Hoy, como cada 28 de junio, colectivos LGBT salimos a las calles siendo más conscientes que nunca de que todos los derechos que hemos conquistado hasta ahora están constantemente amenazados. Lo que comenzó en 1969 como una jornada de lucha con un marcado carácter de clase, aparece hoy en gran parte cooptado por el capitalismo, que mercantiliza y despolitiza nuestra lucha convirtiéndola en una fiesta orientada a lavar la cara de multinacionales y gobiernos. Así, el Pride lleva 10 años monopolizando el día del Orgullo, vaciando el espíritu de Stonewall de todo contenido crítico y poniendo al hombre cis-gay, blanco y rico en el centro. Pero este año es diferente: este año la crisis sanitaria hace que sacar las carrozas a la calle no resulte un negocio rentable, por lo que la “fiesta” se traslada a las plataformas digitales. Con el Pride fuera de juego el movimiento LGBT -que desde hace 43 años convocamos la manifestación del 28J- tenemos la oportunidad (y la necesidad) de recuperar el protagonismo y devolverle a este día todo el contenido reivindicativo que históricamente ha tenido.
La emergencia sanitaria llega en un contexto especialmente duro para las personas LGBT. Los ataques LGBTfóbicos se suceden casi a diario en nuestras calles y los agresores se sienten amparados por discursos fascistas y por iniciativas como las terapias de reconversión o el pin parental, impulsadas por la Iglesia y por la derecha y ultraderecha. Pero también venimos sufriendo discriminación en el ámbito laboral: desde insultos y humillaciones (el 47% afirma haber sufrido algún tipo de discriminación) a precariedad extrema (siendo la tasa de paro de personas trans de más del 80%).
La crisis de la COVID-19 evidencia todas las contradicciones del sistema capitalista y acentúa las desigualdades y opresiones. Así vemos como en cuanto se declaró la emergencia sanitaria, líderes religiosos y políticos de todo el mundo culparon al colectivo LGBT y a las manifestaciones del Orgullo de dicha pandemia, declarándola una especie de “castigo divino”. Con la pandemia han proliferado los delitos de odio, y se ha aprovechado la ocasión para recortar en derechos LGBT: en el Estado Español, por ejemplo, se ha alertado sobre las interrupciones en el acceso a determinados tratamiento imprescindibles para personas LGBT, como son la medicación relacionada con el VIH o la terapia hormonal. Así mismo el confinamiento ha afectado especialmente a las jóvenes LGBT que se han visto obligadas a convivir con sus agresores (4 de cada 10 agresiones LGBTfóbicas son causadas por gente del entorno más cercano a la víctima), siendo aisladas en un entorno hostil y sin espacios seguros a los que acceder, y aumentando así el riesgo de sufrir enfermedades como depresión o ansiedad.
Por otro lado, la crisis sanitaria de la COVID-19 se está traduciendo en una profundización de la crisis económica. El gobierno PSOE-UP y la patronal, alineados con el FMI y la UE, se preparan para llevar a cabo un plan conjunto de “reconstrucción”, que sin duda recaerá sobre la clase trabajadora y golpeará con más fuerza a los sectores más precarizados: las mujeres, las migradas y el colectivo LGBT.
El gobierno autodeterminado “progresista” ha mostrado durante el confinamiento su carácter más reaccionario y funcional al Régimen del 78 aprovechando el estado de alarma para militarizar las calles y fortalecer el aparato represivo del estado, que por descontado ha protagonizado en los últimos meses numerosas escenas racistas y LGBTfóbicas. Por si fuera poco, el PSOE muestra su cara más retrógrada publicando argumentarios tránsfobos que se acercan al feminismo biologicista transexcluyente, con declaraciones que bien se pueden confundir con las de VOX o PP. Este punto choca frontalmente con la postura de UP, que muestra la voluntad de elaborar una ley estatal LGBT y una Ley Trans. La realidad es que por mucha intención de elaborar dichas leyes, y por muy bien que se hagan en la teoría, es imposible alcanzar la igualdad real si solo se trabaja en base a la erradicación de la LGBTfobia. Hemos de entender las limitaciones de este gobierno funcional a la patronal y perseguir un cambio de sistema en el que sea posible vivir una vida digna.
Ante esta situación se antoja más importante que nunca hacer efectiva la solidaridad y el soporte mutuo y trabajar para unir las luchas, para que no seamos nosotras quienes paguemos su crisis, y porque no entendemos una verdadera liberación sexual y de género sin una liberación de clase. Porque este sistema mercantiliza nuestros cuerpos, nos humilla y nos explota. Por todo esto, unámonos el conjunto de la clase trabajadora y los colectivos oprimidos: tiremos abajo el capitalismo cisheteropatrialcal!
- Basta de lgbtfobia!
- Separación de iglesia y estado. Por una educación, sanidad y servicios sociales laicos, 100% públicos y con perspectiva de género.
- Regularización y dotación presupuestaria para la lei 11/2014 en Catalunya y elaboración de una Ley estatal LGBT integral que vaya en camino de erradicar las desigualdades sociales y laborales.
- Por una Renta Básica Universal inmediata que garantice la independencia económica de los sectores más vulnerables de la población y combata la exclusión social.
- Distribución de horas de trabajo con mantenimiento del salario: igualdad de acceso al trabajo y de derechos laborales.
- Políticas dirigidas a los sectores más precarizados: cupo laboral trans dentro de las bolsas de trabajo.