Por fin con el avión preparado, comenzábamos la misión de casi 36 horas.
Esperábamos uno de esos vuelos tediosos, con las típicas paradas para repostar y poco más.
Comidas a bordo, agua, cafés para las horas que íbamos a estar encerrados en aquella máquina de devorar millas, muchas ganas de cumplir con el trabajo encomendado, no falto de incertidumbre, ya que como dije anteriormente no era una misión estándar, ni el avión está preparado para ello, solo el espíritu de superación nos protegía de un fracaso o de cometer errores fatales.
La verdad es que suelen ser bastante aburridos este tipo de vuelos, pero siempre tenemos tiempo para leer charlar, y por supuesto para realizar los últimos ajustes, en los que posiblemente esa incertidumbre te lleva a hacer propuestas un tanto descabelladas.
Una de ellas vino por parte del comandante de la aeronave, no me extraño ya que en el Ala 31, las «Vaqueradas» eran de sobra conocidas (sobre todo con la nieve de Afganistán), pero sí que tuvimos un intercambio de opiniones ya que en la «idea» iba implícito el incumplimiento de mis obligaciones como Supervisor de Carga, y el cargar de trabajo al equipo médico que bastante tenía con revisar sus procedimientos improvisados, una vez más; pero con gente comprometida y profesional, como la de la UMAER todo es posible.
La cuestión es que el Comandante Vaquero, quería que fuesen los componentes del propio equipo médico los que actuaran y realizasen los procedimientos de apertura y cierre de la rampa, así sin más, un procedimiento que aun siendo sencillo implica una enorme responsabilidad durante el vuelo.
Una vez solventado el problema planteado por el comandante, surgieron otras conversaciones, pero una que recuerdo muy claramente fue la del médico que decía más o menos «si cuando lleguemos el misionero ha fallecido, no embarca», esto era muy lógico ya que el periodo de mayor virulencia de la enfermedad era después del deceso del paciente.
Pero me extrañaba que un oficial no se diese cuenta del esfuerzo mediático y económico que estaba realizando el Gobierno de turno; una de mis atribuciones era tener preparado el papeleo en caso de defunción durante el vuelo, eso ya lo teníamos preparado.
Y llegó el momento de entrar bajo el control del espacio aéreo de Sierra Leona para aterrizar en Freetown, aquello se convirtió en un «festival» de trajes y guantes aislantes de repasar procedimientos y dar las últimas instrucciones para realizar el embarque con seguridad para todos.
El enfermo llegaba con retraso… Continuará.