jueves, 05 de diciembre del 2024

Una investidura de cuentas pendientes en un país desquiciado

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Si durante dos horas de discurso inaugural el candidato a presidente no pronuncia ni siquiera en vano el nombre del mayor problema del país que pretende gobernar, es evidente que sobre su investidura flotan demasiadas incógnitas. 

Pedro Sánchez es un presidenciable que se siente mucho más presidencialista de lo que le permiten sus 123 diputados. Hay quien le mira hoy y recuerda la displicencia de Rajoy. De sus intervenciones se deduce la pretensión de que todos le apoyen, excepto los independentistas y los de Abascal. La excusa para pedir tal regalo, que casi explicita, es que gobernar España en este momento es un verdadero infierno.

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Tras Sánchez podría ocultarse un masoquista con especial querencia por la hoguera.

Comenzando por Podemos, quizás les habría resultado más rentable hacer caso al catedrático Pérez Royo cuando defendía que los de UP tendrían que haber anunciado desde el 29 de abril el apoyo a la investidura de Sánchez. Si, añado yo, Iglesias hubiera puesto la única condición de que se olvidara de Casado y Rivera, habría colocado al PSOE, desde hace casi tres meses, ante la tesitura de hablar con ERC sí o sí. Con todo lo que eso podría contribuir a profundizar en la división entre los independentistas, objetivo común de UP, PSOE, y quien sabe si, en determinado escenario, también los de Junqueras.

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Y, de paso, los de UP se habrían ahorrado nuevos cuestionamientos de un liderazgo que no está en su mejor momento.

Y no es especular demasiado pensar que si UP deja que Sánchez se incendie en solitario desde el principio de la legislatura, es muy probable que antes de un año Iglesias tenga la oportunidad de ofrecerle, por un precio mucho más alto que ahora, una tabla de salvación para no tener que disolver y anticipar elecciones en peores condiciones que las actuales.

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Aunque también puede ocurrir que Sánchez, como Rajoy, se canse de gobernar lo imposible y termine no siendo capaz de asumir el papel de una derecha desesperada y autoritaria, la que tanto recuerda a los franquistas de los últimos gobiernos del dictador, la única manera que existe en España de no dejar decidir a los catalanes.

Como siempre en “Aquí hay tema”, convertiremos en pregunta la discrepancia irresoluble que encontramos con la realidad:

¿Se puede saber a qué viene tanto interés de UP para estar implicados en el gobierno de Sánchez el día que se publique la sentencia del Procés?

Y ahora toca ERC, con la nada despreciable cifra de 15 diputados. Imposible olvidar que fueron quienes provocaron el bloqueo al debate presupuestario del mismo gobierno que habían ayudado a nacer unos meses antes, cuando el PSOE solo tenía 84 diputados, e incondicionalmente. Y que ese bloqueo colocó a Sánchez, mejor informado que nadie sobre la demoscopia, ante la irrenunciable oportunidad de ampliar su grupo parlamentario y, además, recomponerlo a su imagen y semejanza. Objetivos que el líder socialista del 155 consiguió el 28 de abril gracias a ERC.

Recapitulemos, a partir del criterio principal que nos dice que cuando un partido de la oposición lleva a cabo una estrategia que termina fortaleciendo al partido que gobierna solo hay dos respuestas: o gato encerrado o error político.

Pues hubo error seguro, porque suponemos que ERC prefería aquel sumatorio 84+71 de PSOE+UP anterior al 28 de abril, en lugar del 123+42 actual.

El gato encerrado, que quizás también ayude a explicar aquel bloqueo al PSOE, lo intentaremos liberar mediante un duro interrogatorio.

Preguntamos a Gabriel Rufián, portavoz.

¿Bloqueó ERC el debate de los presupuestos en el Congreso para que Sánchez convocara elecciones generales, tal como ocurrió?

¿Buscó ERC las elecciones generales porque las encuestas decían que podrían multiplicar la diferencia de diputados en Madrid con el PdCat, tal como ocurrió?

¿Buscó también ERC las elecciones generales porque sabía que Puigdemont, el único adversario capaz de derrotar a Junqueras, nunca se presentaría a las elecciones generales, tal como ocurrió?

Y ahora, saltando desde el frustrado debate presupuestario en febrero hasta ayer mismo, 22 de julio, seguimos preguntando.

¿Invitaron los quince diputados liderados por Gabriel Rufián a los siete diputados liderados por Laura Borrás para que se sumaran a la bella acción de protesta a favor de los presos políticos catalanes, consistente en llegar a sus escaños con flores amarillas?

¿No creen los diputados de ERC que 22 son más que 15, sobre todo a la hora de realizar cualquier acción destinada a conquistar portadas a favor de una causa que es común y justa?

El resultado de la primera votación obliga a PSOE, UP y ERC a mover demasiadas fichas en 48 horas o, quizás, durante la prórroga veraniega.

Mientras tanto, siguen ocurriendo cosas que solo contribuyen a agravar el estado de crisis que rodea la investidura, y precisamente por el lado del problema del que Sánchez no se atrevió a nombrar en su primer discurso.

Hace quince días saltó a la luz el espionaje ordenado por Borrell para sustanciar una acción judicial que ordene el cierre de las delegaciones de la Generalitat en tres países de Europa, con escándalo entre algunos políticos extranjeros espiados.

La semana pasada el digital Público aportó pruebas incontestables sobre la inutilidad del CNI en la lucha contra el terrorismo en Catalunya, que fueron confirmadas con el más que vergonzante silencio de los políticos unionistas y de todos los medios del mismo color.

Ayer mismo, El Confidencial desvelaba que el gobierno de Rajoy solicitó financiación extra a ocho grandes del Ibex 35 para acciones contra el “procés” que llevó a cabo el Real Instituto Elcano presidido, casualmente, por Felipe VI.

¿Cuántas nuevas revelaciones complicarán aún más la investidura de Sánchez antes de que pueda celebrarse?

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