sábado, 23 de noviembre del 2024

Armas sin alma

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Insístase. Conviene. Utiliza armas quien no tiene alma. Una sentencia, sí. Ojalá tuviera calado suficiente para quedar en el recuerdo colectivo, reflejado en los libros, en la lista de frases que algún día lleguen a ser célebres. Nada de “egos” personales. Los egos quedan cubiertos cuando la mente se abre, cuando no se persiguen, cuando no se necesitan. Y las canas ayudan a olvidar los egos. No siempre ¡qué lástima!, pero seguro en quien nunca los ha necesitado. Así que déjese fuera la mala fe, porque hay quienes, al escribir, buscamos algo mucho más alto que el ego: es la aportación. Aportar a la sociedad algo, aunque sea poquito, porque cada cual sólo puede dar lo que tiene, con todas las limitaciones sólo reconocidas por quien ha superado el amor a sí mismo, el apego al ego.

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Insístase: quien tiene alma no utiliza armas contra sus hermanos. Aunque los desalmados que utilizaron las suyas la madrugada del 11 de agosto de 1936 para asesinar a Blas Infante, a la puerta de la Institución infantil “La Gota de Leche”, en la entonces tortuosa carretera de Sevilla a Carmona –o más exactamente de Madrid a Cádiz-, aquellos excluidos del cielo y del infierno, si existieran, por carecer de alma, no se sentían hermanos de Blas Infante ni de nadie, ni siquiera de sus hermanos de sangre, si los tenían. Se sentían fuertes por sus armas y por la protección recibida por sus armas de las otras armas, las de los golpistas, superiores en potencia. ¿Se permite, por tanto, la redundancia? Gracias: Utiliza armas quien no tiene alma.

Y otros. Y otras, que no pueden utilizarlas porque no tienen, pero las defienden, que “tan joío es enero como febrero”, dice el refrán. No se puede llamar “cómplices” a quienes nacieron años después del asesinato. Sin embargo la “Justicia” más cercana a su lejana ideología, sí fue capaz del mayor ridículo, el mayor desafuero, de imitar un juicio cuatro años después del asesinato; y de declararlo justificado, sin juicio previo, por “haber pertenecido a un partido político”, hecho absolutamente legítimo y completamente legal en el momento de participar en unas elecciones democráticas. Condenado a morir, cuatro años después de muerto, el juicio más esperpéntico en la historia del mundo.

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Ese hombre, andaluz, nacido en la Serranía, en el distrito de Gaucín, en la localidad de Casares; ese hombre que quiso elegir Ronda –a pesar de las comunicaciones del momento- para celebrar el I Congreso de Entidades Andaluzas; ese hombre enamorado de Ronda desde que la cruzaba para ir a estudiar a Archidona, para examinarse en Cabra de Bachillerato y de Derecho en Granada; que concluyó su amor al Símbolo Andaluz que es Ronda cinco años antes, en el Congreso Internacional Georgista, pero sobre todo ese hombre que descubrió la verdad de Andalucía oculta por el poder españolista, adelantado en la defensa de la naturaleza, del niño, de la mujer, del jornalero; luchador incansable por los derechos de los andaluces, asesinado vilmente una madrugada al filo de la carretera, para que su cuerpo fuera uno de tantos en la cuneta, ese hombre, vilipendiado en el mayor esperpento jurídico jamás imaginable, esperpento continuado por los continuadores de su asesinato, ese hombre se llamaba Blas Infante Pérez. Blas Infante, enamorado de Ronda, enamoró a Ronda. Hasta que la falta de alma, la ausencia de sensibilidad, retiró su Estatua, el pequeño tributo debido por Ronda y por Andalucía a su persona y a su obra.

La retiró “provisionalmente” para la reforma del pavimento de la plaza, hace ya más de cuatro años. Todavía no ha vuelto. Ni noticias. Es la obsesión de los herederos del general que un 18 de julio quiso ilegalizar al gobierno electo y se atrevió a condenarlo para legalizar –nunca legitimar- un asesinato cometido cuatro años antes.

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El Ayuntamiento de Ronda, ciudad símbolo, ha retirado la Estatua, como si eso pudiera enterrar el recuerdo. La alcaldía de Ronda ignora que las balas acaban con la vida de las personas, pero ni con su obra ni con su recuerdo. Ignora que, cuanto más tiempo tarden en reponer a Blas Infante en la plaza del Socorro más injusticia y más estulticia están sumando a su gestión, ya suficientemente “valorada” por los rondeños, arrepentidos de haberle dado su voto. Están despreciando a Ronda, están despreciando a Andalucía; están traicionando a Ronda y a Andalucía. Y deberían tener bien claro que Andalucía no paga a traidores.

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