a través del recurso de amparo, aún pendiente de resolución, presentado en 2017 frente a la sentencia del Tribunal Supremo que decidió dar carpetazo al caso. También la familia Couso Permuy ha aprovechado la inminencia de las elecciones del pasado día 28 para intentar recuperar un viejo consenso parlamentario por el que los grupos estarían dispuestos a revisar las reformas aprobadas por los gobiernos del PSOE y del PP que limitaron la aplicación de la Justicia Universal en España, reformas que tanto daño hicieron a la investigación del caso Couso.
No, no lo busquen en agenda porque no ha salido a debate durante la tediosa campaña y porque, además, fue un consenso alcanzado a raíz de una propuesta de ERC con tal fin y ya se sabe, de Catalunya, de los independentistas, lo que llega son sus “ofensas” a las víctimas, no su compromiso y lucha efectiva para exigir justicia y reparación. Y conste que soy de las que opinan que la famosa alusión a los presos políticos catalanes durante el acto de homenaje en Mauthausen ha sido desafortunada e inoportuna. Pero ni tanto ni tampoco. Primero, por la evidente instrumentalización interesada de la polémica, en un contexto negociador en el que los socialistas tienen que encontrar el difícil equilibrio entre el acercamiento y el desmarque de los partidos del procés. Y segundo, porque en cuestiones de memoria histórica, de todas las historias, vamos justitos, unos más que otros, los más ofendiditos especialmente. Y si no revisen la prensa de estos días, la decisión del gobierno andaluz de suprimir el presupuesto para una base de datos de más de 100.000 víctimas del franquismo. Recuerden también las declaraciones de hace un año de un edil popular en Gijón, afirmando: «Lo que pasó en Mauthausen no interesa a nuestra generación y menos a nuestros hijos».
Y hagan memoria sobre las evasivas de Pedro Sánchez para evitar pronunciarse sobre la condecoración del Congreso a Martín Villa: «Hay que mirar hacia delante».
No me gustaron las palabras de Gemma Domènech, pero visto sin la pasión de la política de brocha gorda –que diría un amigo-–concluyo: todos culpables de banalización –los políticos, no los ciudadanos–…Y de manipulación también, porque hasta donde yo he oído, la referencia a los presos fue un algo así como: aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, no una comparación entre los presos y las víctimas del holocausto, como se nos ha intentado hacer creer y con la que el PSC sigue intentando sacar rédito de la polémica, a través de una iniciativa recién registrada en el Parlament.
Que levante la mano el medio, digital o impreso, local, regional, nacional, estatal… que no se haya hecho eco de la polémica. Que de un paso al frente el que no haya señalado a TV3, una vez más, como esa rehén de los políticos del Govern, como si al resto del Estado nos fuese la vida en ello.
Y mientras, la vida pasa. 50 semanas de Viernes Negros en la otra punta de la península denunciando lo irrespirable de unos medios públicos que, según como se mire, ya no tienen ni capacidad de manipular porque, directamente, ya no cuentan nada. La CRTVG sería un buen escenario para Albert Rivera, «se oye el silencio». Las voces calladas de los compañeros y compañeras, el desmantelamiento de programas, los expedientes, las represalias, la censura, la autocensura… se quedan en casa, como los trapos sucios. El Colegio de Periodistas de Galicia ha querido ponerles un altavoz para amplificar esas 50 semanas de lucha incansable sudando la camiseta: Defendeagalega y lo ha hecho otorgándoles el Premio José Couso a la Libertad de Expresión, que llega a su XV Edición. ¿Le suena? ¿le preocupa? ¿le interesa? ¡Ay Jose, si hubieses sido catalán! ¡Ay TVG, si fueses TV3!