lunes, 25 de noviembre del 2024

Vestida para pactar

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Hoy voy a ser breve. Llevo más de una hora con el Word abierto y la página en blanco. Me siento un poco como esta mañana, cuando lo que permaneció abierto durante otros 60 minutos fue mi armario, indecisa ante la oferta, pero paralizada por no ser capaz de identificar la demanda. Ni frío ni calor. Ni verano ni invierno. Ni entretiempo, siquiera, así que mejor quedarme como estaba, en pijama, que alguna ventaja tendrá que tener esto de trabajar desde casa. Y es que así no se puede. Hoy alerta naranja. Mañana, ciclogénesis. De finde, playa. En el puente, montaña.  

El cambio climático es lo que tiene, y el cambio climático, estoy pensando, es un poco como la “geometría variable”, ese concepto que ahora mismo no sé muy bien a quién atribuír, pero que estos días tanto está triunfando en los distintos armarios políticos de España. Yo, que soy de letras, de las más puras, además, y que soy fashion victim donde las haya debería de estar super a favor de esta tendencia, sin embargo ¿qué quieren que les diga? Que la cultura de pactos, sí, es un estilismo sano, favorecedor y democrático; pero lo del intercambio de cromos, a lo repe repe, sipi sipi, nopi nopi, sin embargo, como que no combina.

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Escribo de oídas porque lo del pijama iba en serio, pijama como eufemismo del “no me da la vida”, del: “trabajo de lo que puedo, vivo con lo que me dejan y, a veces, ejerzo de lo que sé, mi oficio”. O lo que es lo mismo, que escribo de oídas porque estos días no he tenido ni un puto segundo para seguir con rigor la actualidad de los pactos postelectorales, ni ninguna otra, vaya. Claro que, igual, eso tampoco ha sido culpa de la precariedad –de la que este periódico me rescata cada quince días- sino, sencillamente, del ruido y de la pereza que da un poco todo y un mucho “la nada” del periodismo y de la política de tertulia, de negociación y de salón. 

Emerge precisamente en este momento una ventanita en la esquina superior de mi ordenador con el siguiente titular: “Los partidos ponen precio ante el Rey para investir a Pedro Sánchez”. Leo también, porque soy tía y SÍ puedo hacer varias cosas al mismo tiempo, el diálogo de naíf besugos entre Pablo Iglesias y Echenique a golpe de tuit y de memes sobre Clarita, Heidi y una silla/secretaría de Ruedas tiradas por un acantilado. Confundo con una información de El Mundo Today, la conversión de un ex candidato de VOX al independentismo, con un argumento al más puro estilo Rey Emérito Jubilado: “Lo siento mucho, no lo volveré a hacer”. Que esa es otra ¿jubilado? No, no voy a soltar el chiste fácil de: “¿pero acaso alguna vez ha trabajado? Pero… de ahí al bochorno de tener que tragarnos su última corrida como ex jefe de Estado… Claro que, hablando de jefes de Estado, mucho peor ha sido lo del Tribunal Supremo otorgándole a Franco tal distinción para justificar que lo de la exhumación de sus restos del Valle de los Caídos, por ahora, no toca. Y es que lo de la Geografía Variable parece que es un concepto que también le ha gustado al otro poder, al judicial, sólo así se entiende la diferente vara de medir para seguir insistiendo en que lo de Catalunya fue un golpe de Estado con violencia, mientras que lo del Caudillo en el 1936… ¿Y qué decir de lo de Bildu? Negarlo tres veces, como San Pedro, cuando la clave territorial es España y cuando la audiencia es estatal y en prime time, pero pasar por el aro de sus votos legítimos y necesarios cuando nos quedamos en provincias y que no se sepa. Del cambalache del eje Madrid-Barcelona-Presupuestos de Andalucía prefiero ni hablar y, directamente, voy a optar también por el silencio ante el ejercicio de malabares que tuvo que hacer, quizás, la única mente lúcida y coherente que sobrevive en Podemos, Rafa Mayoral, para no decir claramente que tragarían con lo de Ciudadanos_Valls si así pudiesen retener, por lo menos, el poder que representa la alcaldía de la capital catalana.

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Sí, soy frívola y superficial, pensaréis. Poco profesional, incluso, por escribir/opinar por encima, sobre titulares, no sobre análisis. Pero es que hoy he preferido olvidarme del registro del periodismo y dejarme llevar por la víscera del ciuadano/a. Vomitar sobre percepciones, las que estoy segura que comparto con todos/as los que no tenemos tiempo a pararnos, a escuchar, a reflexionar. Con todos/as los que nos levantamos corriendo cada mañana para llegar. Con aquellos/as que conciliamos cuando tenemos suerte. Con quienes ojeamos algunas letras –analógicas o digitales- mientras mal bebemos un mal café sin leche porque no nos ha dado tiempo a ir al super a comprar. Con todos/as los que, en definitiva, somos mayoría, pero que caemos rápidamente en el olvido, apenas unas horas después, incluso, de haberse cerrado los colegios electorales. Coincido, estoy segura, con todos y todas esas personas a las que sólo les está llegando surrealismo, ruido y una duda:  “pero yo, ¿a quién, por qué y para qué habré votado?

Soy de letras, qué le voy a hacer, y me gustan los outfits que mezclan texturas y colores; los dress code que arriesgan; los total look que arrebatan y que sorprenden, incluso, pero que, en cualquier caso, nunca distorsionan. Sigo sin saber qué ropa ponerme, así que, por lo de pronto, para esta noche voy a dormir directamente en pelotas y, mañana, mañana será otro día, de Geometría y Nubosidad variables, seguro, pero otro día.

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