Resulta que no me fío en absoluto de que se tomen las medidas adecuadas a tiempo para evitar más contagios. No me fío porque lo estamos viendo: el aumento estrepitoso de contagios por COVID-19 y la llegada de cifras de tres dígitos en la contabilidad de los fallecidos. Ya estamos otra vez con el agua al cuello, a pesar de que parece que la cosa se quiere suavizar, porque evidentemente estamos en verano y aquí hacía falta activar la economía. El detalle no se nos ha escapado, evidentemente.
Sin embargo, soy una de esas madres que se ha tomado muy en serio lo del confinamiento, lo de las medidas de protección (todas) y que, sin vivir excesivamente alterada, estoy profundamente atenta y, por qué no decirlo, preocupada.
Ya sé que dicen que los niños pasan la enfermedad con relativa normalidad, que la mayoría son asintomáticos y que en principio no debería dar problemas. Pero también he leído bastante sobre el aumento de los casos de contagio en países donde ya han puesto en marcha la vuelta al cole, y la aparición de casos complicados incluso en niños que estaban previamente sanos.
Sí, soy una de esas madres que se preocupan mucho. A veces demasiado. Lo reconozco. Prefiero acudir al médico a preguntar que quedarme con la duda de lo que pueda pasarle a mis hijos. Alguna anécdota tengo que aún nos produce risa y vergüenza por pensar que pasaba algo grave cuando en realidad era una tontería. Qué le voy a hacer si tengo dos pequeños muy pequeños y la salud me importa por encima de todo.
Como decía, soy una de esas madres que llevó el confinamiento a rajatabla. Que, junto a su padre, nos hemos trabajado la estancia del confinamiento como un cole en casa. Sí, soy una auténtica afortunada porque he podido trabajar desde casa y al tiempo, dedicarle a mis hijos todas las horas posibles. El mayor ha aprendido a leer durante estos meses y la pequeña se ha abierto como una flor al estar estimulada por su hermano y por nosotros. En este sentido, soy consciente también de las carencias al no haber podido ir al cole. Pero debo reconocer la enorme suerte que tenemos con sus profes y con el centro donde estudian: más fácil no nos lo han podido poner en cada momento, con atención personalizada y con tareas específicas para cada niño, con seguimiento diario y con reuniones telefónicas permanentes. Soy consciente de la gran cantidad de trabajo que han asumido las profes de mis peques y por eso las estaré siempre agradecida.
Ahora que viene ya, que está aquí la vuelta al cole, esa vocecilla interior me dice que no, que me espere y que aguanten un poco más en casa. Lo que veo no me inspira confianza. Quizás soy una madre un poco histérica, puede ser. Pero cuando hablo con otras madres y padres me doy cuenta de que más o menos lo vemos similar. No quiero poner en riesgo la salud de mis hijos, y tampoco la de mis padres, ni la de las bisabuelas. Porque no quiero ni imaginarme lo difícil que será intentar controlar en clase a niños tan pequeños para que puedan garantizarse todas las medidas de seguridad.
Y entonces, yo me planteo: y si no les quiero llevar al cole, ¿qué?
Con la pequeña no habría problema porque aún no está en edad de escolarización obligatoria. Pero con el mayor ya sí. Ya nos encontramos con esa situación en la que tiene que ir al cole.
Ya se conoce que en espacios cerrados hay que mantener al menos cuatro metros de distancia física para evitar contagios. Lo veo prácticamente imposible: porque no hay espacio y porque dudo que los peques sean capaces de no acercarse, de no jugar como siempre, de no abrazarse…
Recomendaba la Organización Mundial de la Salud que la vuelta al cole no fuera presencial en países con altas tasas de contagios. Lo decía hace un par de días, y España ahora mismo vuelve a encabezar ese triste ránking en Europa. Además, hace un par de meses, también indicaba la OMS que recomendaba no dificultar la decisión de aquellos padres que pudieran tener a sus hijos en casa y decidieran no llevarles a la escuela mientras la situación fuera la que estamos viviendo.
La ley en España determina la obligación de acudir a la escuela para los niños entre 6 y 16 años. Si no hay causa que justifique la ausencia, se pueden poner en marcha mecanismos para perseguir este tipo de decisiones por parte de los padres y tutores. Pueden exponerse a una pena de prisión de hasta 6 años.
En esta situación, cada Comunidad Autónoma tiene la posibilidad de establecer su propio proceso en cuanto a la Educación se refiere.
Para que una conducta pueda considerarse como absentismo escolar, el alumno debe faltar al 20% de las clases a lo largo de un mes. El centro está obligado a intervenir si esto sucede, y si la familia no da señales o no argumenta una razón para justificar las ausencias, el caso se derivará a la Comisión de Absentismo. A continuación, el siguiente paso sería acudir a la dirección general de la Familia y del menor. Este es el protocolo para la Comunidad de Madrid, según explica Businees Insider.
Uno de los motivos de ausencia podría ser el contagio de un familiar o persona cercana al menor, lo que conllevaría realizarle las pruebas para determinar si, efectivamente, él también está contagiado.
En Andalucía ya han avisado de que el miedo al virus no es razón para no ir al colegio, y la ausencia deberá justificarse como se ha venido haciendo hasta ahora.
Y yo me pregunto: ¿de verdad no va a haber posibilidad para aquellas familias que sí pueden encargarse en casa de sus hijos puedan hacerlo? Sinceramente, estando a 19 de agosto me parece muy sorprendente que nadie haya pensado en mecanismos para estos casos.
Porque de autorizar a las familias a poderse encargar de sus hijos, de manera coordinada con los profesores, se estaría pudiendo descongestionar el centro, podrían trabajar con más facilidad al haber menos niños, y se podrían establecer mecanismos para garantizar que en casa estamos al tanto y podemos encargarnos de hacer las tareas con ellos.
Sí, ya sé que es importante que estén con otros niños, que se relacionen y que no pierdan contacto. Pero personalmente creo que siendo mínimamente responsables, como quiero pensar que somos la mayoría, podemos garantizar en primer lugar la salud, no sólo la de los alumnos, sino también la de los trabajadores de los centros y también la de los familiares y allegados. Si es cierto que la vacuna estará en marcha en breve espacio de tiempo, a comienzos de 2021, no creo que se tan grave dar un poco de margen a las familias que sí puedan hacerse cargo de los pequeños en sus casas.