viernes, 22 de noviembre del 2024

Si Iglesias y los republicanos quieren, esta será la investidura del cambio.

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Pablo es Iglesias y los únicos republicanos que lo han demostrado, los catalanes. Juntos suman, con el PSOE, 187 diputados. Sobran once. Pero incluso pueden conseguir otros once más. Serían 198.

Por tanto, esta vez haré política. Escasean las oportunidades de encender la luz y alguien, tras más de un año investigando, ha localizado el interruptor.

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En este país, los cambios a menos mal siempre han necesitado de momentos traumáticos que neutralicen a los autoritarios. Con luz y taquígrafos.

El trauma de la muerte de Franco dejó sin lucecita de El Pardo a todos los criminales que le rodeaban. Se dieron cuenta que pintaban bastos y arreglaron lo del rey con un 23 de febrero para ocultar de las miradas molestas su último reducto, las cloacas. Y aquí paz, y siempre desmemoria.

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Las guerras, aunque sean en territorio ajeno, duelen en muchas conciencias. Además, terminan enviando al cobrador, yihadista en el caso que nos ocupa. Se presentó el 11 de marzo de 2004 en Madrid y Aznar intentó pagar con moneda falsa durante 72 horas, su gran mentira, con tal de que el PP no perdiera el poder en las urnas. Pero el trauma de sangre más burla había abierto millones de ojos en menos de 48. Rajoy, desquiciado, a la oposición.

Después siguieron ocurriendo cosas. Sobre todo, la crisis económica mundial que rompió el bipartidismo en España.

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En este punto conviene hacer un paréntesis para repasar la trayectoria de los partidos hoy decisivos para la investidura desde aquel 20D de 2015. Sin entrar en detalle, sus decisiones en el Congreso han contribuido a que el PSOE pase de 90 diputados a 123.

Este resultado es un fracaso para Iglesias y los dos independentistas, pues a cualquier partido de la oposición le interesa que el que gobierna tenga el menor número de diputados posible. Para que necesite contar con ellos.

Pero ha llegado, de repente, un extraño, aunque muy distinto al Keaton protagonista en la película de Schlesinger.

Se llama Carlos Enrique Bayo, trabaja para “Público” y ha encendido la luz hace 48 horas, es decir, el 25 de julio. Y, de momento, cada día que pasa alumbra un nuevo rincón de nuestras peores cloacas.

Pero, ¡oh sorpresa!, dos días después las grandes portadas de España han decidido seguir a oscuras. Aquí hay trauma. No me cabe ninguna duda.

Porque, salvando las distancias, están haciendo lo mismo que hicieron hace quince años, cuatro meses y cinco días. Durante aquel instante mortal le entregaron las portadas a Aznar para escribir en ellas ETA y Atocha, aunque los vascos fueran españoles.

Esta vez se están aplicando autocensura. Que sepamos.

Lo decíamos al principio. En España, el trauma es un ingrediente necesario para desquiciar a los retrógrados, que siempre se oponen a los cambios que potencian la libertad.

Bayo y su equipo tienen las pruebas de que, agárrese antes de seguir leyendo, hasta cinco días antes de los atentados de Barcelona y Cambrills, el CNI escuchaba las conversaciones que, entre ellos y con terceras personas, mantenían los asesinos de aquel 17 de agosto de 2017.

Hoy, con el susto en el cuerpo de los ministros en funciones, el debate que triunfa consiste en determinar si Es Satty, el imán de Ripoll y líder de la célula asesina, era un confidente del CNI o un terrorista infiltrado en el CNI. Si nos atenemos a los objetivos conseguidos por ambas partes, nos quedamos con la segunda respuesta.

Es Satty consiguió sus asesinatos. Nuestros espías, el ridículo más espantoso. Tampoco encontraron las urnas del 1 de octubre, que tanto buscaban.

Pero dentro de cinco días hay sesión de investidura. Por lo de hacer política hoy, que decía al principio.

Tanto Pablo Iglesias como los líderes republicanos catalanes de Junts y de ERC deberían comprender que lo de Bayo es una bomba con trauma incluido que acaba de estallar y que, si quieren, romperá los parámetros sobre los que se está moviendo una investidura impresentable.

Deben ponerse de acuerdo inmediatamente y, con sus 64 votos sobre la mesa, llamar a Pedro Sánchez y ofrecerle la presidencia, sin otra condición que la de desmontar definitivamente las cloacas que alimentan, principalmente, al CNI y a las Fuerzas de Seguridad del Estado. Y mejor con la “ayuda” de expertos internacionales. Pero nada de comisiones parlamentarias, por favor.

El análisis político dice que, en este momento histórico, cualquier objetivo político que necesite democracia y libertad estará mucho más cerca si, antes, las cloacas se limpian del todo.

Los dueños de los 64 votos en el Congreso deben ser discretos, porque como Casado, Rivera o Abascal se enteren del plan son capaces de entregarle sus votos a Sánchez aunque se descubriera que se trata de un peligroso terrorista disfrazado. La derecha española necesita, como el aire que respira, mantener intacta la porquería que, Villarejo y otros, contribuyeron a mantener y multiplicar desde la muerte de Franco.

¿O, para que UP y los catalanes reaccionen, tendrán que salir miles de personas a la calle pidiendo toda la verdad sobre aquellos atentados?

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