En estos días salió a la luz un nuevo caso de acoso dentro del Ejército español, uno más de los pocos que, haciendo escapismo, logran salir al exterior y poner sobre la mesa el relato de lo que es sin duda, el modo de establecer el ordeno y mando dentro de las instituciones uniformadas.
Una historia que demuestra el secretismo acerca de lo que sucede tras los muros de los cuarteles. Esas murallas, esas barreras infranqueables ante las cuales la ciudadanía permanece aún desposeída en su derecho al control efectivo de lo que paga con el dinero de sus impuestos. Y eso que discurre allí, en la sombra, no es otra cosa que la coacción y el mooving como forma de gobierno.
La ausencia de protocolos efectivos y de una legislación diseñada a conciencia para ser capaz de combatir ese “Juan Palomo, yo me lo guiso, yo me lo como “que son las Policías y los Ejércitos internamente, los convierte en una picadora de personas o en una incitación a hacer lo que es del todo incorrecto.
Pero no hay que olvidar que el gran problema de fondo es la inacción de una clase política que considera cualquier crítica constructiva hacia estos colectivos, que son también servicios públicos, un ataque frontal a la patria. Como si querer mejorar lo que es de todos fuera poco menos que un crimen capital. Como si se pudiera cuestionar cualquier cosa salvo las Fuerzas Armadas, la Policía y la Familia Real.
El asunto en cuestión es que el Juzgado de Primera Instancia de Daroca (Zaragoza) ha imputado tres altos mandos del Ejército de Tierra por atribuir falsamente la autoría de unos vídeos pornográficos a una soldado.
Y por ese motivo, que de haber sido cierto pertenecería a su vida privada y no realizaría injerencia alguna en su labor como militar, es por el cual la mujer fue finalmente sancionada.
Ni las notables diferencias entre la anatomía de quien protagonizaba realmente los videos y el cuerpo de la acusada, ni el hecho de que la que aparecía en la grabación era una mujer inglesa ya que se expresaba en esa lengua sin ningún atisbo de acento peninsular, lograron paralizar un proceso que a todas luces era un despropósito.
Puede resultar sorprendente para la opinión pública que con una mentira se construya un proceso capaz de expulsar a alguien de su carrera profesional, pero lo cierto es que para aquellos que conocemos las tripas de la bestia porque hemos estado en su vientre, esto es algo demasiado cotidiano en nuestras Fuerzas de seguridad. Es más, por muy kafkiano y delirante que parezca, es un modo de gestión de personal.
Lo que demuestra que el procedimiento interno que rige la Policía y los Ejércitos es una trampa mortal mediante la cual se logra expulsar legalmente y sin pruebas a aquellos a los que se señala por un motivo u otro. Es decir, que es arbitrario. Es decir, que es de pega.
Demostrándose así que el conducto reglamentario permite sancionar por sancionar y que lo hace impunemente.
Demostrándose así que el conducto reglamentario, lejos de perseguir a los que dañan la institución, la prostituyen, le dan mal nombre y la denigran, persigue a quienes por algún motivo se han convertido en alguien que molesta.
Demostrándose así que se puede echar a quien se quiera.
Demostrándose así que no hacen falta pruebas.
Demostrándose así que es mejor un proceso penal que caer en manos de tus jefes, de tu conducto reglamentario, de tus hienas.
Demostrándose así que el Sistema enseña a nuestros funcionarios de Seguridad pública qué hacer para que nadie les quiera echar, para mantenerse dentro sea como sea.
Y es que nuestro sistema es estructuralmente tan corrupto que está ideado para poder corromper a policías y militares sin necesidad de que exista un capo o un mafioso que haga el trabajo sucio, ya que “El Padrino”, es el propio Estado que gobierna. El mismo que ideó una legislación que permite la purga interna y que no modifica las directivas necesarias para lograr transparencia.
O es que ¿Piensan ustedes que alguien que ha pasado una fase de oposición y a quien le ha costado tiempo, dinero y esfuerzo lograr una plaza fija en la administración, va a colocarse en el punto de mira de sus superiores, sabiendo que el Sistema permite que se le expulse sin apenas derecho a defenderse?
¿Creen que van los de abajo a denunciar por ejemplo las corruptelas de los de arriba, sabiendo que el Sistema permite su expulsión de manera arbitraria?
¿Creen entonces que los policías y los militares tienen margen de maniobra para limpiar sus propias Instituciones de suciedad, de malas hierbas y de mierda?
La respuesta a esas preguntas es que, con tal de que no les echen el ojo encima sus superiores, muchos o quizás demasiados uniformados, miran para otro lado por pura supervivencia. Se lo dice una que decidió un día señalarles y conoce las consecuencias.