En 1989 con la caída del Muro, muchos incautos podíamos pensar, que con el final de la Guerra Fría, se acabaría con las batallas secretas de los espías de ambos bandos, pero como demuestra la realidad, -“una vez que los tontos cogen la vereda, ni los tontos dejan la vereda, ni la vereda deja a los tontos”.
Hace dos semanas los franceses detuvieron a un teniente coronel que tenían destinado en los servicios de la OTAN en Nápoles, quién al parecer pasaba información a los rusos, sobre sus trabajos de seguridad en el Sur de Europa. Los rusos por su parte, a su manera, detuvieron recientemente a Ivan Safronov, periodista, acusado de tres cuartos de lo mismo, en sentido contrario. Ya van doce los pillados, desde que se bajó el Telón, entre la presumible alta nómina de apuntadores y chivatos que no quieren pasar al paro.
Lord Harrington, Secretario de la OTAN en 1984, hablaba que el papel del organismo estaba tanto en el diálogo con la URSS, como en la preparación de nuestra defensa ante los soviéticos. Pero para los no militares o especialistas, es decir, el resto de los consumidores, todo se resumió en seguir la imaginación de nuestros escritores y directores de cine, que como John le Carre, nos montaron un “Circus” de novelones y películas, de las que me gusta recordar el papelón de Yul Brynner y Dyck Bogarde, los rojos en El Serpiente, engañando a Mr. CIA, Henry Fonda, y, desarbolando la red de jefes otanistas; o Michel Piccoli, traicionando con su cohorte de los servicios galos en Topaz a la Alianza Atlántica. Todos unos rollos de enredos, que imagino también tuvieron sus correspondientes entre el proletariado del materialismo científico.
En la OTAN, al final, nos metió el gobierno de Felipe González, tras pagar las costas el PSOE de la campaña del referéndum, con el asunto FILESA; ya que Fraga en la oposición, pasó de exigir fervientemente en 1983 a UCD, acelerar nuestro ingreso en el organismo, a hacerse el longui, cosa que molestó sobremanera a los estados mayores aliados. Don Manuel se examinó otra vez de incoherencia política, y sacó sobresaliente cum lauden. Ya en la cumbre llegamos a tener a nuestro pacífico, Javier Solana de Secretario General, gracias a Warren Christopher, secretario de Estado norteamericano, que al parecer era el encargado de dar el visto bueno.
La OTAN le parecía un muerto llamado a desaparecer a nuestro ex JEMAD, José Julio Rodríguez, que llegó a estar en su Consejo, y tuvo una larga trayectoria de oficios en ella, iluso o de la nueva conveniencia en su trabajo de jefe de gabinete del vicepresidente del gobierno, Pablo M. Iglesias. Los de la vereda sabrán que lo tienen todo bajo su espionaje.
El problema surge como se intercambian los espías, ya que su puente Glienicke, junto a Postdam, ya no está para el oficio, quizás unas lanchitas en el mar Negro, puedan servirnos de ayuda de costa a costa para los futuros spielbergs.
Curro Flores