lunes, 25 de noviembre del 2024

Suspendidos: la voluntad popular pisoteada

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La Mesa del Congreso aprueba suspender a los diputados presos, tras el requerimiento del Supremo

La legislación hispánica no contempla el enjuiciamiento o condena por motivos políticos. Y los políticos presos no pueden ser presos políticos por imperativo legal. Por el mismo motivo están siendo juzgados por la Ley de Enjuiciamiento Criminal, dado que no pueden ser juzgados por el intento de independizar su nación, Cataluña. Un enquistamiento, muy del gusto de la política imperialista de los gobiernos de “las Españas” y del rancio nacionalismo de los descendientes ideológicos de los conquistadores. Alguno ya piensa en re-conquistar territorios hasta volver a crear el gran imperio “dónde nunca se ponía el sol” (vaya caló, tú).

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Los más acérrimos enemigos de los presos políticos, los capitostes de PP, Cs y los aún más a su derecha, no han tenido bastante con un encausamiento criminal, por poner urnas para que la gente manifestara su deseo (que tanto podía haber sido favorable como desfavorable a la independencia), sino que están pidiendo un mayor castigo, de índole militar, pues les acusan “de golpe de Estado”. Un acto imposible, porque ni esos políticos ni el resto, ni la gente que quería votar, hicieron ningún intento de imponer por la fuerza un gobierno en España. Ni por la fuerza, ni de ninguna manera: todo se limitó al hecho de votar, de expresarse, es decir, de manifestar su deseo, verdadero sentido de la democracia.

Se han quejado de que los presos políticos se expresaran en el Congreso “como si en España no hubiera democracia”. Y lo han ratificado con su queja, llenos de odio en sus ataques a los cinco encausados. Ellos, que continuamente acusan de odio a los demás. Lo han ratificado desde el momento en que su mentira intenta cambiar los motivos del proceso judicial, para convertirlo en un “acto ilegítimo y violento contra el poder legítimamente constituido”.

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Ahora resulta que la Constitución la interpreta el Supremo y no el Constitucional, pues ha sido el Supremo quien ha forzado la suspensión en nombre del artículo 384 de la L.E.C. Y es que esa Ley, por lo que se ve, es superior al Reglamento del Congreso y al Derecho de inviolabilidad de que gozan los parlamentarios. Luego, cuando Europa le tira de las orejas al Gobierno, a las leyes y a la judicatura, se ponen de uñas diciendo que “Europa también los odia”. Pobrecitos, cuanto odio a su alrededor. Y “no” son ellos quienes lo esparcen. Para escarnio y burla de votantes, los diputados y el senador electos han sido suspendidos hoy. Otro disparo en la línea de flotación de la democracia: el Parlamento no es verdadero reflejo de la voluntad popular, lo es el presidente de Sala del Tribunal Supremo.

Ahora, con cuatro diputados menos, el Congreso se queda en 346, si la resta está bien hecha, claro, si no viene algún político de los “odiados” a decir que 6 + 4 no suman 10. Con este panorama, lo lógico es que la mayoría esté en 346 y no en 350, porque los cuatro diputados castigados no faltan por su voluntad, sino por voluntad del Tribunal Supremo. Ya los políticos del odio lo han defendido así, en contra de la más elemental lógica. Después, cuando Europa les llama la atención y les pide que sean justos en sus juicios, los pobrecitos se quejan de que Europa lo hace “por odio”. Hay que ver, hasta Europa. Ellos, no. Ellos no odian a nadie ¿verdad? A nadie que no defienda lo mismo, exactamente lo mismo que defienden ellos.

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