No digan “honestidad”, que no son sinónimos. Que eso viene de la moral pacata impuesta por la Iglesia. Que la honradez es la honradez y lo otro ni es más “fino” ni define más que un asunto de entrepiernas. Para llamar a las cosas por su nombre empecemos con el día de mañana celebrado hoy lunes por costumbre. La madrugada del día 11 de agosto de 1936 (no “la madrugada del 10 al 11”, pues la madrugada empieza a las 0 horas, cuando cambia el día) Blas Infante, un hombre justo, cayó asesinado en el entonces Km. 4 de la carretera de Carmona, en Sevilla, de dos disparos a quemarropa. El primero en el pecho, porque se negó a caer en la trampa de la “ley de fugas”. El segundo en la cabeza, el “tiro de gracia” asestado por el “soldadito”, el “valiente y bizarro” enemigo de la democracia, de la convivencia, de los derechos humanos y de Andalucía. Nunca se armó de valor cuando reía en las charlas del Cristina, seguro de que nadie le respondería. Se armó de balas en cuanto la ocasión le permitió dar salida a su cobardía.
Estos son los hechos que motivaron los actos de hoy, unos celebrados y otros por celebrar a esta hora en toda Andalucía. La cobardía de “el soldadito” ha seguido presente en los enemigos de los derechos de los pueblos; en cuantos sienten la necesidad de minimizar o anular el valor de quien se puso de parte de los débiles, de quien defendió los derechos de los andaluces, de quien investigó y descubrió, desde los Fundamentos de Andalucía y las razones de su estado de postergación, hasta el secreto de la verdadera educación, base y fuente del progreso y del respeto al ser humano.
Blas Infante no es una figura moldeable a la medida de cada cual. Por muchas que puedan ser las interpretaciones a un escrito, lo que está claramente escrito, escrito está. Nada prueba que se convirtiera al islamismo, como hay quienes pretenden para instrumentalizarlo, como instrumentalizarlo persiguen de continuo políticos y politiquillos, creídos que así pueden apoyar sus tesis en su discurso. Pues deberían saber que una de las características personales del Notario de Coria fue hablar y escribir claro. Como enemigo de la dictadura llamó “Dictadura pedagógica” a su libro-alegato en pro de una educación constructora de hombres y mujeres libres, una educación capaz de avivar el pensamiento, de despertar el intelecto, de obtener la verdadera libertad desde la libertad misma. Investigó, analizó, estudió en todos los frentes de la cultura, la historia, el arte, el folklore, la economía. Se adelantó en todo a su tiempo, de ahí la actualidad de su pensamiento. De ahí y de lo poco que hemos avanzado, también es justo decirlo.
Blas Infante se enfrentó al sistema, rechazó la cartera de Agricultura para no hacerse cómplice de los desmanes y abusos del mal gobierno. Empezó en 1914 descubriendo El Ideal. Continuó toda su vida defendiendo la verdad y descubriendo las necesidades de Andalucía y los remedios que debían aplicarse; siempre en la defensa de los trabajadores, de los jornaleros “cuya imagen tenía clavada en su conciencia”, de los niños, adelantado en la defensa de los derechos de la mujer. Y llegó al final de su corta vida con una proclama: “Separémonos de esta España que nos desprecia”. Podía ser soñador, hay que serlo para adelantarse al futuro. Pero no fue ni inocente ni complaciente con quienes habían empobrecido Andalucía, “la tierra más rica de los hombres más pobres”.
Blas Infante no merece el insulto de comentaristas de tres al cuarto. Tampoco la manipulación ni la instrumentalización de políticos y politiquillos. Dejó escrito lo que escrito está. Y, por encima de lo que pueda gustar a esos profesionales o aprendices de la política, propugnó una Federación de pueblos ibéricos, que habría supuesto la recuperación y el respeto de la realidad histórica, por encima del invento centralista de las provincias. Pero siguió evolucionando. Porque la evolución existe, es positiva. Lo que no existe es la conversión automática. La “caída del caballo” fue algo reservado a Saulo, en exclusiva. Su evolución, su comprensión de la realidad histórica que vivía, le llevó, un año antes de ser asesinado a animar a los andaluces a obtener la independencia de Andalucía. Porque no hay ni puede haber soberanía dónde se depende de una “entidad superior”. No hay obligación de seguir su mensaje a rajatabla. Menos aún hay derecho a manipular su pensamiento para encontrar un apoyo que sus palabras y sus escritos no pueden dar a los manipuladores ó manipuladoras.
No puede haber soberanía sin independencia. Y Blas Infante nunca lo negó. Al contrario, fue muy claro en sus planteamientos.
Rafael Sanmartín