viernes, 22 de noviembre del 2024

La cena de los idiotas (versión no oficial)

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Sonia Vivas
Sonia Vivas
Nació en Barcelona en el año 1978. Hija de una familia de emigrantes extremeños. Estudió pedagogía y educación social. Policía vocacional. Cursó master en ciencias forenses y se especializó en derechos contra las libertades fundamentales liderando el servicio de delitos de odio y gestión de la diversidad pionero en Baleares. Residente en Palma de Mallorca. Entiende la seguridad pública como un servicio público con el ciudadano en el centro y en comunión con los derechos humanos. Mujer, feminista, lesbiana, catalana y de izquierdas.
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 “Votar no mola, no es revolucionario, es un acto político partidista y yo no creo en los partidos políticos, porque yo soy una persona limpia y respetable, digna, no como esos que se meten en las listas, que son todos unos interesados que sólo buscan sillones”. Cita anónima espetada por una persona de izquierdas en un bar.

Desgraciadamente en nuestro país existe una gran bolsa de personas que piensan que el mayor acto político que pueden llevar a cabo, y que además va a lograr que el mundo cambie un carajo, es berrear una vez al año por la calle pidiendo alguna cosa en una marcha o manifestación.

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Creen firmemente, en su mente hedonista y ególatra, que las lógicas capitalistas y neoliberales mundiales van a transformarse en abrazos equitativos porque ellos y ellas lo clamen a viva voz, hasta desgañitarse. Sin entender que, si no hay militancia y compromiso detrás, esos gritos nunca habrán sonado en ningún lugar porque nacieron muertos.

Y es que hoy en día los poderes fácticos han logrado opacar el enorme valor de los actos políticos que son silenciosos, personales y colectivos al mismo tiempo. Esos que demuestran la verdadera militancia y el compromiso porque se hacen a diario. Esos como por ejemplo decidir dejar de comer carne, comprar en tiendas de comercio justo y, por supuesto, ir a votar.

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Ahora lo que se lleva es la militancia de verbena, esa hueca, esa que no va acompañada de gestos posteriores, esa que no es nada más que un día en el que sales a la calle a gritar toda loca, todo loco, a gritar por gritar, para luego seguir haciéndolo todo igual, como manda el Sistema. Todo muy políticamente correcto.

Esta es una farsa en la que está pactado como permitido un día de desfogue, tras el cual, tu ronquera será la demostración de lo justo y solidario que eres con alguna causa.

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No saben, las pobres almas de cántaro que miran el mundo a través de una pequeña cerradura, la de la habitación principal de su cortijo particular, que el capital no se asusta de las manifestaciones desde hace ya bastantes años. Entre otras cosas porque ha logrado moldearlas a su antojo. Para ilustrar este argumento me remito a la marcha del Orgullo Gay, que más bien parece un desfile de Chanel, en lugar de una queja social a un sistema homófobo que nos criminaliza y nos niega unos derechos de los que sí gozan las personas heterosexuales.

Este año, en las manifestaciones del 8M, algunos y algunas, para mí demasiados, salieron felices y a ritmo de batucada con el cadáver aún caliente de una hermana asesinada a tiros por su marido, en Madrid, aquella misma tarde. Por eso el Sistema no tiene miedo ni se inquieta, porque no asustamos a nadie.

Es el mercado amigos. Un mercado que nos induce a que dejemos de hacer pancartas para que compremos camisetas con lemas feministas. Ese que dentro de poco nos va a cobrar la entrada a la zona Vip de las “manis” donde podremos ver a nuestros famosos y famosas preferidos protestando, a quienes lógicamente, copiaremos el traje o el corte de pelo.

Desgraciadamente son demasiadas las trampas y hay personas tan brutas que piensan que los actos políticos con verdadera relevancia y trascendencia, esos que pueden cambiar la vida de la gente, son sólo aquellos ostentosos y visibles. Esos que te permiten hacerte fotos para las redes y demostrar que estabas allí, esos que se pueden subir a Instagram.

Desgraciadamente hay personas que piensan que el mundo se cambia en un día, que las luchas son de una tarde o que la injusticia social se puede transformar en algo accesible para todos y todas porque ellos, Dioses Supremos, escriben un post en Facebook.

Desgraciadamente vivimos en una sociedad en la que lo individual es lo que cuenta y lo importante es lo propio. Una en la que decimos que huimos del Sistema, pero somos Sistema sin ser conscientes de ello. Esa en la que pensamos que la libre elección es posible para todos, sin darnos cuenta de que sólo unos cuantos privilegiados podemos acercarnos a ese concepto y rozarlo, y que la mayoría de ellos vivimos en la parte de arriba de la línea del Ecuador.

Desgraciadamente nos preocupa lo nuestro, lo inmediato, lo que nos afecta directamente o a medio y corto plazo.

Desgraciadamente como no estamos de acuerdo en TODO el programa político de algún partido no votamos, porque lo que nosotros pensamos es lo correcto, porque somos limpios, puros, inmaculados, porque antes de intentar cambiar el mundo está la importante tarea de tener razón.

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