Tenía que ocurrir. Abusas de algo, incluso aunque sea para exhumarlo, y terminas por contagiarte. «Quien juega con fuego…».
Franco, «por la gracia de dios», se colocó por encima del bien y del mal para que nadie pudiera llevarlo ante un tribunal terrenal. Y lo consiguió. Es decir, era alguien «inviolable y no sujeto a responsabilidad», tal como está escrito en el artículo 56.3 de la Constitución, aunque quizás ese papel no esté hablando de Franco. No es extraño que muchos, y no solo franquistas, declaren ahora que esta monarquía que tenemos, tan parlamentaria y democrática de la que tanto presumen algunos, es lo que siempre quiso Franco para nosotros. Bueno, antes tenía que diezmarnos porque no éramos perfectos.
Y hablando de responsabilidades, por poner un ejemplo, a nadie se le hubiera ocurrido culpar a Franco de apretar el botón detonador que hizo estallar la bomba que acabó con Carrero. En cambio, Franco culpaba de todo al «enemigo exterior». Él nunca tuvo la culpa de nada.
Pero cuatro décadas después de la muerte de aquel inviolable, otro más, y no ha sido el último, Sánchez nos sorprende hoy con la siguiente ocurrencia: «El que aplica el 155 es el independentismo. Son ellos quienes tienen la responsabilidad de no obligar al Estado a aplicarlo. Son ellos quienes tienen el botón».
Tanto tiempo pensando en Franco para terminar afirmando que serán las víctimas quienes aprieten el botón que solo maneja él, el que tiene previsto para hacerles daño. Quien juega con fuego y no sabe apagarlo, se quema. Y quien juega con Franco se endiosa, si antes no consigue matarlo.
Quizás lo que le está ocurriendo no sea privativo del propio Sánchez. Podría tratarse de un síndrome de La Moncloa, tan cerquita de El Pardo. Pero esta vez, muchos de los que desean el regreso al poder de otro inviolable, y también irresponsable de sus actos, se sentirán más tentados que nunca por la papeleta del PSOE.
Miento, no más que nunca, sí como cuando Felipe González. Pero quizás el tiempo ha pasado