sábado, 23 de noviembre del 2024

Ruido de sables entre sus señorías

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Sentimos una enorme alegría al comprobar cómo últimamente los políticos empiezan a contar con militares para formar parte de sus filas dentro de los partidos y llevar la futura dirección del país. Los militares han conformado durante siglos una parte importante en la política de nuestro país, como Rafael de Riego que hizo jurar la constitución del 1812 a Fernando VII, Espoz y Mina, luchador incansable contra el absolutismo, o Arsenio Martínez Campos con la “Gloriosa” y su honra a España.

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Por todo ello, es una decisión que nos agrada por dos motivos especialmente: el primero, que por fin ha dejado de asociarse el elemento castrense a un ente peligroso, cual depredador agazapado dispuesto a dar un certero golpe de mano que diera al traste con los años de democracia y sana convivencia que hemos conseguido (el intento fallido de Tejero no ayudó a disipar este miedo); el segundo, porque el mundo castrense tiene muchos valores que aportar a la tan desprestigiada clase política actual; valores como sacrificio por los demás, satisfacción por el deber cumplido, la capacidad de supeditar el interés personal al bienestar general y el patriotismo…Sí, patriotismo, que no “fachismo”.

Sin embargo, no podemos impedir que una seria duda asalte nuestros corazones, pues el mundo castrense es grande, y como en cualquier colectivo no todos responden al ideario que se espera de ellos; siempre vamos a encontrar garbanzos negros.

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Es por esto que nos preguntamos si los grandes actores políticos del país están haciendo los deberes, si están eligiendo bien, si los seleccionados para acompañarles en su camino para dirigir los designios del país hacia un mejor futuro son precisamente aquellos que responden al ideario castrense o, por el contrario, no son más que oportunistas como los que proliferan en la política y que tanto desprestigio han traído a los padres de la nación.

Porque a pesar del ya más que tradicional “yo no he sido” esgrimido por esos políticos para no tener que renunciar a sus privilegios ni su parcela de poder, cuando uno o varios de los miembros de su equipo son salpicados por su vida secreta o su escondido pasado,  lo que es indiscutible y parece que los ciudadanos hemos olvidado, es que son tan responsables como los miembros de su equipo que hayan quedado señalados, pues tienen la obligación moral, ética y profesional de elegir a las personas adecuadas para formar su equipo, tanto en su preparación como en su honestidad.

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Todo ello nos lleva a cuestionarnos si el perfil de los candidatos que estos representantes políticos parecen estar eligiendo dentro del mundo militar, incluyen los valores castrenses que con su incorporación pretenden añadir a la imagen de su campaña.

En este sentido, los empleos de coronel y general hace tiempo que dejaron de conseguirse por los méritos concedidos por la posesión de esos valores castrenses, siendo la condición necesaria para alcanzarlos las simpatías de los dirigentes políticos, lo que viene a demostrar que el alcanzar uno de estos puestos no es garantía de la posesión de dichos valores.

De hecho, si en algo han destacado muchos de ellos, es en su capacidad de encubrir pufos y posibles escándalos, así como en una gran maestría en el uso del procedimiento administrativo para conseguir asfixiar mental y económicamente a aquellos que intentaron sacar a la luz esos escándalos, los que si son auténticos representantes de los valores de los que hablamos.

Así pues, cabría preguntarse si no serían estas las cualidades realmente perseguidas por los grandes políticos.

Un militar puede representar las dos caras de la moneda, por un lado, el valor de servidor público ante todo, incluso con su propia vida. Ejemplo de ello tenemos en personajes históricos como Luis Daoíz y Pedro Velarde, que dieron su vida luchando el “2 de mayo” a las puertas del Parque de Monteleón, o incluso más recientemente con militares como los 16 legionarios que voluntarios fueron al fuerte de Dar Hamed, el “Blocao de la muerte”, y lo defendieron contra cientos de rifeños en ayuda de otra unidad a pesar de saber que les esperaba el beso de su eterna novia. O Rojo Llunch, genial estratega que, manteniendo su juramento a la Constitución durante la Guerra Civil, elaboró los más brillantes planes de la República.

Por el anverso de esa moneda, podemos ver a personas con una vocación más personalista y dispuesta a lo que sea por medrar en cualquier círculo en el que puedan prosperar incluida, cómo no, la vida política, olvidándose de todo juramento a la lealtad y el honor que su uniforme supuestamente les otorga.

En cuanto a aquellos militares de empleos y escalas que fueron elegidos para ingresar en sus filas, en la actualidad y dentro del mundo castrense nadie pone en duda que su elección siguió más a fines mediáticos de captación del voto de lobbies como el feminista o el del propio colectivo militar, que a sus capacidades profesionales o a la posesión de auténticos valores castrenses, que pudieran aportar la higiene sanitaria de la que está tan necesitada la casta política.

Los militares podemos otorgar mucho más valor a la vida pública como servidor a nuestro país y demostrando nuestro trabajo, que siendo objetos de marketing al servicio de intereses partidistas, sobre todo, con los últimos fichajes “mediáticos” que poco pueden demostrar como servidores y más como dudosos gestores de la institución pública. Ya que esto hace un flaco favor a nuestra institución y medra unos valores tan importantes como el servicio por encima de la causa personal.

Analicemos algunas de las elecciones:

General Mestre: Se sabe que fletó indebidamente un avión Hércules desde Zaragoza para llevar camareros a Madrid para servir en la festividad de la Patrona del Aire. ¿De verdad queremos otro político que haga continuidad del abuso de medios como el Falcon?

Comandante Zaida: Llegó a caballo de una denuncia por acoso sexual y fue rápidamente incorporada a las filas de la casta política mientras se presentaba como un caso heroico de lucha por los derechos de la mujer, posiblemente buscando el voto de izquierdas y el apoyo del lobby feminista. Se justificó como enlace para defender los abusos dentro del ámbito castrense. Después de varios años sólo hay constancia de que haya apoyado y ayudado con todos sus recursos a la cabo Franco que resulta ser una amiga personal. ¿De verdad queremos otro político que solo sirve para utilizar todos los medios a su alcance para favorecer a amigos?

Cabo Franco: Iba a ser cesada en el ejército por falta de profesionalidad, esto es, por no haber superado en varios años el plan de instrucción que se le exigía a todos sus compañeros para poder estar en condiciones mínimas de cumplir con su misión, además de haber suspendido los cinco últimos IPEC (informe personal de calificación), IPEC realizados por juntas de evaluación con diferentes calificadores principales y posteriormente confirmados por distintos superiores jerárquicos, sin embargo, con ayuda de todos los contactos políticos que hizo en los últimos años lo presentó como un tema de acoso por parte de su jefe cuando la realidad era que la cabo franco de forma intencional no sólo no se presentó a fin de superar dicho plan de instrucción, sino que generaba situaciones que provocaran los mencionados IPEC negativos, algo por lo que se ha expulsado a numerosos profesionales. Fue salvada en última instancia por la Ministra de Defensa Margarita Robles, la misma que no hubiera dudado en firmar el cese si se hubiese tratado de cualquier otro militar. ¿De verdad queremos otro político solo interesado en usar sus contactos para ascender mientras olvida las obligaciones mínimas de su puesto de trabajo?

Sin embargo, a otros miembros de las Fuerzas Armadas, auténticos héroes silenciosos, militares que sí han demostrado ese amor por su país y su espíritu de sacrificio por los demás poniendo en riesgo la vida si fuere necesario, no se tiene conocimiento de que hayan recibido esa misma oferta.

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