He estado pensado mucho en cómo empezar este artículo. Podría hablaros de la pérdida reciente de mi madre o del debate sobre vida y muerte digna que tantos titulares ha generado estos últimos meses y que ha sido, sin duda, motivo de enriquecedoras conversaciones con familiares y amigos más cercanos.
Pero el duelo personal es una más de las lecciones de vida que debemos asumir con naturalidad y pienso que es mejor contaros que hace ya muchos meses que el color negro se ha puesto de moda en Galicia.
Hemos optado por utilizarlo como herramienta de conciencia ya que una sociedad no puede avanzar si no hay reflexión, si no hay respeto y ética; pero sobre todo, si no hay humanidad. Hemos optado por el uso de este color para mostrar nuestra frustración, nuestra ira, nuestro dolor, nuestra tristeza y nuestra necesidad urgentísima de cambio social y global.
El negro nos acompaña manchando las calles de carteles sobre violencia machista. Está presente en todos los debates políticos y en las campañas electorales; en cada día que la crueldad de nuevo asesinato o una nueva agresión nos enfadan y nos recuerda que nada ha cambiado lo suficiente como para eliminar de raíz esta lacra abominable.
Vestimos de negro para denunciar la censura y la manipulación de la Radio Televisión de Galicia, cuya dirección es incapaz de rectificar y se enroca en una actitud tiránica. Los castigos continúan y el premio José Couso a la libertad de prensa que acaba de recibir el personal del ente público nos recuerda también la negrura de las guerras y la oscuridad del nunca más.
El color negro simboliza la sombra de desconfianza en las estadísticas que publican los periódicos altamente subvencionados con dinero público; o de los debates que la CRTVG organiza a horas intempestivas (no vaya a ser que tengan mucha audiencia y que el público decida que no quiere mantener por más tiempo a caciques).
La realidad de los recortes provocados por las políticas de austeridad y privatizaciones en la sanidad pública y la precariedad de las enfermeras eventuales en Galicia también tiene color negro. Desde Silleda un grito unánime ha recordado a las autoridades que no pueden ignorar por más tiempo su obligación de respetar los derechos más fundamentales y universales. Basta ya de precarización del empleo. Basta ya de jugar con nuestra salud y nuestra vida.
Negro de luto por un patrón fallecido en el puerto de Malpica. Los que mandan han dado la espalda a la familia del mar y a la de José Ángel Sanjurjo Láuzara, que no cesa ni un solo día de reclamar el dragado y la reforma inmediata de la dársena para que se eviten más accidentes. Nadie parece escuchar. Nadie parece querer cambiar nada.
Hoy más que nunca, el “negra sombra que me asombras” de nuestra Rosalía de Castro está presente en esta tierra que muchos piensan dominada, callada, sumisa… Os equivocáis. Galicia está cambiando y despertando. Tenemos mucho que aportar. Tenednos en cuenta.