Este lunes de agosto hemos tenido el placer de disfrutar con el autor de la denominada “Foto de la tortilla”, en la que aparecen Felipe González, Alfonso Guerra y otros socialistas comiendo naranjas en 1974, aquellos tiempos de romper amarras con sus propios exiliados. Mezcla de ilusión y crueldades.
Pocas cosas hay tan cotidianas como el comer y, en aquella imagen, la confluencia de reunidos, momento histórico y naturalidad con la que los líderes protagonizan la instantánea justifica que se haya convertido en icono de un periodo tan crítico en la historia de un país como el de la salida del túnel de una dictadura sin saber la clase de luz que había fuera.
Pero estamos hablando de un país como España encendiendo una luz con la que, aún hoy, demasiados intentan deslumbrar para mantener zonas oscuras.
La culpa de nuestro placer en este 19 de agosto la tienen los diez y ocho minutos de conversación que, en Radio Jerez de la Cadena SER y con ocasión del Día Mundial de la Fotografía, han mantenido los periodistas con un hombre que quería ser “peliculero” pero fue al cine con un amigo y encontró retratado el “poder” en la pantalla.
La película, eterna, ya se la imagina usted, era “Ciudadano Kane”.
Y nuestro hombre, para siempre, se llama Pablo Juliá. Aquel día decidió cambiar de vocación.
Escuchas las palabras de Juliá y te das cuenta que son el mejor ejemplo de compromiso social prudente y respetuoso que podemos encontrar. Por eso, cuando te cuenta que le “robó” a Fraga Iribarne un instante de su vida leyendo un periódico en el que el lema electoral “Vota PSOE” derrotaba la imagen del gallego, siempre tan lector, nos creemos, sin lugar a dudas, que don Manuel, que fue parte del túnel y también lo supo ser de la luz y a quien por eso se lo han perdonado todo, y con creces, le dijo a nuestro protagonista aquello de que era “un gran periodista y un gran hijo de puta”.
Como el fotógrafo no quiere molestar con el tono del insultador, siendo éste como fue capaz de impartir clases en el hervidero de rojos que era la Facultad de Políticas de la Complutense antes de la muerte de Franco, que a Fraga le saliera el autoritario que siempre fue es perfectamente creíble.
Además de celebrar el Dia Mundial, han entrevistado a Juliá en relación con su exposición “Otros tiempos”, itinerante por su Andalucía, de momento. Su respuesta vuelve a ser un ejemplo de humildad. Ante un trabajo suyo que es de un valor incalculable para el futuro de todos, Juliá responde que “bucear en mi pasado me cuesta, y me siento un poco extraño ante mi propia obra”, mientras reconoce que, gracias a la insistencia de los amigos, se está redescubriendo.
Para terminar, Pablo demuestra que es un profesional grande y también moderno. Cuando habla de los cambios radicales que las nuevas tecnologías imponen en costumbres y profesiones, y que él ha sufrido en primera persona, nos cuenta que los periódicos han eliminado plantillas enteras de fotógrafos porque, entre otras cosas, comprende perfectamente que “un grupo de chavales con sus móviles” sean capaces de conseguir las imágenes más valiosas en un momento determinado. Y también el papel que juegan las agencias para “optimizar” recursos. Lo único que pide es respeto por la calidad del trabajo. Afirma que hoy se da más información que nunca, pero no se prioriza con criterio y, ya en su especialidad, recuerda los tiempos en los que las imágenes que acompañaban a las noticias diferenciaban nos permitían diferenciar unos periódicos de los otros.
Pablo Juliá, una persona mucho más importante de lo que podía imaginar y de quien solo conocía algunas de las imágenes que me han acompañado durante casi toda mi vida.
Nos confiesa que cada día saca fotos de sus armarios y las sube a Facebook. Me consta.