sábado, 23 de noviembre del 2024

El Sáhara tiene solución

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A pesar de la leña añadida al fuego del enquistamiento por “algún” político “progre” (que progresista es algo más serio), el conflicto del Sáhara, culpa de la ineficaz diplomacia española, tiene solución. En ello se empeñan, en este momento, saharauis y andaluces que, después de casi cincuenta años de división, necesitan los primeros y deseamos todos, dar a un conflicto dramático para unos, insostenible para todos, el final pacífico que, sin humillación posible para ninguno, permita imponer la paz y la cordura, capaces de permitir el desarrollo y abrir el futuro a una zona de inmensas posibilidades culturales y económicas.

A los andaluces y al Partido Andaluz, mediador en la búsqueda de una solución pacífica duradera, nos duele el Sáhara doblemente: porque siempre ha formado parte de nuestro entorno natural y porque durante años hemos compartido la condición y el sufrimiento de una concreta política-administrativa.

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Las soluciones no son un “maná”. No suelen caer del cielo, aunque al cielo se mire cuando se esperan. Las soluciones requieren un alto nivel de tolerancia y generosidad por todas las partes implicadas y las que puedan implicarse, siempre que compartan el deseo universal de paz y entendimiento común. En este aspecto, los saharauis habitantes en el territorio histórico del Sáhara Occidental, se están ofreciendo a sus hermanos del exilio para buscar conjuntamente una forma de acabar con esa situación que a nadie beneficia. Marruecos, por su parte y quizá como parte de su todavía silenciosa evolución en positivo, ofrece unas condiciones aceptables para los unos, aunque insuficientes para los otros. Pero, cuando lo “ideal” es imposible, tiene que existir un “Plan B” con el que resolver, al menos, la mayor parte de las carencias que son necesario cubrir. Eso no supone renunciar a nada: los andaluces no hemos olvidado nuestra realidad política, social y económica después de setecientos años, ni nuestra adhesión es voluntaria a un Estado que, después de siete siglos, nos mantiene abandonados y boicotea nuestro desarrollo, porque para el Estado español sólo somos moneda de cambio para sus negocios con terceros.

Lo que Marruecos está ofreciendo hoy al Sáhara es mucho más de lo que España ha concedido jamás a Andalucía. Y no se cumple aquello de “mal de muchos…”, no tiene nada que ver. El POLISARIO no tiene posibilidad de enfrentar sus fuerzas a Marruecos; como Andalucía, está obligado a buscar una solución pacífica, aunque no sea inmediata. Se trata, por tanto, de aceptar lo menos malo; y si el compromiso de Marruecos es serio y se mantiene, podría ser la forma de empezar una nueva etapa, de reunificar a todos los saharauis, sin por ello obligarse a renunciar a sus principios.

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La reunificación de los legítimos habitantes del Sáhara Occidental debe ser obra expresa y responsabilidad de los propios saharauis, dónde los demás, mediadores como el PNA ú observadores permitamos/permitan una resolución, un acuerdo entre saharauis. Un acuerdo en que es de interés considerar la oferta marroquí –considerar no significa necesariamente aceptar- y que todos, gobiernos de Marruecos y Sáhara junto a los habitantes legítimos del territorio limen asperezas y cedan, siquiera en lo accesorio o menos fundamental, porque lo fundamental es terminar con la división, con la diáspora, con el sufrimiento en el desierto. Las negociaciones no terminan cuando se cierran, porque la vida continúa. Pero debería continuar en paz, con un Parlamento propio, que pueda regir los destinos de un Sáhara repleto de posibilidades culturales y económicas.

Y, en cuanto a su relación con Marruecos, siempre que sea la mejor posible, incluso podría desembocar, o cuando menos ayudar, a la creación de un área de convivencia común más extenso. Un área de convivencia, de intercambio, de ayuda mutua que necesita la mitad norte de África y toda el área Mediterránea, dónde se encuadra Andalucía, Nación hermana que nunca olvida, ni podrá olvidar los lazos de cultura que nos unen.

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