Es una ley no escrita en las Fuerzas Armadas que las órdenes primero se cumplen y después se protestan. Si diera el caso, claro. Una ley no escrita transmitida de forma oral, pues la misma contraviene el Régimen Disciplinario de las Fuerzas Armadas, consentida y promovida por la cúpula militar por facilitar la sumisión.
Para el que tenga alguna duda, sería necesario señalar los episodios de muertes por negligencia para demostrar la vigencia de esta legislación paralela. Uno de estos ejemplos podría ser el Yak-42, en el que todos los que viajaban eran conscientes del peligro que corrían, pero aun así cumplieron la orden. Otro ejemplo lo constituye el segundo siniestro de helicóptero del Servicio Aéreo de Rescate, en el que uno de los fallecidos fue el superviviente del accidente que un año antes había terminado con la vida de cuatro de sus compañeros. Conocía perfectamente el riesgo que corría, pero nuevamente cumplió con lo ordenado. Todos ellos cumplieron las órdenes antes de cuestionar su legalidad. Todos fallecieron.
En este contexto, uno de los episodios más escalofriantes de esta sumisión extrema —promovida por la cúpula castrense y amparada por la justicia militar— lo constituye cuando a la víctima no se le pide que arriesgue su vida, sino que termine con la de su hijo, con la de ese ser que lleva en su interior. Que aborte. Aquel que desconozca lo que sucede en el mundo militar o no haya leído ‘El libro negro del Ejército español’ o ‘En la guarida de la bestia’, este último un ensayo sobre la violencia que sufre la mujer en el Ejército, pensará que una orden de esta naturaleza es poco menos que impensable. Insólita, cuanto menos. Sin embargo, ya se han contabilizado tres denuncias en las que el mando ordenó a la víctima abortar y una cuarta en la que la orden del mando, temeraria a todas luces, provocó un aborto. Tres de estos casos se produjeron en el Ejército español y un cuarto en la Guardia Civil. Cuatro órdenes de aborto se antojan demasiadas como para pensar que no existe un patrón, sobre todo porque se publica una ínfima parte de lo que sucede.
Dos abortos y una orden incumplida en el Ejército español
El primero de estos tétricos sucesos se conoció en marzo de 2015 cuando una militar denunció que nada más quedarse embarazada recibió la orden de su mando para abortar. Dado que no cumplió con lo dispuesto por la superioridad sufrió un brutal acoso laboral. La Justicia militar archivó el caso.
En el segundo de ellos, una alumna de la academia de Artillería, sargento, denunció que la coaccionaron tres mandos para que abortara, pues de haber tenido a su hijo habría tenido que repetir curso. Abortó. Poco después de terminar los estudios denunció y consiguió que un tribunal militar imputara a los tres mandos —un brigada y dos capitanes—. Evidentemente, la justicia militar decidió absolverlos, pues de las últimas 90 denuncias interpuestas por mujeres por acoso, agresión sexual o violación solo se ha producido una condena.
El tercer caso a comentar también se produjo en el Ejército español, cuando un mando militar ordenó a una militar embarazada de cuatro meses cavar una zanja a pesar de su estado. Una temeridad. La mujer abortó consecuencia de la orden y terminó en el hospital, pero no encontró el apoyo de la cúpula militar, sino que varios mandos la coaccionaron cuando todavía estaba convaleciente para que no denunciara. Además, aseguraron su silencio con un traslado de Burgos a Segovia, donde residía la familia de la víctima. Ello motivó en un primer momento que la denuncia no se presentara, pero sació la sed del acosador. Y es que tiempo después el acosador solicitó destino en la misma unidad y comenzó de nuevo con el acoso. Esta vez la víctima sí denunció, ya era demasiado, y la misma está pendiente de resolverse… en la justicia militar.
Un aborto en mitad de un salvaje acoso en la Guardia Civil
Además, existe otro caso en la Guardia Civil cuando una mujer no solo fue obligada a abortar, sino que previamente fue violada en multitud de ocasiones, agredida y acosada sexualmente y también físicamente. Un caso absolutamente salvaje. Tal y como relata la denuncia, el sargento le dijo después de que la víctima quedara embarazada en una de las violaciones: “Saca eso de ahí, lo quiero fuera, tú no me vas a joder la vida, entérate bien”. Y la víctima, con un hijo al que mantener y el miedo a perder el empleo, accedió.
Impunidad en la punta del iceberg
Conviene reseñar que los tres casos acaecidos en el Ejército español, como se demuestra en el ensayo ‘En la guarida de la bestia’, quedaron impunes gracias a la justicia y la cúpula militar, aunque uno de ellos todavía puede ser enmendado. En el caso de la Guardia Civil, por suerte, la acción y la existencia de la Asociación Unificada de la Guardia Civil (AUGC) permitió que fuera esta la que presentara la denuncia y por ello mismo cuenta con más opciones de conseguir justicia, aunque en ningún caso será nada fácil. Recuerden, una condena de noventa denuncias en los últimos tres años.
Esta tasa de condenas, el 1%, envía un mensaje explícito a las mujeres para que no denuncien, por lo que no es descabellado pensar que los casos relatados solo constituyen una pequeña parte de la violencia que sufre la mujer en el Ejército, con absoluta impunidad gracias a mandos militares y justicia castrense, sino que se trata de una violencia contra un colectivo muy concreto que se ha convertido en objetivo prioritario de la cúpula militar: la mujer embarazada.
Según los datos que se manejan, nos encontramos ante una violencia estructural contra la mujer y, en este caso, contra la mujer embarazada. De hecho, de las 22.000 mujeres que ingresaron en las Fuerzas Armadas un tercio de ellas las abandonaron, algo más de 7.000, sin que exista una causa natural para ello como la jubilación, pues una de las mujeres que ingresó en la primera promoción (1988) todavía está realizando carrera militar y parece que se convertirá en la primera general.
Según las denuncias, tres mujeres perdieron sus bebés porque se lo ordenaron y una cuarta sufrió acoso laboral por negarse a cumplir semejante orden, pero pueden ser muchas más.
Luis Gonzalo Segura es exteniente expulsado por denunciar corrupción en el Ejército de Tierra y autor de ‘Un paso al frente’ (2014), ‘Código rojo’ (2015), ‘El libro negro del Ejército español’ (2017) y ‘En la guarida de la bestia’ (2019).