Según ha explicado la OMS, «La acción del desinfectante se ve anulada por la suciedad y los escombros y no es posible limpiar y eliminar manualmente toda la materia orgánica de esos espacios». Además, según indican en Bussines Insider, «siquiera en ausencia de materia orgánica, es poco probable que la pulverización de estos aerosoles cubra adecuadamente todas las superficies durante el tiempo necesario para inactivar los patógenos».
Mantener las medidas de higiene y profilaxis no significa que rociar de productos desinfectantes áreas amplias sea lo aconsejable. Precisamente, la OMS señala todo lo contrario. «Podría ser física y psicológicamente dañino y no reduciría la capacidad de una persona infectada de propagar el virus a través de gotitas o por contacto». De hecho, rociar las calles con productos químicos, aunque sea diluidos, puede generar reacciones como irritación en ojos y piel en las personas que, o bien vivan cerca o transiten la zona.
En casos más concretos pueden producirse broncoespasmos y problemas gastrointestinales.
Respecto a rociar el cuerpo humano con productos de este tipo, evidentemente, es algo peligroso y que solamente puede generar problemas de salud y ningún beneficio.
«Esto podría ser física y psicológicamente dañino y no reduciría la capacidad de una persona infectada de propagar el virus a través de gotitas o por contacto», recoge la OMS en su nuevo documento.
La lejía o cualquier otro producto desinfectante solamente ha de emplearse para desinfectar superficies y teniendo en cuenta las precauciones debidas. No debe emplearse de manera «masiva» en calles, parques o lugares frecuentados por la ciudadanía, puesto que puede generar más perjuicio que beneficio, que en el caso del COVID-19 según apuntan, no es efectivo.