En un primer momento, los aplausos inundaban las calles a las ocho de la tarde. Quien quería salir a aplaudir, lo hacía y quien no, se quedaba en su casa. Había música, la gente cantaba y en general, el ambiente era de respeto, positivo y mostrando gratitud al personal sanitario.
Sin embargo, la extrema derecha ha querido mostrar su rechazo al gobierno montando caceroladas cada día a las nueve de la noche.
¿Qué ocurre? Pues que, además de que se trata de una cuestión política que puede molestar a algún vecino por cuestión ideológica, lo que sin duda sucede es que el ruido molesta a muchas personas que en esa hora están ya acostando a sus hijos pequeños, o que necesitan descansar. No es lo mismo el ruido que genera un aplauso que el que generan las cacerolas, de manera diaria.
Por eso empiezan a aparecer ya enfrentamientos. Sobre todo son padres de niños pequeños, personas enfermas que necesitan descansar, o personas muy mayores que también se acuestan pronto. «Las caceroladas son un incordio a los vecinos porque son molestas, independientemente de si estás o no de acuerdo con lo que dicen, están molestando a los vecinos. Es un acto incívico», nos afirma una vecina del Barrio de Salamanca de Madrid.
Y como la tensión aumenta, hemos encontrado esta bronca entre balcones en la que un vecino absolutamente desatado insulta a los demás espetándoles una serie de agravios inadmisibles.
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