Faltó poco en el mayo de 1918 para que la historia de los Bornones, al menos tal como la conocemos ahora, fuera bien distinta a la conocemos ahora. El rey Alfonso XIII, con 32 años recién cumplidos, pasó enfermo su aniversario. Para controlar la rumorología, la corona transmitía a la prensa que la dolencia «era del todo benigna», aunque seguro que los acólitos al monarca planificaron el futuro de los Borbones en caso de que las toses y estornudos del abuelo de Juan Carlos I terminaran por encharcarle los pulmones.
El detalle de informar sobre una dolencia en el más alto mandatario de Estado tuvo un efecto dominante en la Historia, ya que provocó que se acusara a España de ser el lugar donde se originó la gripe que asedió el mundo durante los años venideros. La «gripe española», escribió la Royal Academy of Medicine de Gran Bretaña en un alivio de responsabilidades. Ninguna nación implicada en la Gran Guerra, próxima a su fin, quiso reconocer que también padecía aquella pandemia. España, ajena al conflicto, cargó con la cruz.
Las medidas de contención se emitían aunque nadie tuviera idea de cómo frenarla, típico de #MarcaEspaña. El tiempo ha demostrado que las ciudades que fueron más tajantes con el virus fueron las que antes pudieron volver a la normalidad y no estancarse económicamente, según un estudio de la Reserva Nacional de EEUU publicado en The Economist.
Pese a los muertos, las crónicas de la época revelan cómo el carácter español no ha perdido la capacidad para reírse de todo. Si ahora no falta espacio para las bromas sobre la covid-19, en la España de 1918 «la gripe se convirtió en uno de los temas preferidos de chistes y chascarrillos a la vez que llenaba las páginas de los diarios de divertidas caricaturas alusivas», rememora José Luis Betrán Moya en su investigación, titulada The Spanish Lady, nombre con que el que se conoció la gripe en Reino Unido.