viernes, 22 de noviembre del 2024

Sánchez, Franco, fichar, Iceta y triunfar fracasando

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Tener la sartén por el mango es una manera de vivir muy conveniente para seguir teniendo la sartén por el mango, y continuar así hasta que de freír tanto alimento con el mismo aceite los comensales deciden largarse y no volver.

Dado que el mismo Pedro Sánchez nos ha contado que siempre quiso ser presidente del Gobierno de la única España que él podía imaginar, es decir, con Catalunya, debemos analizar su trayectoria siempre a la luz de un deseo máximo y conquistado. Muy pocas personas pueden presumir de lo mismo.

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Sánchez no es ningún tonto, como piensan los simples, pero sí puede ser peligroso para sus intereses políticos a corto plazo, los de «ellos», como con razón piensan «ellos», los tres de la derecha, cuyo mayor esfuerzo hasta el pasado 28 de abril consistió en liderar el ranking de insultar más y mejor al del PSOE.

Pero hoy es 16 de mayo de 2019 y Sánchez, animado por los importantes beneficios conseguidos con sus «fracasos», ha decidido, lógicamente, seguir fracasando. ¿Maquiavelismo? ¿acaso es delito?

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La exhumación de los restos del dictador no se ha materializado en ninguna de las fechas que nadie le obligó a señalar. La derecha, que no quiere ni oír hablar del asunto, no puede acusar a Sánchez de fracasar en esto. Primer éxito.

En otro plano de lo mismo, algunos de los republicanos dispersos que habían despertado de tanto escuchar «República» solo a los independentistas catalanes, han sentido, de repente, la tentación de pensar que lo de «república» en los estatutos del PSOE quizás no era una falacia, y decidieron regresar al voto útil, tantas veces frustrado. ¿Alguien puede asegurar que tanto «Franco» durante tanto tiempo en boca de Sánchez y los suyos no ha contribuido a recuperar algún voto para el PSOE? ¿Y a restarle fuerza a una candidatura republicana de ámbito estatal que hubiera restado votos al PSOE y a Unidas Podemos?

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Dos triunfos de Sánchez, no declarados, pero que en las urnas pesan mucho más que el aparente fracaso de no haber sacado al asesino de su descanso «caído».

Y, desde luego, nunca pretendió Sánchez, con lo de Franco, la decencia de derrotar al franquismo político y sociológico que aún vive en nosotros. El éxito de Vox en Andalucía certifica que no lo habría conseguido y, ¿acaso alguien es capaz de afirmar que el lío de la exhumación, con lo del Vaticano incluido, no ha transferido votos hacia Vox, además de lo de la inmigración, el antifeminismo y todo lo demás? Más bien todo lo contrario.

Es más plausible pensar que Sánchez valoró el fracaso político del riesgo de emergencia electoral del neofranquismo como un éxito a corto plazo para el PSOE, pues la triple división de la derecha en las urnas solo podía ser positiva para él. Sánchez sabía que, en este momento, ni los tres de Andalucía, ni solo dos de ellos, estaban en condiciones de firmar una coalición electoral, pues hubiera sido automáticamente respondida con una paralela PSOE-Unidas Podemos. Pedro tiene a Pablo comiendo de su mano, por mucho que Iglesias intente disimularlo y, entre los suyos, ¿qué barón podría amenazar hoy a Pedro como lo hicieron casi todos juntos tras el 20-D de 2015?

Hablando de la segunda F del título, lo de volver a fichar a la hora de entrar y salir del trabajo, para darnos cuenta de la poca confianza, e interés, que Sánchez tenía en su éxito real solo ha sido necesario escuchar a Valerio culpabilizando a las empresas del fracaso. Señora ministra, por favor, que se trata de una norma que afectará durante mucho tiempo a la organización interna de millones de personas y empresas, pero ha sido aprobada por un gobierno que el 12 de marzo no tenía garantizada su continuidad a cincuenta días vista. Las malas lenguas se dedicaron a divulgar que hasta el Congreso de los Diputados estaba incumpliendo la nueva legalidad vigente.

Pedro Sánchez sabía también que la cruz de este «fracaso» costaría mucho menos que la cara de su éxito garantizado y que todos estamos midiendo hoy en portadas impagables que hablan de que este gobierno hizo algo alguna vez y que, esto no se dice, gracias a una «vacatio legis» discrecional, el impacto se calculó para dos semanas antes de unas elecciones previamente señaladas.

Y, de nuevo, creando un debate ante el que la derecha se iba a quedar muda. ¿Quién se atrevería hoy a negar a sus votantes la seguridad jurídico-laboral de que su jornada efectiva quede registrada?

Sobre esto de la jornada volveremos con nuevos malos pensamientos, incluyendo propuesta alternativa. Tenemos cierta experiencia.

Y, por último, la I de Iceta, aunque también podríamos habernos parado en el éxito socialista de las urnas de abril tras el «fracaso», infinitamente menor para Sánchez, de no haber conseguido que los Presupuestos pudieran ser siquiera debatidos. ¿Tanto le habría costado un gesto con ERC? No nos engañemos, confiaba en Tezanos y sabía que, sí o sí, conseguiría más de 85 diputados.

Con respecto al catalán, fuera o no un error calculado la impertinencia de divulgar que Iceta iba para presidente del Senado sin guardar las formas con un Parlament que está de uñas y no controla, hacer bailar a Iceta es un fracaso mínimo, comparado con el gran éxito que para Sánchez significa sumar otra votación en la que puede decir que los independentistas han coincidido de nuevo con la derecha rancia, aunque no sea en el sentido del voto pero sí en sus efectos.

A fin de cuentas, Sánchez sabe que, internacionalizada la crisis tras conquistar los presos políticos y exiliados catalanes escaños en el Parlamento Europeo, se inicia la cuenta atrás para montar en España una coalición fáctica, o incluso un pacto de Estado, para hacer frente a un independentismo catalán muy fortalecido. Esperemos que sea negociando.

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