Apenas seis meses después de que Gran Bretaña se separara de la Unión Europea, el primer ministro Boris Johnson está cada vez más consumido por tratar de detener la ruptura de la parte independentista escocesa del Reino Unido.
Los expertos habían predicho durante mucho tiempo que el Brexit fortalecería las fuerzas centrífugas que estaban separando a la Unión Europea.
Pero en Escocia, en particular, la pandemia de coronavirus ha acelerado esas fuerzas, lo que ha obligado a Johnson a montar una elaborada, algunos dicen que tardía, una ofensiva de hechizos con el público escocés.
La gestión del Covid-19 ha provocado que los soportes para la independencia de Escocia hayan llegado al 53%, según las últimas encuestas.
Desde el inicio de la crisis sanitaria por el coronavirus, el gobierno de Nicola Sturgeon ha instaurado controles fronterizos con Inglaterra.
Tal como recoge el New York Times, este y otras medidas estrictos han permitido controlar la propagación de la pandemia, a diferencia de la estrategia de Boris Johnson desde Londres.
