La actriz barcelonesa Rosa María Sardà ha muerto a los 78 años, según ha confirmado en Twitter la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas española:
Fallece en Barcelona a los 78 años la actriz e inolvidable presentadora de los @PremiosGoya Rosa Maria Sardà. Ganó dos goyas como Mejor Actriz de Reparto, por Sin vergüenza y ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo? Recibió en 2010 la Medalla de Oro de la Academia. pic.twitter.com/SKuZnamL28
— Academia de Cine (@Academiadecine) June 11, 2020
Rosa Maria Sardà lo podía todo, como las más grandes. Tenía el gancho de una Mary Santpere y el humor involuntario de una Anna Lizaran. Su fuerza era hecha de una naturalidad al alcance de muy pocos.
Autodidacta, de familia modesta, los abuelos actores, los inicios fueron trabajar de varios oficios para subir los hermanos, y actuaba cuando podía. Debutó con la compañía de Dora Santacreu y Carlos Lucena, fueron su escuela.
Después vendría la etapa del Lliure y, clave, conocer a Lluís Pasqual. El gran amigo y director que más veces la ha dirigido. Con él fue la madre coraje de Brecht, el papel que más había soñado. También haría Genet, Ibsen, Benet i Jornet, Lorca … Y también dirigió. Una trayectoria de cincuenta años en el teatro que le valió el Premio Max de Honor.
Rosa Maria Sardà tras recibir el Premio Max de honor:
«Yo que soy un poco arisca y que tengo pocos amigos, me sorprende siempre que piensen que merezco algo, ¿sabes?»
El cine la festejó tarde, en los ochenta, y después de Berlanga ya se veía venir no la dejarían ir, los mejores se enamoraron: Almodóvar, Trueba, Gómez Pereira, Bajo Ulloa…
Ventura Pons había sido el primero, y el que más vueltas le hizo dar, de la vicaría de Olot, en el Anita hasta la Gracia, una de sus entrañables malcaradas. El personaje hacía pensar en ella, temida a la hora de hacerle asumir flashes y preguntas.
No se sabía con qué una saldría, tras las gafas de sol que tanto le costaba quitarse. No era dócil, y ella misma se reía. La televisión le había dado la gran popularidad y su vínculo con La Trinca la había convertido muy joven en uno de los personajes más queridos del país.
Irónica, de gran inteligencia, Rosa Maria Sardà también era una desmitificadora de todo divismo, ella, que era ‘La Sardà’. Y la Sardà diciendo Segarra es un monumento impagable a la lengua, al arte del recitar, del actuar.
Muy de izquierdas y sin ganas de complicarse, el unionismo ya le valia en el tema del Procés. Su Antonia de la Rambla de las Floristas, un auténtico patrimonio.
Me caía genial, una persona brillante e inteligente.
— jkc 🇪🇺 (@jkcaceres) June 11, 2020
Hasta siempre Rosa María. Buen viaje ❤️❤️❤️
— Muriel Arenales (@Muriel) June 11, 2020