Nadie puede negarle a Pablo lo muy capaz que sigue siendo de excitar millones de imaginaciones. Sus iniciativas, al margen del coste que supongan para él mismo y para Podemos, son garantía de debates a todos los niveles, muchos de los cuales conviene relajar desde el principio. Y también de especulaciones, que algunas terminan con graciosas porras entre amigos.
Dado que analizaremos una consulta en la que se piden respuestas, plagiaré como un bellaco y también «consultaré», a mí mismo y a quien le motive.
A continuación, dos preguntas respondidas y algo de postre para terminar.
¿Qué ha impulsado la convocatoria de la consulta?
Es lo más importante. Me refiero a esa idea que ataca como un rayo y que convence tanto como para después proponerla al grupo de aliados. Puede que el «atacado» fuera Pablo, o Irene, o ninguno de ambos. Es lo que nos pasa a todos, tanto con grandes proyectos como con ocurrencias.
Y puede que ese rayo, motivador e íntimo, quien lo recibiera primero lo compartiera, acto seguido y desnudo, con quienes debatieran y aprobaran la consulta antes de informar el viernes a los medios. Supongo.
Con lo de «desnudo» he querido decir compartir el rayo tal como golpeó, no su versión en forma de relato cocinado para convencer.
La explicación oficial es que Podemos tiene una norma interna que obliga a someter esta clase de decisiones a consulta entre los inscritos.
Pero esto no parece suficiente, pues cuando se aprobó esa norma interna no se establecieron criterios estrictos ni sobre los momentos en que podrían y no podrían convocarse, ni sobre los términos de las preguntas y respuestas en relación con el debate que la justificara, ni tampoco se acotaron los temas concretos sobre lo que podría o no podría someterse a consulta. Y, si los establecieron, no los han respetado. Por exceso o por defecto.
He subrayado «criterios estrictos», la única manera de que una norma no sean papel mojado para la mayoría, y margen amplio en manos de quienes las gestionan.
La trayectoria de Podemos demuestra discrecionalidad en el desarrollo práctico de esta dinámica participativa. Pero este hecho, en relación con una iniciativa concreta, no es, a priori, positivo ni negativo. Aunque sí transfiere a los convocantes de cada consulta toda la responsabilidad, tanto de la intención que la impulsa, como sobre sus consecuencias.
La mayoría de los medios han concluido que Podemos ha convocado esta consulta para ejercer presión sobre Sánchez y conseguir que acepte un «gobierno de coalición» con ministros de Podemos.
En cambio, los términos de la consulta, tanto por las dos únicas respuestas posibles como por el momento en que se ha planteado, con el PSOE declarando poco antes que había que empezar de cero, hacen pensar que se ha convocado en clave interna, y en particular porque podía cundir entre algunos líderes de Podemos la duda sobre aceptar un «gobierno de cooperación», sin ministros, ante el riesgo de ir a nuevas elecciones o de que, incluso, quienes le salven la investidura a Sánchez sean los de Rivera. Han apoyado en Castilla La Mancha.
Véase que los 42 diputados de UP deberán votar la investidura el 22 de julio, solo dos días después de la fecha establecida para conocer los resultados de la consulta, y puede haber a quienes no les haga ninguna gracia votar contra su conciencia, como quizás alguien lo hiciera el 4 de marzo de 2016.
Y más cuando recuerdan que hubo diputados socialistas que sí se atrevieron a romper la disciplina de voto el día de la investidura de Rajoy, también en 2016. Aquella división, por lo demás sin excesivo riesgo, fortaleció a Sánchez.
Por tanto, mi respuesta es que la consulta se ha convocado para resolver potenciales discrepancias, incluso en el núcleo duro de Podemos, pues resulta evidente que, antes de convocarla, daban por descontada la reacción de Teresa Rodríguez, líder de un porcentaje importante de inscritos, que ha dicho que no votará, y también lo del «insulto a la inteligencia».
¿Qué peligros principales planean sobre la consulta de Podemos?
Antes de convertir una «idea rayo» en una propuesta racional que no tendrá marcha atrás, lo que debe hacer un líder es analizar los peligros en cualquier escenario. Lo hayan hecho, o no, los de Podemos, como no lo he leído ni escuchado, allá van los que ha dejado clavados mi relámpago.
