“El Cid milagro de dios” rezaba la camiseta que llevaba uno de los “españoles de bien” que abordaron en Madrid, el otro día, al abogado y activista Gonzalo Boyé. El momento fue grabado por la también abogada y columnista de este periódico Beatriz Talegón.
Cinco palabras que lo dicen todo del portador de la prenda, que seguro que ignora que Don Rodrigo fue uno de los primeros mercenarios de la historia. También apostaría a que por “milagro de dios” este individuo marcado como español de bien a través de su pulsera, entiende que quién hizo el milagro fue el dios de los católicos, su dios, ignorando también que mi paisano luchó años al servicio de diversos caudillos “moros” (como el rey de Zaragoza Al-Muqtadir a quién prestó servicios en el primer destierro) y casualidades de la vida, acabó siendo aliado del Conde de Barcelona Ramón Berenguer III desde que el burgalés se estableció definitivamente en Valencia, con quién luchó conjuntamente contra los almorávides.
Esto que no tiene mayor importancia, porque la historia es solo crónica y desde siempre la han contado los vencedores y últimamente, además, hay tantas versiones como ideologías, afectos e intereses, viene a cuento porque este tipo de personas, nada dialogantes, muy obtusas y llenas de prejuicios, siempre apelan a una razón supuestamente histórica para reafirmar sus cátedras (esta gente no tiene opinión, porque siempre está en posesión de la verdad única y absoluta). Que la historia que ellos creen sea o no verídica, no les importa. Que precisamente el héroe español por excelencia, (expuesto con honor en la camiseta) agrandado hasta la magnificencia por el franquismo católico, apostólico, uno, grande y libre, fuera un mercenario vendido al mejor postor que luchó parte de su vida contra los cristianos y que acabara siendo aliado de uno de los personajes más aborrecidos por el nacionalismo español, sería gracioso si no fuera porque esta gente está dispuesta a que otros defiendan su odio, aunque sea con las armas.
El nacionalismo español, el que huele a naftalina, cera y rancio, siempre se ha caracterizado por estar falto de tolerancia y empatía con lo distinto. Moriscos, judíos, gitanos y pobres son buena prueba de ello. En su empeño por creerse mejores que los demás siempre han mirado por encima al distinto, con desconfianza y repulsión, incluso aun siendo muy parecidos en carácter, raza y comportamiento, como los hermanos portugueses a los que siempre han despreciado. O como sucede ahora con los catalanes.
Fruto de esa cultura del menosprecio, de creerse superior y sobre todo del totalitarismo más extremo han sucedido todo lo acontecido con Catalunya y los catalanes desde el 1-O. Para ello no han dudado ni un ápice en interpretar las leyes y retorcerlas hasta encontrar un inconsistente armazón jurídico que sujete (con pinzas) todo el proceso.
Hay países, como el Reino Unido, en los que la Constitución, a pesar de no haber estado escrita y haber pasado de forma oral durante siglos, se interpreta sin problemas. Aquí a pesar de que toda nuestra legislación se puede constatar leyendo el BOE, las interpretaciones llegan a ser variopintas y casi siempre a gusto e interés de quién interpreta o para quién lo hace.
Ha pasado con el intento fallido de nombrar Senador a Miquel Iceta. Muchos, me consta que con buena intención porque son personas que siempre han demostrado ser cabales y de la máxima credibilidad, como el jurista Joaquín Urías, la periodista Elisa Beni o la Directora de Público Ana Pardo de Vega, afinando la legalidad a términos que en España no pueden ser nunca considerados correctos (precisamente por ese empeño en tergiversarlo todo para encuadrarlo en su interés) y otros, como el propio PSOE arrimando la supuesta legitimidad al provecho de echar atrás una decisión que cae por si sola. Los primeros consideraban que la costumbre crea jurisprudencia y que por tanto la votación de la propuesta de nombrar senador por designación autonómica de Catalunya a Iceta era un puro trámite que en ningún caso podría resultar negativo ya que todas las propuestas anteriores habían salido adelante. Pero España no es el Reino Unido. Aquí toda la legislación está, como digo, puesta por escrito. Y si la ley dice que la propuesta debe votarse en el Parlamento Autonómico, es que el resultado puede ser positivo, negativo o neutro. De lo contrario, la ley no consideraría necesaria la votación.
Está pasando también con los presos políticos elegidos diputados del parlamento nacional. La Constitución en su artículo 71.2 establece la inmunidad de los mismos y para su detención y procesamiento debe existir la autorización previa de la cámara en la que han sido elegidos. En su artículo 20.1 a) la Carta Magna reconoce el derecho de cualquier ciudadano a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción. Sin embargo, el Supremo en su “autorización” para que Oriol Junqueras, Jordi Sànchez, Jordi Turull y Josep Rull acudieran el pasado lunes al Congreso a recoger su acreditación como diputados se establecía que no podían, ni hacer reuniones de trabajo ni tampoco declaraciones a la prensa. Hasta el punto que han blindado los pasillos del Congreso para que no se “colara” ningún periodista. Sin sentencia firme, sin ningún procedimiento finalizado, permanecen en la cárcel y se les impide que puedan difundir sus ideas y opiniones libremente. Y ya veremos si una vez se hayan constituido las Cortes, quedan en libertad hasta que se haga el suplicatorio o siguen en prisión preventiva hasta que sus señorías quieran. Todo bajo el precepto interpretativo de leyes de rango inferior a la Constitución o incluso haciendo uso a gusto del propio articulado constitucional.
Lo más preocupante no es que dos individuos que han jurado bandera, como ellos mismos aseguran, rezumen su odio con argumentos estúpidos. Lo verdaderamente preocupante son los resultados electorales en los colegios en los que el censo está constituido mayoritariamente por policías, guardia civiles y militares. Lo preocupante es que los prebostes del Poder Judicial salieran de la negativa de renovación de cargos hasta que ese partido que ha arruinado a España económica y socialmente tuvo mayoría suficiente para, con la connivencia del partido del Régimen, el PSOE, nombrar no a los mejores, sino a los más adecuados a sus intereses. Más preocupante aún es que estos prebostes sigan retorciendo la legalidad para que sus adecuados compañeros, aún después de haber sido declarado nulo su nombramiento, en lugar de volver a su origen y esperar nueva asignación, como mandan los cánones, sigan en espera de colocación de mayorías en apelación. Y si de preocupación hablamos el súmmum se lo podemos atribuir a la indolencia y desidia de una buena parte de nuestros conciudadanos a los que todo esto, les siguen pareciendo “cuentos chinos”.
Salud, feminismo, república y más escuelas (públicas y laicas).