Europa atraviesa un período muy convulso pues la crisis financiera está poniendo todavía más difícil el proceso de construcción europea (imprescindible para que pueda competir como potencia mundial) y el estancamiento económico que se está haciendo visible en la locomotora alemana aunado ha provocado la aparición de fuerzas centrífugas que podrían provocar la desmembración de la actual Unión Europea. Así, asistimos al auge de movimientos independentistas del que Escocia sería alumno aventajado tras realizar en octubre del 2014 la consulta sobre la permanencia de dicha nación en Gran Bretaña.
El profesor James Mitchell, responsable de la escuela de Gobierno y Política Pública de la Universidad de Strathclyde (Glasgow, Escocia), explica que las razones de un pueblo para querer su independencia «radican en el fracaso de sus respectivos Estados, pues las naciones sub-estatales se sienten ninguneadas». Sin embargo, según la actual doctrina imperante en Bruselas, «un Estado resultante de un movimiento secesionista perdería su condición de miembro de pleno derecho de la zona euro y habría de comenzar el proceso de readmisión», lo que en la práctica imposibilita la secesión. En consecuencia, Cataluña deberá esperar a la disolución de la actual UE como ente político para que asistamos a la independencia de las actuales naciones subestatales europeas (Escocia, Flandes, Bretaña, Alsacia, Córcega, Cataluña, País Vasco, Galicia, Padania, Tirol del Sur, Irlanda del Norte, Cornualles e Isla de Man) y a la aparición de un nuevo mapa geopolítico europeo.
Ello será posible por la interactividad que proporcionan las redes sociales de Internet (el llamado Quinto Poder que enlaza y ayuda a la formación de las identidades modernas), que facilitará el final del endémico aislamiento y pasividad del individuo sumiso y acrítico de las sociedades consumistas occidentales (Hombre unidimensional) y la aparición de un nuevo individuo (Individuo Multidimensional). Dicho Individuo será capaz de generar un tsunami popular de denuncia del actual déficit democrático, social y de valores de la actual Europa mercantilista e instaurará el caos constructivo que terminará por diluir el opiáceo inhibidor de la conciencia crítica (consumismo compulsivo) tras lo que asistiremos al hundimiento del castillo de naipes mercantilista de la actual Unión Europea, al retorno a los compartimentos económicos estancos y al posterior diseño cartográfico de la nueva Europa de los Pueblos en el horizonte del 2.025.