La presión mediatica a la que se está sometiendo a Defensa, sobre la exclusiva de La República, concretamente desde el artículo de los legionarios bebiendo alcohol por las calles de Vilafranca, portando sus fusiles de asalto y dejandolos en el suelo, puede depurar finalmente responsabilidades en algún mando militar, concretamente en el responsable del destacamento y a los propios soldados. La responsabilidad más clara, sin embargo, podría recaer en el capitán que decidió que los legionarios bajaran armados en vez de dejar los fusiles de asalto bajo custodia en los vehículos.
La pruebas existen y las comunicamos desde Las Repúblicas. El Ejército de Tierra sancionará disciplinariamente, con hasta 15 días de multa o 30 de arresto, a la docena de legionarios que el pasado sábado fueron fotografiados con botellines de cerveza y sus armas en el suelo, en una terraza de un bar de Vilafranca del Penedés (Barcelona), si se demuestra que tomaron bebidas alcohólicas, según fuentes militares.
El código disciplinario de las Fuerzas Armadas es inequívoco. Se considera falta grave “consumir bebidas alcohólicas durante un servicio de armas o portándolas”. Los legionarios no cumplían un servicio de armas, pues volvían de unas maniobras en Francia, pero sí portaban fusiles, que dejaron en el suelo para sentarse en la terraza. Aunque las armas no tuvieran munición, ni se produjera ningún incidente, como subrayó un portavoz del Ejército, se trata de una falta grave, castigada con multa de ocho a 15 días, arresto de 15 a 30 o pérdida de destino.
La cuestión, según fuentes militares, está en demostrar si todos o algunos de los legionarios que aparecen en las fotos y algunos otros consumieron alcohol. Aunque los botellines de cerveza que se aprecian en la imagen así parecen acreditarlo, el procedimiento disciplinario por falta grave está perfectamente reglado e incluye garantías como la presunción de inocencia, el derecho a no declarar o a no hacerlo contra uno mismo.
Los legionarios podrían alegar, por ejemplo, que los botellines ya estaban en la mesa cuando ellos se sentaron. Una vez concluido el expediente, que puede demorarse hasta un año, podrían interponer un recurso contencioso ante los tribunales, que revisarían la sanción disciplinaria.
Más fácil parece, según las fuentes consultadas, determinar la responsabilidad del capitán al frente de la unidad que decidió que los legionarios bajasen de los autobuses con sus armas automáticas, en vez de dejarlas en los vehículos bajo la custodia de un retén de vigilancia, como es reglamentario.
El hecho de que los autobuses tuvieran que acudir a repostar mientras los legionarios estiraban las piernas y compraban víveres en un supermercado no parece suficiente justificación. Más grave aún sería si se acreditara que el capitán toleró el hecho de que sus subordinados bebieran alcohol con armas.