En primer lugar, puede poner de manifiesto la debilidad cuantitativa de Podemos. No solo por recordar que han perdido 1.300.000 votos respecto de 2016 (aunque los periodistas añadirán un millón más al comparar con 2015), sino que, salvo sorpresa, si bajan los datos de participación de votantes en la consulta respecto de los que votaron en la investidura de 2016, o incluso en la del chalet, gestionar tanta transparencia puede ser complicado. Esperemos que no informen solo de porcentajes, con la excusa de la LOPD. Y más de un analista comparará la participación con la de los afiliados del PSOE en las primarias internas de 2017, que tuvieron mucho menos tiempo para votar. Y otro recordará que los 14 diputados de diferencia entre PSOE y UP en 2016 se han convertido en 81 en 2019. Y así sucesivamente.
Siempre queda el consuelo de la cuota de pantalla, aunque sea para mal.
Por otra parte, lo que ya ha ocurrido y que puede agravarse. Ha aflorado de nuevo la contestación interna al núcleo de Iglesias y, si la participación es muy baja, y/o los resultados de ambas respuestas suficientemente parecidos, no es descartable que pueda estallar la crisis. Todo dependerá de cómo se haya gestionado, internamente, la conversión del rayo en relato para defender la propuesta. Y puede que algunos le recuerden a Iglesias la osadía de Sánchez cuando se atrevió, incluso, a entregar el acta de diputado.
Y no es menor el peligro derivado de atarse a una consulta activa durante siete días y que tiene a los convocantes en la incomodidad de lo políticamente correcto, aunque para algunos lo será para no jugarse el futuro a una sola carta, que fracasará si no gana por goleada.
Mientras, Sánchez, socio mayoritario, pero también adversario inevitable, dispondrá de libertad de movimientos para que sus peones puedan divulgar toda clase de expectativas sin necesidad de fundamento ni asunción de compromiso y que, con intención o sin ella, pueden terminar confundiendo a miles de inscritos de Podemos en periodo de reflexión.
Esta coyuntura, que parece creada a la defensiva, puede cultivar en la cabeza de Sánchez la tentación de dar el golpe de gracia a Podemos. Aunque esta vez en la consulta no se hace ninguna mención a los intereses del líder del partido, todos saben que una línea roja de Pedro es que Pablo quede fuera del gobierno. Como tal línea no se borrará, a Sánchez no le hace falta ni salir en la tele para conseguir que muchos cuadros de Podemos piensen que Iglesias puede poner en peligro el proyecto en el que están embarcados. Y termino.
Quizás se haya extrañado usted del «…sin título» de este artículo.
Tal como decía, en esta ocasión es producto del exceso de estímulo que las decisiones de Iglesias suelen provocar.
Pensé, sucesivamente, en «Pablo Iglesias en su laberinto», «ídem acorralado por sí mismo», «ídem tiene cinco días para anular la consulta» o, también, «La consulta de Podemos y el futuro de ídem» y varios más.
Después me gustó mucho «Pedro contra Pablo como Mariano contra Carles», o con los apellidos de los cuatro. Lo hubiera enfocado por el lado de la ventaja táctica de quienes solo tienen que resistir desde el poder más fuerte y peligroso contra aquellos que lo intentan de manera pacífica durante periodos casi siempre breves de entusiasmo colectivo, pero desarrollar los detalles hubiera sido materia suficiente para otro artículo.
No queda descartado. Quizás cuando haya gobierno.
Quedaba pendiente responder a los muchos que aprovechan lo del Pisuerga para desacreditar la democracia directa. Aunque no lo reconocen, lo hacen desde posiciones elitistas que niegan al electorado la categoría suficiente para decidir. Cuando les dices que, según sus postulados, la Constitución del 78 no debería haberse sometido a referéndum, balbucean. Y no veas si les cuentas lo bien que le habría ido al planeta Tierra si Hitler hubiera tenido que someter a las urnas el exterminio de los judíos.
Este artículo se envió a publicar el día 14 de julio, el último de la Monarquía absoluta… en Francia, porque todas corren el peligro de volver a serlo mientras existan. A las 17 horas. Cuando usted lo lea puede que algunas de sus incógnitas hayan quedado despejadas por los acontecimientos.
Son la clase de emociones a las que Pablo nos tiene acostumbrados, aunque no hay que olvidarse de Pedro cuando le da por recordar lo de la carretera.